Revista Opinión

Sapere Aude!

Publicado el 04 abril 2016 por Polikracia @polikracia

“Todos son iguales”, estoy seguro que habrás escuchado esta frase mil veces hablando de política. Lo suele pronunciar alguien a quien no le interesa el tema, alguien que no quiere mojarse o que cree en el concepto de posdemocracia. Con quien decide libremente no interesarse en la vida de las ideas y no comparte el lema de este blog (“Todos somos política. Todos hacemos política”) poco podemos hacer. Mientras que quien conoce, o quiere conocer, el significado del término “posdemocracia” (esté de acuerdo con su creador o no, como es mi caso) este artículo le puede interesar mucho.

El significado de posdemocracia lo conocemos por primera vez de la mano del creador del término, el sociólogo británico Colin Crouch, en su obra publicada en el año 2000 utilizando el nuevo concepto como título. Crouch expone una visión pesimista del panorama político actual, argumentando como nos estamos alejando del ideal demócrata clásico para convertirnos en una sociedad controlado por una élite a la que poco le importan los problemas de los ciudadanos. Esto no quiere decir que nos vayamos a convertir en una dictadura como las hemos conocido hasta ahora, es más, el autor augura una larga vida a la democracia tal y como la conocemos. Pero dirigida, según él, por “trileros”.

Toda su teoría la ejemplariza con la reconversión que sufrió la izquierda inglesa con la caída del comunismo. Crouch conoció muy de cerca como sus camaradas tuvieron que aceptar que la evidente existencia de crímenes contra la humanidad de los que consideraban gurús de sus ideologías y que en muchos casos sus propias propuestas (reducción de la iniciativa privada, nacionalización de empresas…) habían fracasado. Además “la dama de hierro” volvía una y otra vez, durante once años seguidos, a hacerse con las llaves del número 10 de Downing street. Entonces los laboristas decidieron hacer algo que para el autor de la obra fue cómo vender su alma al diablo. De la mano de Tony Blair nació la “new lefth”, que abandonaba los valores clásicos marxistas y optaba por una especie de estrategia “catch-all” (atrápalo todo) basado en una flexibilidad ideológica siempre pendiente de las encuestas. El nacimiento de una etapa donde los políticos dejan de tratarnos como ciudadanos y empiezan a vernos como auténticos consumidores, a los que convencer mediante campañas de marketing y estrategias de persuasión. Esta “new lefth” tan odiada por Crouch llega a España años más tarde, y es la ideología practicada por aquellos que llaman “progres”. Más tarde, y continuando con la tesis del sociólogo, estas técnicas se extenderán también a la derecha y convertirán la política en un juego de tecnócratas.

Acercándonos más a nuestros días; que un “político” dedique horas a elegir el color de su corbata, que se rodee de asesoras para influir en los votantes a través de campañas virales por Internet ,o que oriente sus propuestas tan solo por las tendencias que dicta el CIS me parece completamente antidemocrático.Y esto es debido a que estas técnicas sofistas de mercadillo son consecuencia del bajo nivel político-cultural y filosófico de la población, un problema que nuestros líderes debían haber erradicado hace mucho tiempo. Ahora bien, mis discrepancias con Colin Crouch y sus seguidores residen en la no separación de la política del show con el mal llamado “Fin de las Ideologías” (que en realidad yo veo como una forma de acabar con las etiquetas, tan alejadas de los problemas reales de los votantes).

Personalmente, estos espectros me parecen justo eso, fantasmagóricos. Las etiquetas son excusas que nos colocamos para que otros (que bien podrían ser los miembros de esa élite que tanto detesta Crouch) dirijan nuestra forma de pensar. Siempre he tenido la sensación que uno se hace de izquierdas o de derechas antes incluso de pararse a pensar cuales son los problemas reales que le rodean, y a partir de ahí, son los políticos que comparten su color los que deciden que propuestas deben defender. Quien acepta ser de los que le duele uno de los dos pies, acepta anclarse a unas ideas fijas para conseguir una coherencia poco eficiente. Si uno habla de tipos bajo de impuestos, de derechas. Si uno apoya una república como modelo de estado, de izquierdas (al menos en España). Si uno cree que la educación debe ser competencia del estado, de derechas. Si por el contrario, piensa que la educación debe ser pública, de izquierdas. ¿En serio alguien piensa que esto sirve para algo? ¿Y qué hacemos con el votante que apoya todas estas propuestas? ¿Es menos coherente? Además de que multitud de cuestiones escapan a esta burda división, ya sea porque aparecen en un momento concreto de la historia o porque  existe consenso en su aplicación.

Es por eso que aceptando la tesis de la aparición de nuevos demagogos, que por otra parte han existido siempre (o sino que alguien me explique la subida de Hitler al poder), es una oportunidad que puede llevar a convertirnos en una verdadera democracia. Donde por supuesto existirán escuelas de pensamiento como el liberalismo, el conservadurismo, la socialdemocracia, el progresismo… pero que no tendrán que repartirse entre dos cartelitos aparentemente opuestos.

Decía Ortega y Gasset que “uno es uno y sus circunstancias”, pues en política uno debe ser sus valores y sus propuestas transversales sujetas a las circunstancias socioeconómicas del momento. Creo que cada vez más gente se acerca a este tipo de planteamiento; lo cual combinado con una inversión en educación adecuada no es el fin de la política, sino el comienzo de la verdadera democracia.

Una sociedad cercana a pensadores como Kant es posible, que abandone el modelo paternalista donde unos tutores manejan a una minoría de edad culpable que no quiere ser libre. Esos tutores han existido siempre, y primeramente fueron los absolutistas y el clero, mientras que hoy son los estados y las empresas que mantienen prácticas monopolísticas y oligopolísticas en el mercado. Unos tutores que ya sean de izquierdas o de derechas pretenden dirigir el rebaño, cuando somos nosotros los que debemos dirigir les a ellos como gestores. Kant afirmó en latín: “¡Sapere aude!” (Atrévete a saber, atrévete a conocer), mi pregunta es: ¿Verdaderamente nos atreveremos?


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