Revista Religión

Santa Gianna Beretta Molla o El amor más grande

Por Joseantoniobenito

Santa Gianna Beretta Molla o El amor más grande

Santa Gianna Beretta Molla o El amor más grande

Santa Gianna Beretta Molla o El amor más grande

Giuliana Pelucchi. El amor más grande. Santa Gianna Beretta Molla, Paulinas, Lima, 212 pp

Traducción de Francesco Pini y Stefanie Francesca Pini.

En la reciente Misa Te Deum con motivo del 190 aniversario de la Independencia del Perú, Nuestro Cardenal Arzobispo, con lucidez y valentía –al igual que Benedicto XVI, denunció  cómo

“La dictadura del relativismo con "su pensamiento único" va generando en el mundo, también en nuestro Continente y, lentamente en nuestro querido Perú, no el progreso humano integral tan deseado, sino la caída en la llamada posmodernidad que ha inmerso al mundo en una profunda crisis económica y moral; en la llamada liberación social que a la sombra de la ideología calificada como igualdad de género destroza las mismas raíces de la convivencia humana. Una crisis social y moral planetaria que tiene manifestaciones en la quiebra financiera mundial, en la violencia terrorista, en la degradación moral que invade nuestra civilización, en la destrucción de la institución del matrimonio y de la familia, en el avance del tráfico y consumo de drogas….

Frente a ello nos instó a que

Despertemos con coraje y rebeldía: Toda una civilización se tambalea sin recursos morales y éticos que nos permitan crecer espiritualmente para fortalecer las familias y dejar a la juventud un mundo más humano por más cristiano. Se va eclipsando el "valor divino de lo humano" y con ello la felicidad y la libertad, dones tan preciados de la civilización cristiana, aparecen cada vez más como una utopía.

Elevamos nuestra oración al Padre Eterno para que ilumine al Presidente Ollanta Humala y a sus colaboradores; que con humildad y perseverancia sepan servir al país en los próximos años en un clima de paz y confianza que nos permitan crecer como personas y como país en un clima de plena libertad. Que El Señor de los Milagros -Cristo del Pacífico - y su Madre bendita la Virgen María nos bendigan y protejan.

Podemos creer que son palabras más o menos bonitas, más o menos dignas de titulares que pasados unos días irán al olvido. Por que ¿quién está dispuesto a vivir con coraje y rebeldía el valor divino de lo humano?

Nuestras Hermanas Paulinas, Monseñor Pachi ponen en nuestras manos un arma extraordinaria: La biografía de una mujer que encarna todos esos valores. Necesitamos santos de andar por casa, santos del día a día, santos alegres, santos con defectos pero enamorados de Cristo, de la Iglesia, de su profesión, de su familia, de la vida….De hecho, la obra nos puede recordar la célebre “Love Story” sin el aparato tradicional de las hagiografías y vidas ejemplares de santos. Sin embargo , si profundizamos nos damos cuenta que lo “ordinario” de Gianna es extraordinario. Viven en presencia permanente del Señor pero gustando y gozando de los mil y un detalles que el Señor nos regala: en las cartas llenas de amor a su novio, esposo y padre de sus cuatro hijos, en la preparación de las comidas, en las esperas y despedidas, en las oraciones continuas, en el vivir desviviéndose por ellos y, sobre todo, en el acontecimiento heroico de su inmolación martirial del “amor más grande”. Su propio esposo nos lo confiesa: Jamás creí estar viviendo con una santa. Mi esposa tenía infinita confianza en la Providencia y era una mujer llena de alegría de vivir. Era feliz, amaba a su familia, amaba su profesión de médico, también amaba su casa, la música, las montañas, las flores y todas las cosas bellas que Dios nos ha donado“, confesó a la entrevistadora Pietro Molla, mientras sus ojos brillaban de intensa emoción. “Siempre me pareció una mujer completamente normal pero, como me dijo Monseñor Carlo Colombo, la santidad no está solo hecha de signos extraordinarios. Está hecha, sobre todo, de la adhesión cotidiana a los designio inescrutables de Dios“, agregó.

