Revista Libros

Sapukái

Publicado el 23 marzo 2010 por Barcoborracho

Yo observo el pueblo de Sapukái,o la idea de Sapukái que me transmitieron.El Sapukái que veo es encantador como un cementerio.Pero es un cementerio inquieto. Los muertos, o la ideaque tengo de los muertos de Sapukái,los muertos, digo, son muy activos.De hecho ahora, mientras los observoaquí parado, hay millares trabajandocomo hormigas:están desmantelando el leprocomio,están desmantelando la estación de ferrocarril,están desmantelando cada vaca y cada caballo y,por supuesto, cada carreta;y de paso desmantelan el mantel sinmesa puesto sobre la polvareda queabofetea las calles de
Sapukái esta siesta de verano.
Una anciana, o la idea de unaanciana de Sapukái queyo tengo, me dice que aquí es feliz;que aquí adoran entregadamente a los ancianos.Pero, eso sí,aclara la señora: si alguno se muestra senil,babea,tiene dificultad de pararse solo,o algo por el estilo,rápidamente, aprovechando la primeranegrura de la noche,es raptado por los pobladores,es estrangulado o degollado en el cementerio,es decir en la calle,su cadáver es luego arrojado a un pozo,(las calles están llenas de pozos)el cadáver es enterrado sin nombre,y al otro día todo el pueblo celebrala partida del infortunado,como si este hubiese ido de paseo a un lugar felizy sin posibilidades de volver nunca,digamos una versión mediocre de dónde vana morir los elefantes.Solo por modestia, dice la ancianaque dicen en el pueblo,no se despiden los ancianos nunca.Luego hay un almuerzo, prosigue la anciana,en que viene todo el mundo, y las farrascontinúan hasta entrada la tarde.
En ese momento,quiero preguntarle algo a laanciana, pero una locomotora cargada depólvora la atropella y se la lleva puesta de ninfacomo mascarón de proa.
Acto seguido la locomotora tiñe de rojo el horizonte.
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