Revista Cultura y Ocio

"Santiscal", novela escrita por Miguel Ramos

Publicado el 20 diciembre 2023 por Juancarlos53

Se habla mucho de literatura juvenil. Es lugar común sacar a colación el término y constatar cómo libreros y editores destacan y miman cada vez más la sección de literatura infantil y juvenil sacando de sus imprentas y colocando en sus expositores títulos y más títulos de esta categoría. Sin embargo la mayoría de esos títulos juveniles están escritos por adultos que sí, claro, como todos, ellos fueron niños y adolescentes en un momento de sus vidas, pero que cuando inventaron y dieron forma escrita a estas invenciones ya no lo eran.

Lo anterior viene a cuento de haberme encontrado en con una novela claramente juvenil escrita además por un muchacho, niño aún cuando imaginó la historia y niño también cuando la llevó al papel. Este niño, Miguel Ramos, preadolescente a lo sumo en el momento de escritura, decidió poner por título a su historia Santiscal. Tal denominación llamó mi atención desde el principio. ¿Por qué Santiscal? Busqué en internet y encontré que el barrio de Santiscal donde los niños que protagonizan esta historia viven existe en realidad. Se trata de una urbanización de Arcos de la Frontera (Cádiz). Allí, en Arcos, nació Miguel Ramos en 2008; y allí en el Santiscal él, un niño con una imaginación desbordante, lector incansable de narrativa fantástica según se puede leer en la contraportada del libro, seguramente fantaseaba y construía historias como la que acabo de leer

"Leía narrativa fantástica (Laura Gallego, J.K. Rowling, Brandon Sanderson, Geronimo Stilton, Cassandra Claire...) y de ahí surgió su necesidad de inventar mundo"

Pero antes de nada, ¿ de qué va Santiscal, la novela? Va de lo siguiente:

La noche anterior al primer día de Instituto Miguel Estévez recibe una misiva en la que se le invita, al haber alcanzado ya la edad mínima necesaria, a formar parte de la banda del Santiscal. A partir de ese momento la dura y rutinaria vida de las clases (tareas y más tareas, pruebas escritas, dibujar y colorear para Naturales, redactar para Lengua...) puede Miguel sobrellevarla gracias a la luz salvadora que encuentra en las experiencias y aventuras vividas dentro del Santiscal. Miguel se enrola en la cohorte (grupo) I+D de los cinco en que la banda está organizada (Infantería, Fabricación, Espías, Artillería e I+D). Su cohorte investiga y proyecta artefactos y utensilios que sean de utilidad en la lucha contra los Tracios. Junto a Miguel están sus compañeros, miembros como él del nivel 1 de la organización: Abel, Santi, Rubén y Paula. Cada uno de ellos ha creado algún artilugio (bombas de humo de colores, una app que llaman Santapp, un reloj inteligente de nombre Santwatch.....).

Miguel y Damián, su hermano mayor, tras cumplir escrupulosamente con sus obligaciones escolares participan en las actividades del Santiscal, casi siempre emboscadas y luchas con los chicos del barrio de los Tracios. Con una gran batalla final concluye la novela.

A lo dicho por el editor en la contraportada poco puedo añadir. Es seguro que cada uno de los autores citados ha dejado su huella en la novela. Particularmente yo, durante mi lectura, he creído escuchar lejanamente ecos de Los juegos del hambre de Suzanne Collins, si bien esta reminiscencia me llegaba vía la exitosa adaptación cinematográfica. También según pasaba las páginas de la novela y leía cómo su protagonista Miguel Estévez, alter ego del autor, se relacionaba con sus compañeros de la "banda del Santiscal", él y el resto de niños de la historia me han hecho recordar otras muchas novelas en las que los niños se agrupan, organizan y luchan contra o se defienden de algo: de adultos egoístas y martirizadores como el viejo señor Scrooge en Cuento de Navidad de Charles Dickens, de los bandos ruso y alemán que invaden su localidad en La guerra de los botones de Louis Pergaud, e incluso, aunque nada que ver verdaderamente con ésta, de la propia soledad en El señor de las moscas de William Golding.

¿Pero en verdad Santiscal tiene algo que ver con estas evocaciones mías? Pues no, absolutamente nada. En la novela de Miguel Ramos no hay atisbo alguno de la crueldad y/o violencia presentes en las citadas antes. Todo en , incluso las peleas de "las cohortes de Santiscal" con "la banda de los Tracios", son amables y siempre incruentas. Quien lee la novela ve que un momento de la misma, hacia el final del relato, la lucha entre estas dos bandas de chiquillos alcanza mayor virulencia, pero rápidamente el lector percibe que la sangre no llegará al río dado que todos los daños se solucionan con unas tiritas y un poco de agua oxigenada. No podemos olvidar nunca durante la lectura que estamos ante la narración de un chico que en la novela plasma el mundo interior del niño de doce años o poco más que es. Y a esa edad se imagina mucho, se fantasea más, y todo -afortunadamente- es dulce, no hay mal que cien años dure, la blancura todo lo cubre.

