Hoy, en Domingo de remember, recupero la entrevista que le hice a Santiago Auserón en agosto de 2008 para la revista EME (El Mundo). ¿La excusa? Estos días presenta su nuevo disco, Río Negro, y ha dado comienzo su gira 2011.
Imagen portada: La huella sonora
En aquel entonces nos habló de Radio Futura y su disolución, de las descargas ilegales en Internet, de Panero y la poesía, de la autoproducción como salvación y único camino, y de un largo etcétera. Pasen y lean.
ENTREVISTA A SANTIAGO AUSERÓN
Fotografía_Quico García
Apura precipitada y rápidamente la rueda de prensa de presentación de su último trabajo discográfico, “Canciones de Santiago Auserón con la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics”. Grabado en directo el pasado 16 de septiembre de 2007 en el Teatro Principal de Palma de Mallorca, compila una selección del repertorio de Radio Futura y Juan Perro en un formato doble (DVD+CD). Y, sinceramente, suena de vicio. Aprovechamos para hablar con él y nos encontramos con un Auserón (Zaragoza, 1954) que parece someterse a sí mismo a la precisión de las palabras, tanto que matiza cada punto y no deja puntada sin hilo. ¿Demasiado influido por su fiel amante, la filosofía? Quién sabe, pero le sienta bien.
Escuchándole ahora, parece impensable que otrora fuera el compositor de canciones como “No se ría”, “La bola de cristal” y “Soy un electroduende”, entre otras, que ya residen indelebles en nuestro imaginario colectivo. Pero la vida nos cambia, matiza o perfila y, actualmente, Auserón se toma muy en serio a sí mismo, se muestra erudito, buen conversador y siente un profundo respeto por todo lo que acomete profesionalmente. Tanto es así que huye conscientemente de la fama por la fama y ha tomado la decisión razonada y razonable de quedarse fuera de la industria discográfica. La autoproducción es, hoy por hoy, su baza más importante. Le da libertad ante los intereses más mercantiles y menos artísticos. Pero, sobre todo, le permite huir cual alma que lleva el diablo de la imagen de músico-títere, la razón más importante de la desaparición definitiva de Radio Futura. Sin duda, la música pop española se vistió de luto en 1992. Desde entonces Auserón ha buscado, investigado e, incluso, experimentado con todo tipo de sonidos y métricas. Inoculado por la semilla negra, ha germinado Juan Perro, fuerte y sano. Un planeta solitario (o no tanto) en el firmamento de la experimentación sonora que se deja llevar por el son cubano y el jazz.
Durante la entrevista (todo hay que decirlo), cansado ya de responder a la misma pregunta, y sintiéndolo mucho por sus más acólitos fans, nos dice que “Radio Futura no va a volver”. Una pena. Calificado como el mejor grupo español de los últimos 25 años, según una votación realizada por Radio 3 en 2004, ¿cómo no preguntarle por ello? Tras la promo, nos cuenta, viene la calma y promete encerrarse en el estudio a componer nuevas canciones para Juan Perro. Hablemos, pues, antes de que esto ocurra con el visionario y canalla Santiago Auserón.
¿Mens sana in corpore sano?
Hombre, in corpore insano no mens. Cuando la salud peligra la mente también. Eso no quiere decir que no se pueda pensar o crear desde la enfermedad. Incluso hay creadores que han sacado lo mejor de sí mismos en esa lucha. Espero que ese no sea mi caso, pero llegado el momento tendré que hacerle frente, como todo el mundo.
Si hablamos de locura creativa, podemos hablar de Panero y, por lo tanto, de poesía. ¿Qué hay de ello en tus letras?
El deseo de aprender de los poetas, de capturar con palabras cosas que se nos escapan y que el lenguaje coloquial no traduce o no captura. El martilleo de las sílabas puede acabar por obligar a las palabras a decir algo más de lo que suelen decir a diario. Las palabras, entonces, admiten convertirse en piel de tambor y vibran en un registro mucho más amplio. Ese juego me gusta.
¿Cómo es el proceso de creación de cualquiera de tus discos?
