Leía el pasado fin de semana en el País Semanal, en un artículo titulado Saturados de Información, que entre 1999 y 2002 se creó más información que en toda la historia anterior de la humanidad, con incrementos anuales del 30%. Con esa cantidad de intoxicación informativa, es imposible que la cabeza no se bloquee. Estamos ávidos de noticias, necesitamos estar bien informados pero está claro que tanta saturación más que ayudarnos nos bloquea. Todos sabemos que la noticia es efímera pero, en los tiempos que corren, es sobretodo frágil. Oímos, leemos, pero no retenemos. A lo sumo, nos quedamos con pequeñas pinceladas que, en muchas ocasiones no sabemos dónde colocarlas y nos llevan a la confusión.
Hace dos años que tuvo lugar el terremoto de Haití. Hace dos días apareció la conmemoración en todos los medios y al día siguiente, volvió a desaparecer como si así desapareciera también el sufrimiento de los más de medio millón de haitianos que continúan sin hogar. Lo mismo pasa con las miles de erupciones en la isla del Hierro. Quizás en las islas, la información sea más continua y precisa, pero en la península, apenas ya si se habla del tema y menos de la situación que están viviendo sus habitantes que tienen del mar su principal fuente de sustento.
Con esto no quiero decir que esté mal que estemos sedientos de saber lo que ocurre a nuestro alrededor, lo que quiero alertar es de que, con tanto bombardeo, nos alejamos de las otras realidades que están, aunque no las contemos. Menos mal que, en el caso de Haití, nos queda Forges que nos lo recuerda en sus viñetas diarias en el País.
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