Escultura de Romero Zafra.
Santa María de Cervelló, virgen mercedaria. 19 de septiembre.Familia e infancia.
Fue María de la noble estirpe de los Cervelló, una familia antiquísima que había participado en la reconquista de Cataluña y Valencia. Agraciada por reyes, poderosa en bienes y en influencias. Su padre, de nombre Guillem, de joven quiso ser religioso, pero sus padres se lo impidieron, considerando que al tener poca descendencia ellos, toda su fortuna, títulos y prebendas, pasarían a otros parientes. Así que obligado, casó con Ana María Ferrer y Sors, igualmente pertenecía a la nobleza más aguerrida del condado, y era piadosa y muy caritativa. Durante tiempo no tuvieron hijos, hasta que la madre acudió a San Pedro Nolasco (29 de enero y 6 de mayo) para que rogase a Dios por ellos y pudieran concebir. Le prometió el santo que así lo haría, y efectivamente, el 1 de diciembre de 1230 les nacía una niña a la que llamaron María, en honor a la Santísima Virgen. Fue bautizada el 8 de diciembre, día de la Concepción, en la parroquia de Santa María del Mar, que les correspondía, en el primitivo sepulcro de Santa Eulalia, que fungía como pila bautismal. Educaron a la niña en la piedad, la caridad, lamodestia y la hmildad, siendo admiración de los familiares y de toda la ciudad (!) los progresos que hacía la pequeña, floreciendo en ella todas las virtudes. Baste decir que a los siete años sus únicos gustos eran la caridad y la piedad. Solo quería saber de las cosas de Dios. No salía de casa sino era para ir a la iglesia o socorrer a los pobres, vivía en encerramiento, solo se acompañaba de niñas que fueran piadosas como ella, para jugar a las monjas. Y nos saltaremos toda esta infancia legendaria, la verdad.
María, virgen consagrada.
Ya hecha una joven, dejó de querer que la atendieran esclavos o criados, visitaba los hospitales tres veces a la semana, además de visitar los barrios pobres, dando socorro a todos cuanto podía, implicando también a algunos familiares en esta obra apostólica. Jamás miró hombre alguno, considerando que la pureza virginal era el regalo más valioso que Dios le había hecho. Por ello, cuando sus padres intentaron casarla con un joven virtuoso y noble, también de la casa de los Cervelló, ella se negó rotundamente. Su tío Guerao intentó convencerla aludiendo a la tristeza de sus padres por no tener descendencia, con que el matrimonio también puede servir para llegar a Dios, que si una ama de casa también puede ser santa, etc. Pero nada, María miraba por su salvación, por lo cual suplicó y suplicó, hasta que sus padres accedieron a que se hiciera la voluntad de Dios, que veían en su bendita hija. Libre María para elegir estado, tomó de confesor a piadoso y docto San Bernardo de Corbara (2 de febrero), religioso mercedario del convento de la Merced de Barcelona. Este le dirigió, moderando sus penitencias, encaminándolas a su verdadero fin: la purificación y el desapego de lo material, incluidas las mismas penitencias, las cuales llegan a no necesitarse cuando el alma se adentra en Dios y ya es una con Él. Refrenó también sus horas de oración y caridad, para que dedicara más tiempo a su familia y amigos. En fin, que la templaba en el mundo, que le conociese, para que amara más el claustro. Y tanto, que de nuevo sus familiares intentaron casarla, pero aquí tuvo María la ayuda de su confesor, que la defendió e hizo ver mediante un sermón a la familia, que aquella joven estaba “predestinada” para Dios. Sintiéndose libre para Dios, María entró a su aposento, y luego de encomendarse a la Madre de Dios, se cortó los cabellos y se puso un sayal áspero, confesando a sus padres su definitiva intención dedicarse a Dios. Con 18 años, en 1248, redactó un voto de virginidad, que entregó a su confesor y que durante siglos se conservó en la basílica-convento de la Virgen de la Merced de Barcelona.
El beaterio.
Encerrada en su aposento vivió hasta los 30 años, cuando muere su padre en 1260. Junto a su madre vendieron joyas, posesiones, donaron casi todo a los pobres o para la redención de los cautivos, y se retiraron a una pequeña casita que poseían junto al hospital de Santa Eulalia. Allí, como dos beatas vivían en recogimiento, oración y penitencia. Solo salían para servir a los pobres, asistir a los oficios con los religiosos mercedarios o atender a los enfermos en el hospital. En 1265 murió la madre, quedando desolada María de Cervelló, aunque confiada en Dios. Poco tiempo le duró la soledad, pues asociada con los padres mercedarios, dio cabida en su beaterio, a dos mujeres piadosas: la Beata Eulalia Pinós (5 de febrero) y la Beata Isabel Berti (19 de enero). Eran viudas de caballeros que trabajaban caritativamente en el hospital de Santa Eulalia, habían donado posesiones y ofrecían sus oraciones y trabajos por la obra redentora de los frailes. Acogidas allí, se redactó una norma de vida, y bajo el gobierno de María, nacieron las beatas mercedarias, origen de la rama femenina mercedaria. Ese mismo año de 1265, el capítulo General de Tarragona admitió la erección del Beaterio femenino, bajo la obediencia del prior de Barcelona, a la sazón Fray Bernardo de Corbara, el principal valedor de las tres beatas. El 25 de marzo tomaron el hábito mercedario, semejante al de los religiosos, con toca y velo, por supuesto. Profesaron el 8 de julio del mismo año y María fue nombrada superiora de la pequeña comunidad. La vida de las tres religiosas continuó encaminada a la redención de los cautivos, mediante la oración y el auxilio a los enfermos de su hospital (en principio no tenían clausura papal, que llegaría mucho más tarde). Aprendieron el Oficio Divino, para unirse a la liturgia de la Iglesia. Vivían pobremente y hacían penitencia, todo por los pobres cautivos cristianos y sus frailes redentores en las tierras de África y el sur de España. Al poco tiempo tuvieron otras compañeras, entre ellas Santa Colagia (21 de junio).