Hay un poco de todo. Pero últimamente, lo que más me preocupa es subrayar que un disco es agrupar una serie de canciones que, en un tiempo y un lugar concretos, adquieren pactos o piden compromisos con gente que se junta para darle forma, gente que te ayuda a comercializarlo y publicitarlo y gente que lo va a comprar. Realizar un disco significa llegar a pactos muy concretos. Pero, desde el principio, incluso en la intimidad más solitaria, las canciones son un asunto colectivo. Te sale una canción cuando te es dado manejar implícitos que suenan en los oídos de un cierto número de gente. Mientras practicas ritmos y melodías, puedes tener la suerte de dar con una fórmula que encarna un estilo de pensamiento o un deseo colectivo de decir una cosa. Si no hay ese implícito colectivo, las canciones no tienen ningún sentido o gracia. El hecho de ser un trabajo artístico conlleva que cuanta más gente capte la onda, mejor, porque el colectivo le da potencia. El dinero que genera es sólo una expresión más de esa potencia, no la única, sino la más superficial. Cuando la fórmula que las musas te regalan es afortunada tus fuerzas se multiplican y recibes la energía de la calle. Es como si fuera un germen que, cuando se planta en la tierra adecuada, da buena flor. Poco importa si es una maceta o un campo muy extenso.
Tu nuevo trabajo sale a la calle como resultado de un proceso de autoproducción que se queda fuera de la industria discográfica. ¿Es una solución posible para aquello que se considera minoritario?
En mi caso la autoproducción es, al mismo tiempo, un lujo y una necesidad. Un lujo que me puedo permitir porque tengo la suerte de tener un círculo no tan minoritario de seguidores fieles y amigos comprometidos que me hablan muy claro con respecto a mi trabajo, que me tratan de tú a tú y valoran lo que hago. Eso me permite trabajar en directo con regularidad y producir registros sonoros y audiovisuales a partir de ese directo. Eso es un lujo y, a la vez, una necesidad porque es la única fuente de ingresos. Ya no tengo contrato discográfico, lo que me permite sacar mi propio disco de una manera más libre y sin la obligación de aceptar cualquier condición.
Entonces, ¿es una forma de protesta respecto a la industria discográfica?
Yo nunca he sido un cantante protesta. Lo que sí soy es un tipo muy obsesivo con las formas artísticas, muy comprometido con el lenguaje, con las formas musicales y con la función que a mí me gusta que cumplan en sociedad. No me gusta verlas rebajadas. Creo en las canciones, en la poesía, en los sonidos, en los músicos y me parece gente fiable (cosa que no puedo decir de otras profesiones).
¿Qué salidas tienen los nuevos músicos frente a las descargas ilegales de Internet o las restricciones de la industria?
La salida es ninguna. Debemos insistir sobre este desastre, sobre este hundimiento de nuestra cultura. Es un déficit cultural tremendo y una ruina. Nos estamos labrando un feo porvenir. De hecho, Internet funciona bien. Es una de las pocas cosas que están vivas, se manifiestan y abren caminos a la música de las nuevas generaciones en España. En este momento, ni la industria ni los medios atienden a ninguna novedad, sólo quieren promocionar cosas que están ya vendidas de antemano y que con una sola llamada y el mínimo esfuerzo procure rendimientos fáciles e inmediatos. Eso está creando un callejón sin salida a la música y, con ello, al resto de la cultura española. Una sociedad en la cual las canciones no están vivas padece en todo su entorno artístico y, también, en el terreno de las ideas. Las canciones son un síntoma de la salud y capacidad de ensueño e imaginación de una sociedad. Cuando las canciones se embrutecen sólo se pone de manifiesto el predominio de las fuerzas menos interesantes.
Se puede decir que huyes de lo comercial en tu trabajo. ¿Crees que tiene esa experimentación un hueco en el mercado? ¿Es la música un mero espectáculo hoy en día?
En mi caso, soy afortunado, pero es muy difícil convocar a mucho público en un concierto. Si eres nuevo y no te conoce nadie es, además, imposible. Hoy en día. si te das un paseo por cualquier nave de ensayo y escuchas, ves que hay sonidos buenos, gente que suena bien, letras bien escritas… En los ochenta hubieran funcionado, la gente les habría prestado atención, pero hoy en día nadie les hace caso. Además, las academias televisivas forman a chavales para que adquieran un mínimo aspecto de profesionalidad, para que se presten a convertirse en iconos de papel o de celuloide. O sea, en imágenes que arden muy rápidamente. Yo pertenezco a una generación donde la canción popular fue una vanguardia experimental. El rock significó eso. Y si todavía me considero rockero es precisamente por esa razón.
