Revista Educación

Santa intercesión

Por Juancarlos53
Santa intercesión

Gerardo se sintió atraído por la hija de Sulpicio y de Valentina desde antes de cumplir los 18. Ver a la Nati con sus amigas en las fiestas de San Bruno, patrono del pueblo, y que algo estallara dentro de él fue todo uno. «No te esfuerces, Gerardo, la Nati está comprometida con Gabino desde hace meses. Al menos eso es lo que comenta el padre de Gabi en el bar ya hace tiempo, que todo está hablao y que ella está preparando el ajuar». Según me escuchaba, la cara que se le iba poniendo Gerardo era todo un poema. Yo, no consciente del disgusto que le estaba dando, sin quererlo ahondé más en su herida cuando le dije que hacía sólo dos semanas –«Sí, ya te digo, dos semanas a lo sumo»– acudieron Nati y la Valentina a casa para pedirle a mi madre que en los embozos y los cabezales de los juegos de cama de algodón, que la chica había adquirido en la capital, le bordase las iniciales G y N entrelazadas.

–Con eso te digo todo –concluí.

No se le olvidaron a Gerardo los avisos que yo, su mejor amigo desde los tiempos de la escuela, le había dado. Pero el amor, –¡ay amor, qué traidor y pertinaz que eres! –, se negaba a abandonarlo. Además, me decía, creía ver en Nati, en los encuentros ‘casuales’ con ella que él mismo provocaba, unas miradas, una sonrisa, un tono de voz en el «¡Adiós, Gerardo. Ve con Dios!» que, insistía, denotaban atracción mutua. Por eso a raíz de la conversación que mantuviera conmigo, Gerald –así era como desde 5º de Primaria todos le llamábamos– decidió cambiar de estrategia. Si no podía conseguirla por medios humanos, o sea, por las buenas, recurriría a lo sobrehumano, o sea, por las malas. ¿Y qué cosa hay más sobrehumana que lo religioso? Sí, amigos, sí, resulta que el racionalista de Gerardo decidió encomendarse para la conquista de Nati a aquello que está fuera del alcance de los simples mortales. Recordaba haber visto a veces en su coche, sujeto bajo el limpiaparabrisas, un papelito que decía algo así como que el firmante, un babalawo cubano o nigeriano, garantizaba resolver cualquier problema de amores que se tuviera.

Gerardo buscó con ahínco en su casa el papel que sabía haber guardado. Tras muchos esfuerzos, que llegaron a ser por momentos desalentadores, como si de un milagro se tratase resultó que, en un cajón del chifonier que habría abierto no menos de cinco veces, a la sexta refulgió la octavilla. Gerardo la tomó en sus manos y la leyó para sí:

 «Hola soy Maestro santero babalawo hijo de Orula descendiente de Oshun especialista en rituales de amor para recuperar pareja. Trabajo todo tipos de magia cuéntame tu problema sin compromiso y te daré mejor Consejo y te guiare a conseguir lo quiere no pierdes nada a tiendo en local de Ventas, número 18. También wasap y llamadas»

Sin más dilación decidió ir a la dirección que se indicaba. Esperaba encontrarse con una especie de hechicero africano, aunque vestido a la occidental. Pero no, quien lo recibió fue una mujer española que, rezongando, lo despachó de su puerta.

–Es que estoy harta, hartita. –le soltó a Gerardo en cuanto éste le expresó su demanda–. En mala hora alquilé este local. ¡No, aquí no vive ningún maestro santero, ni falta alguna que me hace!

–Pero no puede indicarme a dónde podría acudir para ponerme en contacto con él –dijo a la mujer mostrándole el envejecido papel que el Maestro babalawo dejara tiempo atrás en su coche.

–Puedo darle el número de móvil que de manera misteriosa alguien me hizo llegar por si me hacían preguntas  como las que usted me está formulando.

–Venga, pues, ese número –respondí algo más animado.

Con el número en su poder envió al desconocido Maestro un primer mensaje a través de wasap. Al cabo de unas horas le respondieron solicitándole algún dato más sobre la Nati y el tal Gabino. También, y como quien no quiere la cosa, le dijeron que para continuar con el procedimiento era preciso realizar una primera provisión de fondos. Con 50€ bastaría.

Así lo hizo y quedó a la espera de otros mensajes, que fueron llegando a lo largo de los tres meses siguientes. Estaba en ascuas, temeroso de ser víctima de una estafa y al tiempo deseoso de que el ritual de amarre amoroso surtiese sus efectos, vamos, que la Nati dejase a Gabi y pusiese sus ojos en él. El tiempo pasaba y los dineros menguaban. Cada dos o tres intercambios de mensajes se había comprometido a transferir a no sabía quién o quiénes siempre 50€. La cantidad alcanzaba ya la cifra de 800 y Nati, debía de estar pensando un desesperado Gerardo, tendría ya bordado todo el equipo de boda con la N y la G entrelazadas.

