A finales de los años 70 Sapphire and Steel, serie de culto británica que en su momento rivalizó con Doctor Who, porque trataba sobre viajes en el tiempo, dio un ejemplo escalofriante de los peligros de jugar con el tiempo.
Sapphire and Steel sigue a dos detectives, interpretados por Joanna Lumley y David McCallum. Éstos son asignados por una autoridad desconocida para corregir anomalías espacio-temporales que han permitido que las misteriosas y malévolas fuerzas del tiempo irrumpan en el mundo material actual.
Aunque sin antecedentes claros, los dos agentes ciertamente son de origen extraterrestre. Probablemente la intención de los guionistas, nunca abordada en la serie, era que tales agentes se formarían a partir de la estructura del propio universo para tratar con el tiempo, extrayendo habilidades de elementos atómicos particulares, aunque curiosamente ni el zafiro ni el acero lo sean.
Ambos personajes poseen telepatía, mientras que Steel tiene una fuerza inhumana, telequinesia y la capacidad de drenar energía térmica, Sapphire puede rebobinar el tiempo temporalmente, adivinar la historia de los objetos y posee cierto control sobre las mentes humanas. Presumiblemente como resultado, a pesar de la distancia de los agentes del otro mundo, Sapphire es más cálida y más empática que el contundente y utilitario Steel.
Los dos “operadores” (como se les denomina en la serie) también cuentan con la ayuda de otros especialistas. Los más notables son el Lead (plomo) sobrehumanamente fuerte y el técnico Silver. En un episodio, también dan poderes de bajo nivel a un humano y lo llaman Bronze.
La serie fue idea del futuro escritor de Torchwood, PJ Hammond, comenzando como una premisa para un programa infantil para Thames Television llamado, The Time Menders. Thames Television perdió interés y fue recogido por ATV. Esta cadena de televisión estaba tan impresionada por el potencial de la escritura y el bajo costo proyectado de la serie que se embarcó en este proyecto de ciencia ficción espeluznante. Sin embargo, a pesar de estos factores, la serie sólo logró ocho “asignaciones”, totalizando treinta y cuatro episodios entre 1979 y 1982.
Hammond (más algunos escritores invitados, Don Houghton y Antony Read) canalizaron historias de fantasmas, focalizándose en la atmósfera, favoreciendo así la acumulación paciente y deliciosa que generaba una tensión magistral. Esto combinado con un grupo pequeño e íntimo de personajes, a menudo confinados en lugares estrechos y encajonados, como por ejemplo una estación de tren o una tienda de objetos perdidos, aumentando la sensación de claustrofobia.
Este estilo de narración frena el uso de la acción y puede ser visto con un ritmo algo lento, sin embargo, esto permite que el tiempo desarrolle, aunque sólo sea de una manera oscura e implícita, los horrores conceptuales y abstractos que se han creado en los rincones del universo de Sapphire and Steel.
Aquí, el Tiempo no toma la forma de un entramado mecánico de tramas como suele ocurrir en la ciencia ficción. Más bien, el tiempo mismo parece ser una entidad maligna que opera de una manera más semántica, con “desencadenantes” que provienen de las fuentes más inocuas (como los objetos perdidos) o de los giros crueles de la ironía (como la trágicamente tardía muerte de un soldado de la Primera Guerra Mundial). Las terribles consecuencias de la interferencia del Tiempo pueden ir desde lo global (la extinción de la humanidad) hasta lo íntimo (la desaparición de los padres de unos niños).
El registro actoral es perfecto para una serie sobre la interdimensionalidad del tiempo inexorable que sin duda deja una huella indeleble en la historia de las series de televisión de ciencia ficción. Enigmática, compleja, abstracta, inteligente, sorprendente y con un final arriesgado hacen de Sapphire and Steel una serie británica como pocas, indispensable para aquellos que disfrutan de los intersticios de una obra que propone algo diferente.