¿Cómo has conseguido escapar tú de todo eso?
Con suerte. Pero nunca las tendré todas conmigo. De modo que, si quiero seguir siendo músico hasta envejecer, debo estar dispuesto a convertirme en un vagabundo callejero que haga música en una esquina. Alguien que quiera hacer canciones debe estar dispuesto a todo, a luchar para hacerlas públicas y luchar contra las resistencias que va a encontrar. Debe ser lo suficientemente listo para buscar aliados adecuados, tanto para formar una banda como para formar un equipo de producción, para tocar en sitios en los que le pueda ver la gente y componer el mejor material del mundo. Tiene que ser capaz de convencer a alguien y, a partir de ahí, no tiene que rendirse si pasa su juventud y no ha llegado a ser multimillonario. Su objetivo, no lo olvidemos, era hacer canciones. Si consigue pagar el alquiler haciendo bolos, ya va bien. Yo respeto el dinero, pero creo que el mejor favor que se le puede hacer al ser humano es considerar la posibilidad de no hacerlo todo por unas monedas. Con eso basta. Pero seríamos tontos si dijéramos que no nos importa. Todos necesitamos un hogar para pasar el invierno.
Si hablamos de retomar el pasado y hacerlo presente, ¿qué te parece entonces que se siga estirando La Movida madrileña? ¿Qué supuso para Radio Futura formar parte de algo así?
Que la gente se busque la vida me parece legítimo y correcto, con tal de que a mí no me obliguen a retratarme para hacerme siempre la misma foto. En La Movida hubo aspectos muy reivindicables y divertidos. Me parece un dato muy importante el hecho de que pueda haber calidad artística en canciones que están hechas sin pensar, sin experiencia ni formación y sólo de lo que pasa en el aire (de esos implícitos de los que hablábamos antes). Es una suerte tremenda que te ocurra esto una vez en la vida, vivir un periodo en que la sociedad exhala perfume, hay brillos en la calle… Pero eso lo vive una sociedad, no un individuo. Nadie puede asumir la responsabilidad y decir “La Movida soy yo” o “yo sí que estaba en La Movida”. Yo, sinceramente, sólo pasaba por allí.
Tu nuevo disco, sin embargo, retoma canciones de Radio Futura y Juan Perro. Sin ánimo de ofender, ¿sigues viviendo de rentas?
No cabe duda de que con mi nuevo trabajo estoy viviendo de material del pasado, pero yo no lo he elegido. Es decir, estoy simplemente respondiendo a cosas que me suceden y propuestas exteriores que me van llegando desde hace cinco años. Lo que tengo que hacer es encerrarme a componer canciones nuevas y responder menos. Si nos remitimos al proyecto concreto de mi último disco, ves cómo un día cualquiera un músico culto y de conservatorio como Enric Palomar (se dedica a escribir óperas, sinfonías y ballets) te dice “El Taller de Músics me ha pedido que arregle algunas de vuestras canciones. ¿Qué te parece, las cantarías?” Yo le dije que me lo pensaría, pero cuando asistí al primer ensayo, me quedé maravillado de cómo canciones que yo pensé que no iba a volver a cantar en mi vida (porque ya no me apetecía), de pronto, cobraban una dimensión inesperada y una vitalidad nueva. En este proyecto están pasando varias cosas al mismo tiempo. Por una parte, las canciones están siendo reinterpretadas por un músico culto desde una perspectiva de música hispana atemporal; por otra, están en manos de una generación de instrumentistas formados en la escuela de improvisación (Taller de Músics) que busca la confluencia del jazz con otras músicas y es una gente muy moderna, desinhibida y con un alto nivel de preparación técnica; pero, además, se trata de un encuentro intergeneracional, pues somos tres franjas de edad y tres escuelas de música distintas, pues yo soy de la escuela de música eléctrica-callejera, Enric viene del conservatorio y los instrumentistas son de escuela de improvisación independiente. El resultado es como si le hubieran dado un empujón a mi repertorio y lo pusieran a mil por hora. Como consecuencia, me apetece cantarlas de nuevo. De todos modos, la madre de las musas es la memoria.
Me imagino que todo el mundo te preguntará las razones de la desaparición de Radio Futura… Nosotros no vamos a ser menos.