¿Algún peligro en el horizonte? Pocos, en verdad, aunque a Miguel Estévez le embarga un cierto temor. Intuye que una nube negra, cada vez más próxima, se cierne sobre él y demás niños. Observa que los compañeros, tanto del mundo real del Colegio al que asiste como los de "la banda del Santiscal" que él fantasea, a eso de los 16 años entran en la etapa del Empanamiento, o sea, en la edad de la tontería, en plena adolescencia, ese momento en que la fuerza imaginativa y fantasiosa, también a él se le irá en salir con amigos al parque, pasar horas mirando el móvil y perder el tiempo

"Manuel había mostrado los primeros síntomas del Empanamiento: lo habían visto con sus amigos comiendo pipas encaramados a un banco y con la mirada perdida en el móvil"

La novela consta de 15 capítulos distribuidos en dos partes. La primera, iniciada con el comienzo del curso escolar, concluye con la llegada de las Navidades en el mundo real y con el descubrimiento en el plano fantástico de... [perdonad, pero no pienso decir el "qué" para así preservar el gusto lector]. En la segunda parte estamos ya en marzo en el plano real; en cuanto a la historia de fantasía ésta finaliza con una portentosa batalla entre las dos bandas.

¿Qué cosas desde el punto de vista estilístico han llamado mi atención? Pues hay varias. Una de ellas es esa manera que tiene el narrador-autor de dirigirse al lector "Creo que, excepto a Israel, a los otros no los conocéis", nos interpela con inocencia y desparpajo en uno de los capítulos finales. Otra que me parece de sumo interés es la clara afiliación que la narración tiene con el mundo del cómic. Muy del estilo de los fanzines mangas es la pelea que sostiene Miguel con tres tracios, armados éstos con tirachinas de cuerno de unicornio; las volteretas, los saltos, los golpes dados por Miguel con la daga a sus enemigos son típicos de la animación manga que, según leo en la contraportada del libro, Miguel, el autor, tanto leía. Pero también me he sentido dentro del mundo del TBO más español cuando se lee el final de una noticia aparecida en el Telediario sobre la desarticulación de un botellón sin intervención policial alguna:

"Botellón desarticulado sin la intervención policial
Según algunos testigos fueron unas figuras encapuchadas quienes se enfrentaron a los escandalosos [...]
La policía no sabe qué pensar de lo sucedido y bla, bla, bla..."

Interesante me ha parecido esta inclusión en la narración de recuadros conteniendo, como en el anterior, noticias periodísticas, recuadros organizativos del Santiscal, cartelería variada, etc. Es recurso éste asimismo abundante en el mundo del cómic, que Ramos incorpora adecuadamente a su novela.

Otra cuestión que me ha sorprendido agradablemente es, en un muchacho de la edad de Miguel, el vocabulario de que hace gala: (recipiente utilizado en los laboratorios de vidrio de cuerpo ancho en la base y una sección tubular abierta, más estrecha, en la parte superior), (mango, ordinariamente de madera, que tienen las hachas, azadas, picos y otros instrumentos semejantes), (arma blanca arrojadiza, similar a un proyectil, originaria del Japón medieval), y otros tantos términos más.

Por último en este aspecto de la forma me gustaría destacar el final del capítulo 15, que cierra la segunda parte y todo el libro. Es un capítulo que deja en suspenso un asunto que, como ocurre con el que cierra la primera parte, no debo revelar aquí. ¿Sugiere este cierre una continuación de la historia en una tercera parte o en una nueva novela? Quizás -¿por qué no?- esa posible continuación de Santiscal era la que Miguel Ramos tenía entre manos cuando nos dejó y quedó inconclusa. Pero también -de nuevo, ¿por qué no?- pudiera ser que este final abierto sea la lógica consecuencia del pensamiento propio de los niños y preadolescentes, aún no inmersos en la etapa del Empanamiento, siempre dispuestos a fantasear, a proseguir en su imaginativo e incruento juego de luchas, peleas y aventuras sin fin.

Miguel Ramos, el autor, contrapone bien a las claras en esta novela el mundo de realidad del Instituto, con su obligación de clases y realización de tareas, y el mundo de fantasía al que se evade y en el que su disfrute es mayor.

Tras leer con gusto su novela varias conclusiones parezco extraer. La primera es que este chico demuestra en esta obra magníficas aptitudes para la escritura que tanto le gustaba y practicaba. Seguro que con el tiempo, el estudio y la práctica los defectillos propios de la edad en el modo de redactar los habría pulido. Miguel Ramos en Santiscal demuestra que era un novelista en ciernes, del que eran esperables otros futuros trabajos más que interesantes.

¿Qué mensajes en mi opinión lanza Miguel en esta novela? Fundamentalmente tres:

  • Uno ya lo he señalado en esta reseña, el miedo al final de la etapa de la inocencia, a esa entrada en lo que él con gracia denomina "la etapa del Empane".
  • El segundo, muy relacionado con el anterior, es esa impresión que él y tantos otros niños como él tienen de que los adultos no se enteran de nada, de que los padres viven en otra galaxia mental y no tienen ni idea de lo que viven o piensan sus hijos. Tal lo expresa cuando, tras una gran batalla entre tracios y santiscalenses, él y el resto de niños vuelven a casa, la policía y los bomberos no hallan al llegar al lugar más que "humillo de colores y manchas de chamusquina" y los padres les dan de cenar sin inmutarse.
  • El tercero y último gran mensaje pertenece al plano de la absoluta realidad. Miguel siente que los profesores del Instituto, inmisericordes ellos, imponen a los alumnos excesivas tareas. ¿Inmisericordes los profes? Sí, no, leyendo la novela se sabrá. Y junto a las tareas, en el plano de la realidad como casi una derivación de ellas, está el aburrimiento, alimentado a su vez por las obligaciones que las madres imponen (baño, comidas, orden...). Menos mal que los niños, al igual que Miguel, saben sortear la realidad zambulléndose en la fantasía al menos hasta que les llegue el temido e indeseado empanamiento.

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