Revista Religión
Satanás iba de un lado a otro, visiblemente preocupado. Estaba tan de mal humor, que ni siquiera los demonios atrevían a acercarse, bien para hacerle alguna pregunta o para adularle. Todos sabían que el ambiente era pesado, tan pesado, que se podía palpar con las manos.
El Adversario no perdía de vista los acontecimientos de Jerusalén. En un madero, tres hombres. En la mitad, alguien que –con la mirada vuelta al cielo— no cesaba de pedir perdón por sus verdugos y procurar fortaleza en Dios.
Sí, el propio diablo estaba pendiente de aquella víctima. ¿Su nombre? Jesús, natural de Nazaret, que se llamaba Hijo de Dios. Y la angustia que atravesaba Satanás, era por lo que ocurriría después.
Estaba seguro que se libraría de su archienemigo para siempre. Ese convencimiento explicaba por qué sobaba sus manos con ansiedad. “¿Será posible tanta dicha?”, repetía para convencerse.
Y fue en ese momento que fue testigo de una escena y escuchó esa frase que jamás olvidaría.“Jesús sabía que su misión ya había terminado y, para cumplir las Escrituras, dijo: «Tengo sed» Había allí una vasija de vino agrio, así que mojaron una esponja en el vino, la pusieron en una rama de hisopo y la acercaron a los labios de Jesús. Después de probar el vino, Jesús dijo: « ¡Todo ha terminado!». Entonces inclinó la cabeza y entregó su espíritu” (Juan 19:28-30. Nueva Traducción Viviente)
El universo entero fue conmovido. Y el fallecimiento de Jesús, antes que terminar con el dolor de cabeza del Enemigo, le asestó tremenda paliza. La gran derrota de toda la historia. Dios había triunfado en la cruz a través de su Hijo Jesús. Los pecados del hombre fueron perdonados, todo poder por medio de la muerte perdió vigencia y hombres y mujeres, en adelante, podrían ir al Padre celestial siendo justificados. Las ataduras se habían roto.
Un plan tejido con ingenuidad
Satanás es malo. Esa es su naturaleza Cf. Juan 10:10 a). Pero, a pesar de vendernos la idea de que tiene mucho poder, es ingenuo. Astuto, pero ingenuo. “Es un contrasentido”, me dirá usted. Sin embargo, no es así. Usted y yo a través de la Biblia conocemos el final de a historia, de la victoria que tenemos en Jesús y que estaremos con Él por la eternidad. Nuestro enemigo, sin embargo, es tan ingenuo que no sabe— porque no puede saberlo— todo el fin que le espera, en el lago de fuego y condenación eterna.
Él fue quien concibió un plan de muerte para Jesús. Cuando el amado Salvador nació en el hogar de María y de José, los sabios de oriente preguntaron a Herodes por su ubicación. No pudiendo tener noticia de dónde estaba, partieron a proseguir la búsqueda.
“Después de que los sabios se fueron, un ángel del Señor se le apareció a José en un sueño. «¡Levántate! Huye a Egipto con el niño y su madre — dijo el ángel—. Quédate allí hasta que yo te diga que regreses, porque Herodes buscará al niño para matarlo». Esa noche José salió para Egipto con el niño y con María, su madre, y se quedaron allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi Hijo» Cuando Herodes se dio cuenta de que los sabios se habían burlado de él, se puso furioso. Entonces, basado en lo que dijeron los sabios sobre la primera aparición de la estrella, Herodes envió soldados para matar a todos los niños que vivieran en Belén y en sus alrededores y que tuvieran dos años o menos.” (Mateo 2:13-16. Nueva Traducción Viviente)
¡Dios guardó a Su Hijo! Satanás falló en su primer intento. El segundo, fue cuando lo tentó en el desierto: “Después el diablo lo llevó a la santa ciudad, Jerusalén, al punto más alto del templo, y dijo: — Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate! Pues las Escrituras dicen: “Él ordenará a sus ángeles que te protejan. Y te sostendrán con sus manos para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra” Jesús le respondió: — Las Escrituras también dicen: “No pondrás a prueba al Señor tu Dios” (Mateo 4:5-7. Nueva Traducción Viviente)
Las mil y una trampas que puso Satanás al paso de Jesús, se desmoronaron, como castillos de arena. ¿Comprende ahora porque decíamos al comienzo de la historia, que el Adversario estaba muy desesperado? Era su última carta, y aun cuando creía que ganaría la partida, la perdió cuando Jesús murió en la cruz y nos reconcilió con el Padre celestial. Cristo venció y triunfó, mientras que Satanás sufrió su gran derrota.
Las ataduras se rompieron en la cruz
Cuando nuestro amado Señor Jesús murió en la cruz, crucificó el pecado, la muerte y todo aquello que nos ataba el mundo de las tinieblas. ¡Nos hizo libres!
El apóstol Pablo describe magistralmente este maravilloso momento de la historia universal: “Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y porque aún no les habían quitado la naturaleza pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados. Él anuló el acta con los cargos que había contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz. De esa manera, desarmó a los gobernantes y a las autoridades espirituales. Los avergonzó públicamente con su victoria sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15. Nueva Traducción Viviente)
La cruz donde murió Jesús, nos hizo a usted y a mi victorioso. Ese fue el día de la gran derrota de Satanás. Su desespero cuando Jesús estaba en el Calvario se convirtió en dolor, cuando perdidos todos sus esfuerzos.
Cristo nos libertó del pecado, la muerte y las ataduras, y debemos movernos en esa victoria. No hay razón para vivir aún atados, cuando la libertad está puesta delante de nosotros.
¿Ya recibió a Jesucristo? Hoy es el día para que lo haga. Puedo asegurarle que es la decisión de la que jamás se arrepentirá. Emprenderá una nueva vida, de cambio y crecimiento personal y espiritual. No sólo su existencia será renovada, sino que impactará su familia y a quienes le rodean. ¡No deje pasar esta oportunidad!
Escrito por Fernando Alexis Jiménez