He leído el libro de un tirón en fiestas patrias. Y, al recordar el heroísmo de nuestros precursores, próceres, caudillos, libertadores…. me parecía que Giana era una patriota que había librado la batalla de la vida en la íntima patria de su corazón de madre, y que al vencer había ganado la victoria para todas las madres.

A mí me ha conmovido la pureza y belleza con que amaba a su esposo. Quiero compartirles algunos textos de sus cartas. Copio uno como botón de muestra: “Mi queridísimo Pietro: Eres realmente bueno y afectuoso y tea gradezco. Tus palabras me han conmovido y estoy contenta de que a mi pregunta: “Cómo debería yo ser para hacerte feliz”,  tú me contestas diciéndome que continúe siendo buena, afectuosa y comprensiva como ahora. Lo seré, queridísimo Pietro y no me cuesta esfuerzo porque tú eres tan bueno conmigo”. Pocos días antes de su matrimonio, en una carta a su futuro esposo, escribió: “El amor es el sentimiento más hermoso que el Señor ha puesto en el alma de los hombres”.

Preocupada de alabar al Señor con una vida de oración, de trabajo, de compromiso en la acción católica, cautivó al que fue su esposo quien consideró el mayor regalo del cielo entrar en su vida. Los dos se querían tanto que se creían indignos de merecer tal regalo. Pietro Molla se “inmoló” también por dar gusto a su esposa, viviendo para ella y para sus hijos; todavía recuerda cuando Monseñor Colombo lo llamó para pedirle introducir la causa de beatificación de Gianna. “Mi respuesta positiva fue muy sufrida. Sentimos que teníamos que exponer algo muy nuestro. La historia de mi esposa y su figura de mujer fueron cada vez más conocidas… A nosotros y a la familia de mi esposa nos seguían llegando numerosas cartas de todas partes del mundo. Nos escribían mujeres alemanas y estadounidenses que llamaban a Gianna “mamá”; que declaraban que en ella encontraban a una amiga y que afirmaban que se dirigían a ella cuando tenían necesidad de ayuda y que la sentían muy cercana…

Nació el 4 de octubre de 1922 en Milán. Se especializó en pediatría en la universidad de la misma ciudad. Como médica prestó atención particular a las madres, a los niños, a los ancianos y a los pobres. Perteneció a la acción católica y consideró su trabajo como una misión. Practicó sus deportes favoritos, el esquí y el alpinismo, encontrando en ellos una ocasión para expresar su alegría de vivir, recreándose ante el encanto de la creación. En oración y pidiendo oraciones a otros para conocer la voluntad de Dios se decidió por el matrimonio. Llena de entusiasmo se entregó a esta vocación decidida a formar una familia verdaderamente cristiana. Respiraba alegría y felicidad por todos sus poros. Su noviazgo fue tiempo de profundización en la vida espiritual, la oración y la acción de gracias al Señor. El 24 de septiembre de 1955 Gianna y Petro se casaron. Eran realmente felices. Vinieron los hijos. Pier Luigi, Mariolina y Laura.

Gianna armonizaba con sencillez y equilibrio sus deberes de madre, esposa, médico y la alegría de vivir. En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo de su cuarto hijo, le diagnosticaron un tumor en el útero. Había que operar y ella pidió al cirujano que salvara, a toda costa, la vida que llevaba en su seno. Y se encomendó a la oración y a la Providencia. Se salvó la vida de la criatura. Ella dio gracias al Señor y pasó los siete meses antes del parto con incomparable fuerza de ánimo y dedicada plenamente a sus deberes de madre y de médico.

Se estremecía al pensar que la criatura pudiera nacer enferma y pedía al Señor que no sucediera eso. Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, exigió:

“Si hay que decidir entre mi vida y la del niño no dudéis; elegid (lo exijo) la suya. Salvadlo”.

La mañana del 21 de abril de 1962 dio a luz a su cuarta hija Gianna Emanuela. El 28 de abril entre dolores indecibles y repitiendo la jaculatoria: “Jesús te amo; Jesús te amo” Gianna murió santamente. Tenía 39 años. Pablo VI definió meditada inmolación el gesto de Gianna; recordando: “Una joven madre de la diócesis de Milán, por dar la vida a su hija, sacrificó con meditada inmolación, la suya”.

