Revista Comunicación

Saramago In Memoriam

Publicado el 19 junio 2010 por Felipe @azulmanchego
Saramago In Memoriam «Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz, no sería escritor».
«La vida es así, está llena de palabras que no valen la pena, o que valieron y ya no valen. Cada una de las que vamos diciendo le quitará el lugar a otra más merecedora, que lo sería no tanto por sí misma, sino por las consecuencias de haberla dicho».

«Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran».
«Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay».
«La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva».
«Estamos neuróticos. No sólo hay desigualdad en la distribución de la riqueza, sino en la satisfacción de las necesidades básicas. No nos orientamos por un sentido de la racionalidad mínima. La Tierra está rodeada de miles de satélites, podemos tener en casa cien canales de televisión, pero de qué nos sirve eso en este mundo donde mueren tantos. Es una neurosis colectiva, la gente ya no sabe lo que le conviene para su felicidad».
«Estoy comprometido, o sea, vivo, en un mundo que es un desastre. Mi empeño es no separar al escritor de la persona que soy. Me esfuerzo, en la medida de mis posibilidades, en tratar de entender y explicar el mundo».
«Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir».
«Hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura. Se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río. Si están allí es para que podamos llegar al otro margen, el otro margen es lo que importa».
«El hombre más sabio que conocí no sabía leer ni escribir. Era mi abuelo materno y, aunque analfabeto, era un sabio en su relación con el mundo. Era pastor y había armonía en cada palabra que pronunciaba. Era una pieza en el mundo. No era apático, ni resignado. Era un ser humano directamente conectado con la naturaleza, como los árboles de su huerto, de los cuales se despidió cuando tuvo que viajar a Lisboa. Les abrazó y se despidió de ellos, de su naturaleza, porque sabía que se iba a Lisboa a morir».
«No me preocupa la muerte, me disolveré en la nada».
«Nuestra única defensa contra la muerte es el amor».

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