Revista Cultura y Ocio

Santorini Niambelo 2008

Publicado el 10 septiembre 2012 por Manigna
Santorini Niambelo 2008
Domaine Sigalas Niambelo 2008 70% Mandilaria, 30% Agiorgitiko 13% Grad. Alc. Oia, Santorini, Grecia.
Este es uno de esas botellas que fue amor a primera vista. Su indescifrable etiqueta cautiva de golpe y ensimismado ante lo desconocido comencé preguntando a la vendedora por las cepas con las que se trabajó este tinto griego. 
Creo que para todo hay que ser aventurero y ante lo desconocido nuestra curiosidad siempre se impone; con el vino no es la excepción. Mandilaria y Agiorgitiko, uvas para nada conocidas por estos lares son tan sólo dos variedades de las más de 300 cepas autóctonas griegas, así como la Limnio,Xinomavro, Stavrotoy Krassato de los tintos de la Bodega Tsantali bebidos meses atrás: ¡Cuánto por conocer! 
La islas volcánicas de Santorini al sur del Mar Egeo son el terruño de este tinto, perteneciente a una de las casas griegas que mejores notas a recibido últimamente: Domaine Sigalas
Santorini Niambelo 2008El profesor de matemáticas París Sigalas, graduado en La Sorbonne francesa fundó en 1991 la bodega en esta isla que cuenta con más de 3000 años de tradición vitivinícola y a la que la temida filoxera no llegó, siendo el terruño preservado por sus suelos arenosos y calcáreos que tienen la característica de estar recubiertos de cenizas, lava volcánica y piedra pómez, esta última particularidad ayuda a retener el agua en la tierra, además de mantenerla aereada, pero esto en las diferentes estaciones del año no es suficiente, así esta casa se caracteriza también por su singular técnica en la poda y el cultivo: el “Giristi”, que consiste en dejar las ramas de las vides en forma de nido, de anillo, de cesta, protegiendo a las cepas en su interior de los fuertes vientos en invierno y el abrasador sol en verano, también así se retiene humedad para abastecerlas en esta última estación. Esto también significa que su producción es limitada. 
Santorini Niambelo 2008  
Al vino: a la vista es de un color guinda tornado a oscuro con ribetes violaceos, no es translúcido, denota mediana corpulencia, forma lágrimas medianas. En nariz, inicialmente es muy discreto, después de mover la copa y luego de un tiempo se va abriendo apareciendo los frutos rojos, cerezas y un toque de vainilla también, aunque su intensidad es poca. En boca, la primera copa lo bebimos tras unos 3 ó 4 minutos después de servirlo y yiajjjjjj…., es de una acidez tan perceptible que eclipsa otras sensaciones, así que lo dejamos un tiempo mayor en copa –quizá no le iría mal una decantación, aunque no tenga sedimentos-, luego de unos 30 minutos esta sensación disminuye considerablemente, como si fuese otro vino, de una fuerte tanicidad, rebelde; sensaciones de frutas rojas maduras resaltan y su acidez se torna equilibrada dejando un toque de ésta lo suficiente para ser percibida; es de una densidad menor a la de la fase visual pero sin llegar a ser tan leve, aunque la sensación tánica no es desquilibrada es mayor de lo normal, muy presente, remite al té negro; hay trazos de vainilla de nuevo, y una sensación mineral, diferente; de final largo con retrogusto fuerte a chocolate.
Acompañó muy bien una pierna de cordero asada con guarniciones de papas y arroz. Sería interesante llevar un par de botellas a Ayacucho y casarlo con esa soberbia pachamanca que por allá solía encontrar. Lo mejor es dejarlo respirar un tiempo en copa antes de beberlo, no tiene pierde. Este caldo es rústico y de personalidad arrogante; cautivó tanto como su intrigante etiqueta.

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