Durante un tiempo y sin previo aviso dejé de ver a Gerald, parecía que se lo había tragado la tierra. Las cervezas de los sábados no eran lo mismo sin él. En el bar donde tiempo atrás me había enterado por boca del futuro suegro de Nati de lo bien que avanzaba la relación entre su hijo y la mujer deseada por mi amigo comencé a ver a Gabino solo. «¡Qué raro –pensé–, pero si este chico no se despegaba antes de su novia!». Me acerqué a él y pegamos la hebra; parecía Gabi algo desolado y con ganas de compartir sus quebraderos de cabeza.

–Me ha dejado, me ha dejado –soltó a bocajarro.

–¿Quién te ha dejado, Gabino?

–Ella. Quién va a ser. Nati

—No fastidies –le respondí con cara de sorpresa–. ¿Pero no os ibais a casar?

–Eso creía yo también –me explicó entre sollozos –, pero no sé qué coños habrá pasado. Parece cosa de magia.

Semanas después, en una terraza elegante vi a la pareja. Se les veía contentos, alegres, acaramelados, sonrientes, felices. Me acerqué a ellos.

–¿Qué pasa, parejita? Hola, Nati. Cuánto tiempo sin saber de ti, Gerald.

–Hola, Juancar. Pues ya nos ves. Llevamos tres semanas en las nubes.

– ¿Podríais explicarme?

–Todo ocurrió durante una salida al campo el día de la fiesta. Sabes que en el pueblo de los padres de Nati, un mes antes de San Bruno, el 8 de septiembre celebran la Virgen de la Caridad con una romería campestre en la que se come la famosa empanada de carne. Bueno, mejor cuéntaselo tú, Nati.

–Tras la procesión, rezos y cantos en la ermita de la Virgen  –refirió Nati risueña tomando el relevo–,  Gabi y yo buscamos un lugar para poder comer a gusto la empanada. Buscamos una zona algo apartada junto al río. Allí ocurrió algo misterioso, que aún no llego a explicarme. Vi y no vi a un tiempo como a una deidad, a un espíritu, no sé, algo que salía de las aguas y que con grave gesto se dirigió rápido y feroz hacia Gabino que en ese instante se disponía a comer.

–¡No está hecha la miel para la boca del asno! –retumbó en nuestros oídos sin saber ninguno de los dos a ciencia cierta de dónde había salido el mensaje–. De seguido se levantó un fuerte viento que hizo perder el bocado de empanada a quien hasta ese preciso momento era mi novio. Gabino cayó por tierra y con los ojos desorbitados de su boca salieron sapos y culebras en forma de palabras: «Orisha Ochún, espíritu de los ríos y del amor, vete de aquí. Apártate, traidor, mendaz. Deja que me aproveche de esta mujer que cree que la quiero y que jamás la engañaré»

Prosiguió Nati con su relato, completándolo Gerardo con informaciones relevantes. Resultó que él, que como todo el pueblo participaba en la romería, por pura casualidad oyó las palabras de Gabi, que estimó propias de un loco; sospecha que confirmó al reparar en la violencia y la falsedad de su mirada. Rápido, se acercó y se interpuso entre él y Nati, quien, temerosa de resultar agredida, se abrazó a Gerald con pasión.

Santa intercesión

–Un cubano danzón –dijo Nati– pasó por el lugar cuando ya Gabi se había ido y se puso a hablar con nosotros. Yo no entendí bien lo que decía: que si era Maestro babalawo de la religión yoruba, que si sus antepasados eran nigerianos y que practicaba la Ifa y sabía de las orishas para solventar problemas humanos, que si uno de esos problemas era el del amarre amoroso y que a veces los que parecen sólidos y establecidos son en realidad falsos y débiles.

Nati estaba estupefacta. Era su idioma el que utilizaba ese guapo cubano pero ella no comprendía nada. «’Yoruba’, ‘babalawo’, ‘orisha’. ‘ifa’… pero ¿qué dice este hombre?». Aprovechando la confusión mental de la muchacha el joven danzón se dirigió a Gerardo

–Perdona chico –dijo el cubano mirándole–, pero se te ha caído este dinero al suelo–.Y le entregó un fajo de 16 billetes de 50€.

–Come con nosotros y disfruta, amigo –exclamó Gerald–. Nunca te estaré lo suficientemente agradecido.

–¡Ah, Nati! –comentó el babalawo levantándose ya para irse tras comer un trozo de empanada– los juegos de sábanas que habías bordado con las letras N y G entrelazadas te siguen sirviendo, ¿no?

Nati le dedicó una inmensa sonrisa mientras el Maestro emprendió la marcha andando sobre el río para al poco, como por ensalmo, desaparecer.

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Notas

Babalawo: En la santería o religión Yoruba, el Babalawo, es reconocido como clérigo y actúa como tal en la comunidad. 

Orisha: Espíritu que desempeña un importante papel en la religió yoruba. Hay muchos orishas.

Oshún:  En la santería sincretiza con la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Reina las aguas dulces del mundo, los arroyos, manantiales y ríos, personificando el amor y la fertilidad.


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