El Catastro del año 1831 registró de 14 a 15.000 habitantes con preponderancia, en las clases sociales, de comerciantes, fabricantes, navieros, artesanos y matriculados de Marina (pescadores). Diez años después se publicaba una especie de Memoria local para congratularse de que la ciudad había caminado «a pasos de gigante» en cuanto a ornato público; que se habían embaldosado los Muelles y «todas las calles», y hecho empedrados nuevos de más solidez, duración y hermosura; hacía el elogio de la iluminación pública, «toda de reverberos»; que las casas se construían siguiendo el reglamento general y se habían creado nuevos paseos. No se olvidaba señalar el detalle del cumplimiento absoluto en cuanto a no instalar balcones de madera muy volados sobre las calles …
De “Santander en la historia de sus calles”, de J. Simón Cabarga
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