Treinta postales de distancia nos muestra a unos personajes reales con los que es fácil identificarse
Por: Tania Baeza
Nueva portada de la novela. 1ª edición
Esta novela es un claro ejemplo de lo que el apoyo de los lectores en las plataformas y redes sociales pueden regalar a un lector. En este caso, una edición en papel de la mano de la editorial Diëresis, a la venta desde finales de enero.
Sara Ventas, a quien entrevistamos hace algún tiempo, nos presenta una novela divertida, que mezcla amor, comedia y situaciones contemporáneas que atrapan al lector. Lo mejor de la novela es que sus personajes son reales, una joven que decide iniciar una nueva vida en otra ciudad, después de romper una larga relación. Allí conoce a Jaime, un vecino interesante con quien inicia un breve, pero profundo, enamoramiento que acaba por esos malentendidos que creamos por la falta de comunicación tan habitual en el mundo actual. Es decir, personajes alejados de los que ahora parecen ser prototipos de las novelas románticas: personas atormentadas, con pasados tortuosos, que desfogan sus frustraciones adentrándose en el oscuro mundo del sexo no convencional.
También tenemos historias secundarias que nos muestras otras formas de conocer el amor, estas las vemos a través de las relaciones de los amigos de la protagonista, Sofía. Aquí no hay nada de eso, todo lo que ocurre ha pasado, está pasando y puede pasar cualquier día a cualquier persona: encuentros incómodos en el ascensor con el vecino buenorro, citas como carabina de las relaciones que nacen en Internet… Y es algo de agradecer después de unos años de romántica-erótica-ficción, como defino sagas como Crossfire o Cincuenta sombras de Grey.
Por supuesto también son mucho más reales los métodos para tratar de arreglar los malentendidos y tratar de reconstruir las relaciones, ¡no todos podemos coger nuestro avión y dar un paseo aéreo!
La lectura se hace del tirón porque la escritora utiliza un lenguaje actual, que no se pierde en divagaciones, aunque sí cambia en varias ocasiones la forma de presentar los hechos. Conocemos lo que dicen los personajes, lo que realmente piensan cuando están diciendo eso, hay cartas… Todo esto da una enriquecedora variedad que agiliza la lectura.
Por fin un poco de aire fresco en un género, el romántico, que estaba perdiendo cualquier encanto para quienes no buscamos en la lectura manuales de sexo, y sí un contenido que nos mueva desde la carcajada a la sonrisa, pasando por ciertos “te lo dije”.