Daniel de Pablo Maroto, ocd
Convento de La Santa-Ávila
El día 1 de octubre celebramos la fiesta de santa Teresita del Niño Jesús, buena ocasión para recordar que la UNESCO, agencia de la ONU para la ciencia y la cultura”, la ha propuesto como personalidad a conmemorar en los años 2022-2023. Generalmente escoge a personas destacadas por sus aportaciones a la cultura, la información, las ciencias y las artes y que han contribuido al progreso de la humanidad y a la paz entre las naciones. Para este bienio han sido elegidos, entre otros candidatos, Nicolás Copérnico y Gregorio Mendel, que enriquecieron los conocimientos de la astronomía y la genética respectivamente. Junto a ellos -curiosamente- aparece una monja carmelita descalza que murió a los 24 años de edad (1873-1897) de la que se conmemora el 150 aniversario de su nacimiento el año 2023.
Por su juventud, por sus creencias religiosas y su aportación aparentemente mediocre al progreso de la humanidad, nos parece una elección, al menos, “rara”, y les parecerá extraña a los que no conocen la vida ni los escritos de esta joven monja carmelita descalza. Recuerdo de paso que santa Teresita ha sido proclamada “doctora” de la Iglesia en 1997 por el papa Juan Pablo II, una de las pocas mujeres que ostentan ese título; y que fue canonizada el año 1925 por el papa Pío XI.
La propuesta de la candidatura la sugirió Francia, apoyada por otras naciones; y fue acogida por el rector del santuario teresiano de Lisieux, el padre Olivier Ruffray fundándola en algunas razones, como ejemplo de educación, ciencia y cultura, esperando que la elección de una mujer favorecerá el actual movimiento “feminista”. Recuerda también el entusiasmo devocional que ha suscitado siempre la figura de Teresita, suyo santuario en Lisieux es el centro de peregrinaciones más visitado en Francia después de Lourdes; se calcula que más de un millón de personas visitan el lugar al año.
Repesando las “razones” propuestas para la elección de la candidatura, creo que más que la educación del pequeño grupo de novicias del convento cuenta la que ejerce sobre todos los lectores de sus escritos, que tuvieron, a raíz de su muerte, una prodigiosa difusión, especialmente la Historia de un alma. Después, sus Obras completas han tenido incontables ediciones en más de 80 lenguas con millones de ejemplares. Se alega también su ciencia y cultura fundadas en su creencia en el Dios cristiano que le enseñó la ciencia del amor, de la que es una “doctora” indiscutible.
Ciertamente la lista de “razones” no está completa y la elección de santa Teresita como modelo de humanidad tiene otros muchos fundamentos que, sin duda, aparecerán en la realización de la propuesta de la misma UNESCO: dar a conocer su vida y su mensaje, el movimiento “teresiano” mundial, organizando actos culturales y religiosos, una plataforma desde la que los carmelitas descalzos tendrán una ocasión para presentar el valor universal de la humilde carmelita de Lisieux. No olvidemos que la religión cristiana es también cultura, como demuestra la civilización occidental, especialmente en Europa. Pensando en el “valor universal” de santa Teresita, es difícil encontrar una explicación racional, pero es cierto el hecho de la atracción universal que suscita. ¿Qué misterio secreto esconde una figura tan joven, tan identificada con una ideología religiosa, cristiana y carmelitana?
Apunto algunas respuestas a este interrogante. Creo que Teresita encarna la “autenticidad” de una vida fundada en el “amor”, un valor universal que, en ella, tiene un fundamento más allá de la razón y la psicología: Dios Padre encarnado en el Hijo Jesucristo. Esa experiencia le lleva a enseñar que no debemos amar al prójimo “como a nosotros mismos”, como exige un precepto del Decálogo, sino “como es amado por Dios”.
Teresita superó con esta experiencia personal los restos del viejo jansenismo que presentaba a un Dios justiciero, exigente de vida ascética y castigador de pecadores. Mentalidad del Antiguo Testamento fundada en textos bíblicos donde se funden inexorablemente el crimen del creyente y el castigo de Yahvé. Teresita fue -como propuso el papa Benedicto XIV (1921)- la “nueva profecía” proclamada en el entretiempo de dos guerras mundiales (1914-1945). El siglo XIX propició -como respuesta- una espiritualidad victimista, de “reparación” y “esclavitud” a un Dios ofendido por los pecados. Teresita, en cambio, se ofreció como “víctima” no a ese Dios inmisericorde, sino al “Amor misericordioso”. ¡Un símbolo de cambio de mentalidad! Ante un Dios Padre, lleno de ternura y misericordia se presentará no rica de “méritos” propios, sus buenas obras, sino “con las manos vacías”. Superación del pelagianismo.
Termino recordando la cercanía de Teresita con los disidentes de la religión cristiana. Tuvo experiencia del mundo de los pecadores, primero con el criminal Pranzini, condenado a muerte y arrepentido antes de morir en el patíbulo; después con los sacerdotes, camino de Roma. Y, finalmente, con los ateos. Antes de morir, experimentó una noche oscura de fe que le hizo comprender el sinsentido de una vida sin fe y que ella ha narrado con unas expresiones de drama espiritual, como en realidad es, provocado por el Dios que purifica las almas santas. (Leer las patéticas expresiones de la Santa, en Ms C, 5-v-7r).
Concluyendo: Teresita es un valor universal en la historia de la humanidad. Encarna en su persona el “humanismo integral” de los grandes pensadores de su siglo y del siguiente; y, además, lo más puro del auténtico cristianismo: la existencia de un Dios Misericordia que siempre espera a los hijos fieles y a los descarriados y hasta los que no creen en Él. Por eso la UNESCO la ha elegido como testigo del amor universal que es causa de la paz, la cultura y el progreso de la humanidad.