José Luis Casado Soto
Hacia el año 1500 Santander era una villa de realengo situada en medio de la costa del Cantábrico. Sabemos poco de su vida cotidiana y de los esfuerzos invertidos en mantener el alto grado de autonomía que permitió a sus gentes la consecución del importante núcleo mercantil que nos evidencia la realidad urbana de finales del siglo xv. Desde que recibiera el fuero de Alfonso VIII, en 1187, a lo largo del período bajomedieval, sus barcos y sus hombres de mar y de guerra mantuvieron un protagonismo destacado en las diferentes alternativas de aquellos tres siglos. Estuvieron presentes en todas las armadas y lograron resistir los asaltos señorializadores, sus naves fueron instrumento fundamental del activo comercio de lana y fierros, maderas y cueros, paños y vinos que, por un lado, unían al Cantábrico con Flandes, Inglaterra y Francia, y por otro con Galicia y Andalucía, sin olvidar las incursiones en el Mediterráneo. Sus pescadores, mayoría de la población, no sólo se ocupaban en las rentables pesquerías de besugos que exportaban a Castilla a cambio de trigo, sino que disponían de la segura y amplia bahía donde realizar buen número de capturas para el propio consumo. En fin, este esquemático bosquejo quedaría incompleto si no se le incorporase la nómina de guerras, naufragios y tensiones internas, que en ocasiones terminaban en sangre, los incendios y las epidemias