Revista Educación

Saturno devorándome

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Goya en la Wikipedia

Goya en la Wikipedia

El jueves pasado cumplió 196 años el Museo del Prado. Fue inaugurado el 19 de noviembre de 1819. Ese mismo año, Goya adquirió la Quinta del Sordo, en uno de cuyos muros pintaría “Saturno devorando a un hijo”. Yo todo esto lo sé Wikipedia mediante, Dios me libre. Pero una vez conocidos los datos me ha dado por pensar que es curioso que el primer cuadro que vi cuando me estrené en el Museo del Prado fuera el del oscuro Saturno. Nunca he sabido nada de arte, y menos en aquel tiempo, en el que además padecía un cuadro de estupidez aguda (también llamado adolescencia). Sin embargo, la pintura supo sobreponerse a mis carencias y me impresionó. Me impresionó de una manera que yo no sabía interpretar y una voz interior me decía: no te preocupes de eso, no ahora, disfruta la emoción, carpe diem (me gusta pensar que todo adolescente tiene una voz interior con nociones básicas de latín que, aunque bajito, lo mantiene atado a la vida real, porque si no…).

Han pasado veinte años y sigo sin tener ni idea de arte. Algo sí ha cambiado: ya no estoy en primera división de estupidez (tampoco en regional, desgraciadamente) y la acumulación de años me ha dado para aprender cositas. Algunas de ellas incluso podrían ayudarme a descifrar qué pasó aquella mañana en el Prado. En todo este tiempo ha habido angustia, oscuridad, absurdo. Me he podido sentir pequeño, inútil, devorado, devorador, salvaje, atormentado. He sido injusto y cruel, y lo he visto venir. Han existido el terror, el desgarro, el sufrimiento, la muerte en múltiples variantes, colores y sabores. Muchas de estas ocasiones se convirtieron en código. Ha habido un 11S, un 11M, un 7J, ha habido un 13N, con sus correspondientes post-11S, post-11M, post-7J, post-13N. Y se han sembrado muchos millones de muertes más, sin codificación. Y como me ocurre con los ojos increíblemente blancos de Saturno, sus pelos imposibles, sus trazos incómodos, con los restos del cuerpo de su hijo, la viscosidad de la sangre y la oscuridad que lo rodea todo, no lo puedo explicar. No lo entiendo. Conozco, nos lo han contado, el qué, el cómo y varios por qués. Pero no el por qué profundo, el real. No logro alcanzarlo. No lo comprendo.

Sin embargo, este mundo no fue creado para que yo lo entendiera. Eso es algo que también he terminado por saber. Es más, mis últimas pesquisas me llevan a dudar fuertemente del hecho mismo de que este mundo haya sido creado.

Afortunadamente, hay otras cosas igual de inexplicables, pero mucho mejores. ¡Dónde va a parar!


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