Revista América Latina
Santiago de Cuba: Francia, sobre el tiempo y el mar
Publicado el 25 diciembre 2012 por Fabricio @yosipuedochacoPor Marta Cabrales* Santiago de Cuba (PL) Una placa que recuerda al cartógrafo francés Luis Francisco Delmés, uno de los más importantes de esta ciudad en el siglo XIX, quedó develada en una de las paredes exteriores de la céntrica florería Yarima, como una de las acciones de la Cátedra de Estudios Francocubanos y Caribeños Montaigne-Montesquieu. Esa iniciativa, retomada en septiembre último, da continuidad a empeños que se remontan a los años 80 del pasado siglo, cuando profesores universitarios y otros estudiosos y especialistas develaron aristas de la presencia del país europeo en la región y, significativamente, con el funcionamiento desde 1995 de la cátedra Víctor Hugo. Los antecedentes de estas búsquedas tienen, entre otros nombres gloriosos, los de los investigadores Francisco Prat Puig y Fernando Boytell Jambú, quienes se adentraron con el grupo Humboldt en los orígenes del patrimonio arquitectónico, civil, doméstico y agroindustrial del Oriente cubano y en particular de Santiago de Cuba. La apertura de la Casa del Caribe se sumó también a las indagaciones. Varias tesis de doctorado y otros estudios del departamento de Historia del Arte de la Facultad de Humanidades y de la Facultad de Construcciones de la Universidad de Oriente se insertaron en las investigaciones, enriquecidas también con las de expertos de la Oficina del Conservador de la Ciudad (OCC), surgida en 1997. Imposible obviar los aportes de las Universidades III y IV de Burdeos, con significativos intercambios de profesores, artistas y académicos cubanos y franceses, así como la realización de eventos diversos en los cuales se avanzó en este otro descubrimiento de lazos ancestrales. EL TERCER COMPONENTE Junto a las improntas española y africana, se reconoce a la francesa como el tercer componente en la conformación de la identidad cubana, que tiene en Santiago de Cuba una huella palpable por encima de las distancias de siglos y océanos; y está a la mano en el barrio El Tivolí, la calle Gallo y otros sitios y evidencias cotidianas. Deslumbrado por la Revolución Cubana desde su triunfo, el doctor Jean Lamore ha sostenido una estrecha relación con la Isla desde entonces y hoy es el presidente de honor de la Cátedra, en tanto que la profesora de la Universidad de Oriente, María Elena Orozco Melgar, la encabeza ejecutivamente. Con su sede en el Centro Cultural Francisco Prat, de la OCC, el órgano insufla nuevas energías a este acercamiento y promueve que se asuma por los lugareños, más allá de las personas especializadas, ese legado desconocido por muchos. Con los nombres de Montesquieu y Montaigne se rinde homenaje a dos insignes literatos y pensadores franceses que fueron alcaldes de la ciudad de Burdeos y proyectaron al mundo la universalidad de la cultura de su país. Entre las acciones de la Cátedra se inscriben las encaminadas a la difusión de la música y el cine franceses, edición de folletos bilingües, recuperación de testimonios acerca de esa presencia en la urbe, publicación de textos, la celebración de fiestas populares, reconocimientos a personalidades y el desarrollo de eventos sobre estos temas. En sus entrañas, Santiago de Cuba resguarda vestigios del paso de esos hombres y mujeres europeos que cruzaron el océano y sus destinos con los pobladores de tierras caribeñas y americanas: uno de ellos, el médico de Napoleón Bonaparte, Francisco Antomarchi, descansa su celebridad en el cementerio local de Santa Ifigenia. PATRIMONIOS DE LA HUMANIDAD La emigración francesa hacia estos lares tuvo un punto culminante a raíz de la Revolución Haitiana o de Saint Domingue, que trajo oleadas de hacendados y otros propietarios que se asentaron, con sus dotaciones de esclavos en las montañas surorientales, donde fomentaron el cultivo y la industria del café. Cientos de asentamientos agroindustriales de ascendencia gala colorearon esos territorios y marcaron el patrimonio arquitectónico, con irradiación en la vida citadina. Al evaluar la trascendencia de ese tesoro del pasado, que tiene como mayor exponente a la hacienda La Isabelica, en las alturas de la Gran Piedra, la Unesco lo declaró Patrimonio Mundial. Un notable protagonismo tuvieron en ese hecho los trabajos aportados por el departamento de Arquitectura de la Facultad de Construcciones de la casa de altos estudios, cuyos especialistas fundamentaron los singulares valores identitarios de estos paisajes. Esas investigaciones continúan en pos de nuevos elementos que se extienden a las ruinas de otros enclaves domésticos y agroindustriales en esta provincia y la de Guantánamo, así como a Haití, en los Chaines de Matheux, para determinar las potencialidades para su inclusión en esa selecta lista mundial. La Cátedra Montaigne-Montesquieu colabora con esas pesquisas y aporta al enfoque multidisciplinario que tiene como uno de sus ejes a la OCC. Otro de los monumentos de ese legado ancestral es la Tumba Francesa La Caridad de Oriente, primer colectivo cubano declarado Patrimonio Oral e Inmaterial del Mundo por esa organización de Naciones Unidas. Con sus 150 años y ocho generaciones, deviene otro símbolo de ese viaje que todavía guarda asombros y misterios por descifrar. *Corresponsal de Prensa Latina en la provincia de Santiago de Cuba. em/mca