Revista Libros

Saunderizado

Publicado el 21 agosto 2014 por Aramys

diez

Siempre le pregunto por las vacaciones, con una punzada de envidia mal sana, como si me importara algo. Deseando que en el fondo hayan sido tan aborrecibles como las mías, deseando que en el último momento algo haya fallado, que en realidad, esas fotografías que ha estado exhibiendo –él y todo el planeta en general- por todas partes, fuesen solo una parte de su frustración, que detrás, cómo en ese fantástico video que corre por ahí, en realidad todo sea una farsa, que de verdad no hayan sido tan increíbles, tan divertidas, tan rejuvenecedoras, tan idílicas y tan felices. Pienso todo eso. Mientras la otra parte me dice que sí, que han sido las mejores vacaciones hasta el momento, y que sus hijos son una joya, que se portan estupendamente, que su mujer lo ama, que se siente joven, sano y fuerte, lo pienso mientras veo su bronceado perfecto, si vientre plano, sus ojos relucientes, su aura de felicidad.

Y le odio. Hay en la felicidad de los demás algo insultante, algo que te desmorona y te hunde. Tu propio fracaso.

Me siento como un personaje de George Saunders. Un fracaso constante.

Un poco como Al Roosten a la sombra de Larry Donfrey y de su mujer de piernas perfectas, de sus hijos perfectos, de su vida perfecta. Preparado para salir al escenario, nervioso, lleno de dudas, joder, ¡todo va a salir bien! ¡Habrá gritos y silbidos!

Esperando una oportunidad, un poco como Kyle, que ve esa oportunidad ante Alison, Alison Alison Alison, y ahora está ahí, en sus manos, la geoda, la oportunidad, la ocasión, la decisión. ¿Y luego? ¿Qué pasará luego? AlisonAlisonAlison

Lleno de confusión como Padre. ¿Quién más ve en el palo la obsesión y la frustración de uno mismo? ¿De una vida entera vacía y perdida?

Frustrado como Mikey, frustrado una y mil veces después de darlo todo por los demás y recibir a cambio la condescendencia general, la mirada vacía. O peor, una nada liquida y espesa de quien te importa; su felicidad y su prosperidad, su arrogancia frente a tu mediocridad. La rabia y la ira nebulosa.

Sobreviviendo como Callie, ¿Quién va a culparla? Nos atrevemos a juzgar siempre, pobre Callie, y pobre Bo, a veces solo hacemos las cosas como sabemos, o como creemos que se hacen, sin más, sin modelos, sin futuro, por amor, por un amor más allá de cualquier duda, de cualquier lógica.

Es demasiado fácil odiar la felicidad ajena y no hacer nada para remediar nuestro fracaso, es demasiado fácil odiar la felicidad ajena desde la nebulosa de la ira. La virulencia con que dejamos de ser nosotros para ser los mismos teñidos de una furia desmedida, de una desbocada frustración imparable encarrilada a deñar a los demás. Y a nosotros mismos en cada estallido. Socavando en la tristeza una palada más, y una más, y una más.

Quizá las vacaciones en el fondo no fueran tan malas, rodeado de tipos igual que yo, uno detrás de otro, con sus vidas parecidas a las mías, llenos de frustraciones y de miedos, mediocres, tristes, con la mirada gastada, el ánimo hundido.

Lástima que no fueran reales.


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