Daniel de Pablo Maroto, ocd
Convento de La Santa-Ávila
Las enseñanzas de santa Teresa en sus “Obras” escritas son tan extensas que no solo se refieren a cosas “espirituales” o “místicas”, sino que abarcan muchas áreas del saber. Por poner ejemplos, en alguna ocasión he escrito sobre las informaciones meteorológicas de su tiempo y son conocidos los estudios sobre la economía, sus relaciones con gentes de todo el espectro social y religioso, etc. En este breve artículo me refiero a la situación en que se encontraba la sociedad y la Iglesia de su tiempo: está en guerra, en llamas; y lo que pretende ella -sin explicitarlo demasiado, pero con suficiente claridad- es ofrecer a la Iglesia y a la sociedad los medios para apagar el incendio. El símbolo del “fuego”, la “llama”, el “arder” es una terminología muy frecuente en el vocabulario teresiano para explicar la intervención de Dios en ciertas almas escogidas para hacer grandes obras en la Iglesia y la humanidad.
Es evidente que, con ese dicho –estase ardiendo el mundo– y en ese contexto literario, se refiere sobre todo a las guerras y divisiones que han creado en Europa los herejes contra la Iglesia católica que ella identifica con la “desventurada secta” de los “luteranos”; leyendo sus obras, nos damos cuenta de que el conocimiento que tuvo de las herejías en Europa y en España era muy limitado; pero, olvidando todo el fondo histórico que entraña lo escrito por ella, recordemos algunas de las circunstancias sociales y religiosas a las que alude.
Un primer dato, sintomático más que curioso, es que la madre Teresa estaba en contra de la política belicista de Carlos V y Felipe II al declarar la guerra a los herejes con las armas, como consta de un breve inciso que pasó sospechosamente la censura de la primera redacción –no la segunda– del Camino de perfección: “Aunque se ha pretendido hacer gente para que -si pudieran- a fuerza de armas remediar tan gran mal y que va tan adelante” (CE, 3,1; ver CV, 3, 1).
Ella propuso para apagar el incendio el vivir con perfección los Evangelios de Jesucristo en una curiosa estrategia de combate: construir una ciudad bien fortalecida -¿Ávila como sugerencia?- con “gente escogida”, de “buenos cristianos”, dirigidos por los capitanes que son los “predicadores y teólogos”, representantes del “brazo eclesiástico y no el seglar” (¡!); y si son “tales” como ella espera, acabarán venciendo a los herejes por la bondad de su vida (CV, 3, 1-2). Un ejemplo práctico y medio eficaz para vencer a los herejes lo propuso con la fundación del convento de San José viviendo con perfección la propuesta de Cristo en los Evangelios y la Regla de su Reforma del Carmelo.
Estos hechos narrados por la madre Teresa reducidos a síntesis en este espacio limitado, pienso que se pueden extrapolar a lo que está aconteciendo en nuestros días en algunas partes del mundo; afectan de manera trágica a la humanidad en las catástrofes naturales, al parecer de algunos de manera especial en nuestro tiempo; en las guerras que no cesan y cada vez más destructivas; la última en nuestros días y todavía en curso mientras escribo estas líneas, la iniciada por los terroristas islámicos contra el pueblo de Israel en su propio territorio y que está comenzando a incendiarse en los lugares cercanos sin saber cómo acabará. Por todo ello podemos decir que el mundo sigue en llamas.
Previamente estábamos oyendo desde hace bastante tiempo los dichos proféticos de los que podemos llamar profetas de calamidades como catástrofes naturales, sin especificar demasiado, para el mes de octubre de este año 2023, especialmente el día 13. Los lectores y oyentes de sus profecías podían sospechar que se trataba casi del fin del mundo y el juicio final; lo peor de todo es que apoyaban sus profecías en no sé qué revelaciones de la Virgen María a ciertos “videntes” y “oyentes” en diversas partes del mundo como Fátima, Garabandal, Metyugorie, etc. De momento el mundo sigue en pie, aunque convulsionado por la guerra entre judíos e islamistas que tiene muy mal pronóstico de futuro.
Pasado el fatídico y trágico anuncio celeste, lo que ha quedado claro es que las previsiones de los científicos meteorólogos se están cumpliendo porque el planeta tierra tiene sus ciclos y opera “a su manera” desde hace muchos milenios o millones de años que nosotros desconocemos. Además, la historia de la humanidad conocida nos demuestra que las catástrofes naturales en el planeta tierra (terremotos, erupciones volcánicas, desbordamientos de los ríos y los océanos, las epidemias y las pestes, etc.) han acompañado siempre a la humanidad y siguen atacando a los seres humanos. Como mera anécdota, recuerdo que la madre Teresa tuvo que sufrir el “catarro universal” que atacó a España en el año 1580 y que la acercó bastante a la muerte, como ella misma confiesa.
Y las guerras entre humanos desgraciadamente son un producto natural de los habitantes de esta nuestra tierra desde tiempos inmemoriales, y es de esperar que continúen en el futuro. La única diferencia con el pasado belicista es que los hombres de nuestro tiempo tienen en sus manos tanto poder almacenado que pueden destruir el planeta y la vida sobre la tierra; pensemos, por ejemplo, en las bombas atómicas almacenadas en los arsenales y otras bombas tan destructivas de la vida como las atómicas. Y seguirán sin desterrar totalmente las enfermedades, las epidemias, y aparecerán otras nuevas, no obstante la hermosa evolución de las ciencias médicas. Termino proponiendo y deseando a los humanos de nuestro tiempo y del futuro un mundo feliz. Y que el buen Dios y Teresa apoyen y completen este buen deseo.
(Referido al pensamiento de Teresa de Jesús, remito a los lectores a mi obra Santa Teresa de Jesús. Historiadora, Burgos, FONTE – Editorial de Espiritualidad, 2021, 254 pp.).