No podía faltar en esta serie Vasconia en dos ruedas una visita al santuario de Urquiola, uno de los lugares más interesantes de la provincia de Vizcaya y que bien se merece una referencia, por su valor histórico tanto como por el paisajístico, o aunque sólo sea para dar noticia de una buena ruta que disfrutar con la moto.
Ya su ubicación –sobre una de las vías naturales que comunicaban Castilla con los puertos del Cantábrico– es curiosa y digna de una reseña, pues el santuario está edificado justo sobre la divisoria que separa las dos vertientes de la cadena montañosa cántabra, de modo que las aguas de lluvia que su tejado recoge en ambos aleros acabarán, de un lado, en el Mediterráneo y, del otro, en el Cantábrico.
Transcurso del via crucis bajo los robles junto al santuario
Hay en las inmediaciones del templo un vía crucis que discurre graciosamente entre la fresca arboleda del parque natural de Urquiola y finaliza en un espectacular mirador frente al cual se yerguen, como murallas colosales, las imponentes paredes calizas de los montes del Duranguesado, en cuya mayor elevación –el Amboto– la mitología local sitúa la morada de su principal deidad: Mari.
Mirador del via crucis sobre el valle hacia Durango
El santuario actual, al que se accede subiendo una faraónica escalinata, es un edificio cuya construcción nunca llegó a acabarse. El sitio de Urquiola había tenido desde tiempo inmemorial una fuerte expresión espiritual y religiosa de viejas creencias que, no obstante la cristianización, no desaparecieron con la entrada del nuevo credo, sino que quedaron encarnadas en él.
Murallas calizas en el Duranguesado
El primer santuario fue edificado –se cree que allá por la alta edad media– en honor a San Antón sobre un simple y primitivo eremitorio, y andando el tiempo incorporó un hospital para los viajeros y una cárcel. Más adelante, en el s. XVII, la ermita fue reemplazada por una iglesia; y aunque a finales del XIX se comienza una tercera y ambiciosa reforma, las obras quedan detenidas treinta años después debido a su elevado coste, consagrándose y abriéndose al culto la inacabada iglesia en 1933. Pocas modificaciones de importancia se le han hecho desde entonces.
Sí se ha construido, empero, cierta infraestructura turística: un hotel y un albergue junto a la iglesia, y en la margen oeste de la carretera varios restaurantes con terrazas donde da gusto sentarse a tomar una cerveza y una ración de lo que sea, respirando el aire fresco y puro, disfrutando de la hermosa vista. Hay también, enfrente y bajo los robles, unos merenderos ideales para venir en grupo con el mantel y la tortilla de patatas.
La arboleda en los alrededores invita a un día de picnic
La carretera hacia el sur, por Ochandiano y Legutio, es de curvas sencillas y pendiente suave, pero hacia el norte se precipita en un escarpado valle hasta Mañaria, retorciéndose como una serpiente, entre las coníferas, en una serie enlazada de curvas de horquilla que suponen un verdadero desafío para el motorista con espíritu deportivo. Por cierto que tanto Mañaria como Ochandiano, equidistantes a un lado y otro del santuario de Urquiola, son sendas poblaciones que también merecen la pena una visita, pudiendo perfectamente hacerse los tres sitios en el mismo día.