Revista Opinión

Santiago Vidal, la gran excusa

Publicado el 30 enero 2017 por José Simón Gracia @mehuelea

Jose_marco_100Santiago Vidal es un sectario –distingue entre catalanes de corazón y de cuchara– pero no es imbécil, ni va por libre, ni se inventa una película de la que, por cierto, ya conocíamos algunos episodios”

El soberanismo ha puesto siempre especial atención en cuidar su imagen. La receta: tapar la corrupción propia –de la cual no han hecho ninguna lista– y asociar a su movimiento –procés– los valores de democracia, libertad y respeto. Todo estupendo, fantástico, inteligente, digno de un personaje astuto como Artur Mas.

Durante unos años, ha funcionado tan bien que los afines a la causa parecían multiplicarse como setas. Cierto es que han contado con un magnífico aparato de propaganda financiado por todos los catalanes y, además, con la impagable inanición de los gobiernos de la nación, de la Fiscalía y del poder judicial. Siendo esto así me pregunto: ¿cómo se explica que todo el prestigio acumulado haya saltado, aparentemente, por los aires?; ¿quién ha dinamitado desde dentro el proceso?; ¿hasta cuándo va a seguir Carlos Puigdemont la función?; ¿no será todo obra de Artur Mas, quiero decir, de Jordi Pujol Soley?

Porque, seamos serios, el ‘escándaloSantiago Vidal no es tal, no es el problema de un narcisista bocazas –sin duda lo es– que delira y va por libre. Este exjuez y exsenador resultón, con look a lo Llongueras, lanzado, buen comunicador y bien relacionado con sectores importantes de la judicatura (Asociación de la Judicatura Catalana –AJUDICAT–, Asociación de Jueces para la Democracia, entre otros) es un sectario –distingue entre catalanes de corazón y de cuchara– pero no es imbécil, ni va por libre, ni se inventa una película de la que, por cierto, ya conocíamos algunos episodios. No se equivoquen, lo fundamental de su discurso –las listas, los datos y los fondos– es cierto. Otra cosa es que le hayan utilizado.

Entonces, ¿por qué, de repente, parece desmoronarse todo? En mi modesta opinión, estamos ante una demolición controlada del proceso, por dos poderosas razones: una, el portazo alemán a cualquier veleidad independentista en su casa; la otra, la decisión tomada en la Moncloa de dinamitar el telón protector de Jordi Pujol. La primera cierra la puerta a cualquier remota posibilidad de que la UE, ante un hecho consumado –la independencia– pudiera acabar presionando a España, y la segunda, neutralizar las amenazas de Jordi Pujol.

Díganme malpensado, pero justo ahora, cuando llega la hora de los tiempos judiciales para el independentismo, cuando se estrecha el cerco al clan Pujol-Ferrusola, a Mas, a Forcadelll, a Homs,… salen a la luz dos escándalos que implican directamente al Borbón padre: uno de componente sexual con Bárbara Rey –entre reyes, morbosa coincidencia– y otro que apunta a supuestas cuentas opacas conectadas con las tramas de los Pujol, que también tiene su morbo. ¿No les parece raro?

¿Eran esas las cartas que se guardaba Jordi Pujol? De ser así, una vez neutralizadas solo cabía decidir entre seguir hasta el precipicio o hacer en ambos bandos una evaluación de daños y proceder a la voladura controlada. Aquí encaja Santiago Vidal, la gran excusa.

Para nada significa esto que desaparezcan inmediatamente las tensiones. Habrá que estar atentos al día a día para ver cómo evoluciona el conflicto, pero, insisto, todo parece indicar que, en el triángulo Zarzuela-Moncloa-Cataluña se ha encontrado el baricentro.


José SIMÓN GRACIA
Foto: RAC1.cat

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