Desparece por exceso de tensiones que ya no se hacían manejables. A partir de los noventa se empieza a ver que la confluencia a los conciertos es mucho mayor, pero el público ya no está comprometido con lo que escucha y sólo quiere responder al mensaje publicitario masivo. Responde a la radio fórmula y al prime-time de la televisión. Ya no presta atención a las canciones, empieza a corearlas como si fueran himnos futboleros. La presión mediática de la sociedad española se reorienta y el rock deja de ser el objeto del deseo publicitario. Es decir, las vallas de siete metros se llenan de pasión por el deporte de una manera programada y deliberada desde el gobierno y las instituciones. Ése es un síntoma de cambio, de un giro de la sociedad española en una dirección que deja de favorecer a la experimentación sonora. Nosotros vimos lo que se nos venía encima. Hubiéramos podido dedicarnos a explotar Radio Futura como empresa, pero eso exigía una decisión. Lo que ya no era llevadero era sostener el reto creativo y el negocio al mismo tiempo. Había que elegir una u otra opción.
¿Se produce entonces el empujón definitivo que provoca el nacimiento de un proyecto tan personal y comprometido como Juan Perro?
Juan Perro nace como resultado de un proceso de investigación acerca del pasado y de cómo los fundamentos de la lírica popular española pueden acercarse a la modernidad y buscar un camino de confluencia con otras culturas de manera natural. Eso te lleva a meterte en un taller muy amplio en el que hacer una canción se transforma casi en un trabajo de investigación, si te apasiona el tema de los ritmos y la tradición poética. Un taller en el cual los metros del verso se relacionan con las posibilidades de la melodía y las herramientas elegidas para darles voz.
Tu música está llena de jazz, flamenco, rock, música latina… ¿Es la fusión una realidad o un producto de marketing tipo “Word Music”?
Lo que se llamó “Word Music” es el último intento por poner una etiqueta a aquello que es tan variado que no cabe en un cajón. Se ha concebido como todo lo que contenga mezcla étnica y parece un puesto de venta de collares. A mí, personalmente, la música en plan souvenir no me gusta. La música, como la cocina, tiene que mezclar siempre ingredientes. Los estilos nunca son sólo cultos o sólo populares. La música es mestiza por naturaleza, pero la mezcla no es la fórmula de por sí. Aunque, bueno, yo también he pecado de ello.
Tienes tu propio estudio de grabación en casa, “La Tapia”. ¿Qué ventajas encuentras en ello?
Si le llamas a eso estudio de grabación… Se inundó el verano pasado y todavía estamos en obras. Es un caos absoluto del cual no sé si voy a salir vivo y que, además, no me permite saber cuándo voy a poder maquetar mi próxima canción. Es más, tenía un DAT estéreo portátil que se rompió el mes pasado. Así que en este momento estoy en una crisis total. Pero, bueno, ahora mismo estoy buscando nuevos procedimientos. Me obcequé en poner un estudio en casa para ser más independiente y eso me ha obligado a aprender cómo funciona el puto Pro Tools, me he pasado largas horas editando y corrigiendo las ediciones que había hecho otra gente con criterio no tan musical como el que yo hubiera deseado. Hay que tener cuidado con la producción independiente. Creo que en la música, el registro o la manera de grabar es lo menos importante. El registro de la música está en los cuerpos y en la memoria de los que la trabajan, es decir, en los músicos y los oyentes.
¿Qué te aporta el directo frente al estudio de grabación?
La situación, es decir, el encuentro con el público y el encuentro de todos en un momento y un espacio concretos. Para mí es muy importante ese aspecto situacional de la música. Es un momento en el que hay que jugar con la temperatura y humedad ambiental, la gente, el estado de ánimo, el feeling que predomina, la respuesta acústica del lugar y del equipo con el que estás trabajando. Es el tipo de producto que más me gusta elaborar, en el que me siento más a gusto, en el que entiendo mejor las técnicas de trabajo, me sale más natural y rindo mejor. Es como si fuera una escultura o una pintura a realizar en ese mismo momento y lugar con los elementos que encuentro, no lo percibo como un llegar y soltar. Sin embargo, en el estudio, aunque siempre trato de obtener situaciones lo más parecidas al aprendizaje del directo, no siempre lo consigo. Es decir, con respecto a mis discos tengo muchas críticas, sobre todo, en el aspecto de la producción.
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