Nuestra María ayunaba tres días a la semana, y los demás solo tomaba unas verduras, sin permitirse el vino o el queso. Tanta fue su caridad, que comenzaron a llamarla “María del Socorro”, cumpliendo el cuarto voto mercedario, de ofrecerse uno mismo por los cautivos, si fuera necesario. Ellas, las religiosas, lo hacían con la caridad, las penitencias y las oraciones. Una entrega total. Cualquier regalo que sus familiares le llevaban, lo derivaba al hospital, para los enfermos. Usaba permanentemente un cilicio sobre las carnes, dormía en el suelo aunque tenía cama, y un madero era su almohada. Su oración y presencia de Dios eran permanentes, y cosa rara, tenía licencia para comulgar todos los domingos y fiestas importantes de la Iglesia. Varias veces fue vista en éxtasis ante el Sacramento, o ante un Cristo muy devoto que poseía desde su infancia y le acompañaba siempre. Sabida es de su intercesión constante por los frailes que iban a tierras de moros, y tan ardiente era, que más de una vez salvó con su oración a los navíos de tormentas, ataques de piratas, fuegos. Las leyendas hablan de que gozó del donde la bilocación: habérsele visto sobrevolando los barcos, o caminando sobre las aguas protegiéndoles trazando la señal de la cruz, mientras que a la misma hora estaba absorta en la oración, en su monasterio. Además, sanó a varios enfermos, tenía don de conciencias, predijo en más de una ocasión el fruto de expediciones mercedarias, etc. Fue amante de las Sagradas Escrituras, leyéndolas constantemente, así como otras obras espirituales. Escribió a varios prelados, religiosos, y alguna obrita espiritual perdida. Se le atribuyen muchas frases y enseñanzas a nuestra santa. Recojo algunas:
“Hombres sin letras, más se deben llamar estatuas que hombres”.
“La alegría quieta y sosegada es don de Dios, que pocos la conocen. Y sólo los pobres de espíritu la alcanzan”.“Armas contra el demonio: fe y Escrituras Sagradas”.
“Hacienda propia se ha de ofrecer a Dios, y no la ajena”.
“La oración enternece a Dios, pero las lágrimas le fuerzan”.
“No han de durar más los reinos, de lo que dura la justicia en ellos”.
Muerte y gloria.
A mediados de 1290, con sesenta años, tuvo la revelación de que su vida estaba a término y pronto se reuniría con el Esposo Cristo. Redobló sus oraciones, penitencias y obras piadosas. A inicios de septiembre tuvo un desvanecimiento y fue llevada a la enfermería. Allí se encomendaba todos los días a la Santísima Virgen, hacía profesión de fe y renovaba sus votos. Aconsejaba a las religiosas, les daba ejemplos y ejercitaba su obediencia y paciencia para con todas. El día 19 pidió le leyeran la Pasión y Muerte del Señor, consolándose en ella. Mientras, la gente se arremolinaba en torno al convento y en las iglesias se ofrecían oraciones por la santa madre María del Socorro. Al término de la Pasión, expiró dulcemente y un silencio triste se extendió por toda la ciudad, roto por el júbilo de las campanas, que solas repicaron, anunciando la entrada gozosa en el cielo de María y confirmando lo que todos creían ya: que era una santa. Los frailes llevaron el santo cuerpo a la iglesia del hospital de Santa Eulalia, donde durante tres días fue venerado por el pueblo, se ofrecían sufragios y ocurrían curaciones y portentos. Fue enterrada en la capilla de Santa Marina de la misma iglesia, cerca del altar mayor. Después de muerta (o viva plenamente), su protección sobre los navegantes y expediciones mercedarias no fue a menos, sino que ya en la gloria, se multiplicó, a tenor de los numerosos testimonios de religiosos, comerciantes y cautivos.
En 1380 Pedro IV de Aragón “el Ceremonioso”, hizo trasladar el cuerpo de María de Cervellón, a un sepulcro más digno, acorde a la devoción que el pueblo y él mismo le profesaban. El 16 de agosto se abrió la sepultura, hallándola incorrupta y se hizo la traslación, a una caja dorada y hermosísima. Y ocurrió el milagro de que siendo la nueva más grande que la anterior, el santo cuerpo no cabía de manera alguna. Sacaron en conclusión que María prefería su antiguo y sencillo ataúd, por lo que fue puesto en el mismo, que sellaron y depositaron en la capilla de Santa Catalina. En vano, pues al otro día apareció el cuerpo en la sacristía del templo, queriendo manifestar María que no quería otro sitio que su humilde enterramiento primitivo. En 1402 se escribe la primera crónica de vida, muerte y milagros de la santa, para presentarla en el Capítulo General de Lérida. En 1420 fue trasladada a la basílica y convento de la Merced, y donde parece estaba a gusto, pues allí está todavía, recibiendo la veneración de los fieles, entre ellos un servidor, que la ha podido venerar. Aunque siempre fue tenida como santa, en 1692 Inocencio XII confirmó el culto inmemorial que la Orden Mercedaria y Barcelona rinden a Santa María de Cervelló.
Fuente:
"Vida y hechos maravillosos de Doña María de Cervellon". ESTEBAN DE CORBARA. Barcelona.