La protagonista del milagro, ocurrido el 9 de noviembre de 1977 en un hospital brasileño, fue una joven parturienta quien se curó de septicemia infección generalizada del organismo. Las religiosas del hospital habían pasado la noche encomendando su curación a la intercesión de Gianna, cuya figura les era conocida porque el promotor del hospital era un hermano de la beata, médico y misionero capuchino en ese país. El Papa aprobó el decreto que reconocía sus virtudes heroicas y la beatificó. el 24 de abril de 1994, en el marco del Año Internacional de la Familia.

El milagro atribuido a la intercesión de Gianna Molla que abrió paso a la canonización fue obrado en Brasil, en Elisabete Arcolino Comparini, con tres meses de embarazo, perdió todo el líquido amniótico. Ella y su esposo le pidieron a la beata Molla y la niña nació bien en mayo del 2000. El nacimiento es científicamente inexplicable. La llamaron Gianna Maria. Juan Pablo II el 16 de mayo del 2004 en la misa solemne de canonización, dijo: “Gianna Beretta Molla fue mensajera sencilla pero muy significativa del amor divino”.

La agencia católica Zenit informó que durante la mañana del Domingo de Resurrección, el 3 de Abril de 2010, el señor Pietro Molla, marido de santa Gianna Beretta Molla, murió en su hogar familiar en Mesero, cerca de Milán (Italia), rodeado de hija Gianna Emanuela y sus otros hijos, Pierluigi y Laura. El señor Molla tenía 97 años de edad y estaba delicado de salud desde hacía ya varios años. Fue enterrado en el cementerio parroquial, al lado de la tumba de santa Gianna Beretta Molla.

Me encanta la foto de portada: ¡Qué hermoso contemplar –como en el momento de la beatificación, en la fachada de la basílica de San Pedro- una madre, con su bebé en brazos, como modelo del verdadero amor vivido por una sencilla cristiana que participó ya en la vida del gozo de Dios, rebosando sencillez y alegría por todas partes. Debemos admirar la Providencia del Señor que da en cada momento a su Iglesia los modelos que necesita. Hoy cuando hay tantos que desprecian la vida y juegan con los óvulos fecundados y aún con los fetos ya dispuestos a salir a la vida, Gianna se sacrifica para defender la de su hija, haciendo una vez más realidad la frase de Jesús: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.

La obra ha logrado entreverar la investigación con el comentario, la objetividad con la interioridad subjetiva, permitiendo hablar a los protagonistas. Uno cree estar en compañía de Gianna.

Agradezco la magnífica traducción de Francesco y su hija, que le han dado el toque italiano-peruano pero con la mano experta del padre de familia, historiador de la espiritualidad, y de la joven médica…

Total, que sólo falta leerlo y facilitar que muchos lo lean. Amigos, estamos en guerra, o vence el Goliat del egoísmo, la baba de la lascivia y sensualidad, o triunfa el David del Amor, de la generosidad, de la Alegría. Gracias, Hermanas Paulinas por no haber dudado, por facilitarnos el camino del Amor más grande, el de los santos.

Dios, Padre nuestro,
te alabamos y te bendecimos
porque en Santa Gianna Beretta Molla
nos has concedido y dado a conocer
a una mujer, testigo del Evangelio,
como joven, esposa, madre y médico.
te damos gracias también porque
por medio de la entrega de su vida
nos enseñas a acoger y honrar a toda criatura humana.

Tú, Señor Jesús,
has sido para ella referencia privilegiada:
te ha sabido reconocer
en la belleza de la naturaleza;
cuando se preguntaba qué camino debía tomar en la vida,
te buscaba y quería servirte del mejor modo posible;
en el amor conyugal ha sido signo
de tu amor por la Iglesia y por la humanidad;
como tú, buen samaritano, se ha detenido
junto a toda persona enferma, pequeña y débil;
siguiendo tu ejemplo y por amor,
se ha dado totalmente, engendrando nueva vida.

Espíritu Santo, fuente de toda perfección,
concédenos también a nosotros sabiduría,
inteligencia y valor para que,
siguiendo el ejemplo de santa Gianna y por su intercesión,
en la vida, personal, familiar y profesional,
sepamos ponernos al servicio de todo hombre y de toda mujer
para crecer así en el amor y en la santidad.
Amén.


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