Revista Cultura y Ocio

Santa Teresa de Jesús: del Cristo “hombre” de la meditación al “resucitado” de la experiencia mística

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Santa Teresa de Jesús:  del Cristo “hombre” de la meditación al “resucitado” de la experiencia místicaDaniel de Pablo Maroto, ocd
"La Santa" (Ávila)

En el Domingo de Resurrección gozamos los cristianos recordando al Cristo "Resucitado" y viviente. Además, en este día asocio al evento de gloria el recuerdo de la vivencia de Teresa enamorada del "Hombre" Jesús revivido en la oración meditativa y de un Cristo glorioso en una elevada contemplación mística. En ambos momentos de su vida entra en contacto amoroso con el Cristo histórico de la pasión, muerte y resurrección. Acompañemos a Teresa en este proceso como orante y contemplativa y vivamos con ella y con Cristo este hermoso día de la Resurrección.

Sabemos por propia confesión que las primeras relaciones de Teresa, desde su alta infancia, fueron con Dios Padre que premia a los buenos con el cielo, como constata al comienzo de la Autobiografía: leyendo la vida de los santos mártires, deseó imitarles para ir al cielo y " gozar de Dios" "para siempre"; y, para conseguirlo, proyectó ir a "tierra de moros" para que, a ella y su hermano Rodrigo, los "descabezasen" por Cristo (Vida, 1, 5). Andando el tiempo, descubrirá que ese Dios Padre dirige la historia y elige a algunos, entre ellos a Teresa de Jesús, para extender el reino de Cristo en el mundo. En el período borrascoso de la adolescencia, cuando se desvía del camino de la verdad, siente que Dios anda "mirando y remirando por dónde me podía tornar a Sí" (Vida, 2, 8). Finalmente, en el convento de Santa María de Gracia maduró su vocación al monjío oyendo a una monja " cuán bien hablaba de Dios " (Vida, 3, 1).

El trazado de este breve itinerario de la vida de Teresa demuestra que su primera relación con la divinidad fue con Dios Padre; pero en un cierto momento de su vida pasó a una relación con Jesucristo; lo cierto es que ese paso existió en la experiencia religiosa de Teresa sin que podamos poner al cambio límites cronológicos estrictos. Lo cierto es que ella, en un cierto momento, descubrió a Cristo Dios y Hombre con el que dialogará amorosamente en la oración. Consta históricamente que, camino de Becedas como enferma, descubrió un libro, el Tercer Abecedario de Francisco de Osuna, en el que aprendió un método de oración, el recogimiento, que ella aprovechó para cristificar su contenido y alabar su eficacia (Camino V, caps. 28-29).

Fue, posiblemente, donde Teresa aprendió no solo una técnica psicológica de interiorización para hacer oración, sino que la utilizó para "dialogar" afectivamente con Cristo en su condición humana: "Yo solo podía pensar en Cristo como Hombre" (Vida, 9, 6); por eso gozaba al contemplar sus "imágenes". Y con ese Cristo representado en su interior dialogará, gozará y sufrirá los distintos "pasos" de su vida y especialmente de su "Pasión". Y aconseja a los "orantes" que sientan la compañía de Cristo meditando su vida, que le miren y se sientan mirados por Cristo, que hablen y sientan las respuestas de Cristo (Cf. Camino V, 26, 1, y 3 y 24, 4).

Pasando el tiempo, en torno a los años 1551-1555, Teresa comenzó a experimentar "fenómenos" místicos, como sentimientos de presencia especial de Dios no procurados, locuciones de Cristo, visiones, etc., que sus consejeros abulenses -sacerdotes y un laico- lo atribuyeron a la influencia del demonio (Vida, 23, 14; 25, 14). Pues bien, fueron sus confesores jesuitas los que le aconsejaron volver a la meditación de los misterios del Verbo Encarnado especialmente su "Pasión", entre ellos los Padres Diego de Cetina, Juan de Prádanos y el mismo san Francisco de Borja, siguiendo las meditaciones que san Ignacio propuso para las tres primeras semanas de los Ejercicios Espirituales, dirigidos por el Padre Cetina, según refiere el Padre Juan de Ribera.

"Díjome tuviese cada día oración en un paso de la Pasión y que me aprovechase de él y que no pensase sino en la Humanidad " [de Cristo] (Camino V, 23, 17). Le hizo caso y fue su salvación: se encontró con la verdad de los Evangelios a la letra, con el realismo de la vida y pasión de Cristo. El consejo se lo repitió san Francisco de Borja: "Que siempre comenzase la oración con un paso de la Pasión" (Vida, 24, 2). En la "meditación" de los "pasos" de la Pasión descubrió al Cristo Hombre y le sugirió materia de "meditación" que ella propone a los orantes (cf. Vida, 9, 4; 13, 22; 22, 13-14).

Queda la segunda parte de este discurso: el encuentro con el Resucitado Jesús, no solo en la meditación cotidiana, sino en la contemplación mística de su cuerpo glorificado. Los lectores de estos "fenómenos" místicos con referencias corporales sepan que, cuando Teresa se refiere a sus "visiones" no significa que "ve" el cuerpo de Cristo viviente, muerto o resucitado, sino que tiene conciencia de su presencia de otra manera; lo mismo cuando escribe sobre las "locuciones", que no "oye" con los oídos corporales porque son voces interiores, palabras "sustanciales" de las que escribe san Juan de la Cruz, que son eficaces: cumplen lo que dicen.

Dicho esto, recojo algunas de las "visiones" de Cristo Resucitado y viviente tenidas por santa Teresa en muchos actos de "contemplación mística", la que induce Dios en el alma más allá de la que ejercita el orante al "modo humano".

"Porque si es imagen, es imagen viva, no hombre muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios. No como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado. Y viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar, sino que es el mismo Señor, en especial en acabando de comulgar" ( Vida, 28, 8).

" Casi siempre se me representaba el Señor así resucitado, y en la hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esforzarme si estaba en tribulación, que me mostraba las llagas, algunas veces en la cruz y en el Huerto, y con la corona de espinas pocas; y llevando la cruz también algunas veces para, como digo, necesidades mías y de otras personas, mas siempre la carne glorificada " (ib., 29, 4).

Concluyo con un recuerdo a María, la madre de Jesús, que tanto sufrió en la Pasión de su Hijo y gozó en su Resurrección, como Teresa escribió en una Cuenta de conciencia de Salamanca en 1571:

"Díjome [Cristo] que, en resucitando había visto a Nuestra Señora porque estaba ya en gran necesidad [...]. Y que había estado mucho con ella porque había sido menester, hasta consolarla" (En edición de EDE, nº 13). La noticia no consta en los Evangelios, pero la pudo leer en la Vita Christi, del Cartujano (parte II, cap. 70). Y en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, nn. 218-225 y 299. ¡Buen momento este día de la Resurrección para recordar a María y gozar en su compañía!


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