“Nunca me voy a olvidar del día en que dos amigos me robaron el bolso del club para revisarme lo que tenía adentro: ¡estaban convencidos de que yo era un extraterrestre!”. La frase pertenece a Daniel Melero y se lee en el libro Ahora, antes y después de Gustavo Álvarez Núñez. En el rock argentino hubo (hay) otro gran extraterrestre: Luis Alberto Spinetta. Tanto Melero como el Flaco encarnan en nuestro rock and pop esa vertiente de extrañeza, misterio. Como detalle, una de las canciones más famosas de Spinetta cuenta casi lo mismo que una de las más célebres de Bowie: la historia de un explorador del espacio que queda varado en el infinito (no hace falta la aclaración pero sí: “El anillo del Capitán Beto” y “Space oddity”).
Bowie. Él hizo de su filiación extraterritorial (!) una revolución visual, y le puso el cuerpo a una cruzada que atravesó la música popular del último tercio del siglo XX. Con su rostro mutante y exótico, maquillado de blanco, barbudo, con el pelo rojo, con el pelo largo y rubio, con la pija marcada por pantalones ajustados, con el culo ajustado y movedizo bailando al roce junto a Jagger, peinándose el jopo, listo para boxear, rolinga, tecno. Así se transformó en un paradigma móvil, el que encarna la indefinición: es por excelencia el fronterizo del rock y del pop, ni lo uno ni lo otro; a lo sumo un rato cada uno. Siempre plástico y sexual, a veces seco, difícilmente frío. Aglomerador: en él están Lennon, Dylan, los Stones, James Brown, Elton John; sin él no hubieran estado Cobain, Morrissey, Madonna, Corgan, Robert Smith, los New York Dolls, Jarvis Cocker y los demás (ni hablar Arcade Fire…).
Siempre lo sentí, a la manera de Patti Smith, como una especie de mesías para los desposeídos, el tipo que te salvaba el estado de ánimo. Fueras gay, te vistieras raro o tan solo estuvieras deprimido, ahí flotaba su canto redentor de “Rock and roll suicide”: “I’ll help you with the pain/ You’re not alone”.
Otra de Melero que le cabe a Bowie: “Creo que lo que existe siempre es gente que es del presente. Yo no me considero de vanguardia”. Nunca sabremos si era un simple mortal con una notable tendencia zeliguiana o si, ahora sí… hay vida en Marte.
[Publicado el 12 de enero de 2016 en Artezeta, como parte del saludo del staff al monstruo Bowie. La ilustración del post es obra de Alfonso Barbieri; la foto, quién sabe]