Hace unos días, paseando por uno de esos grandes almacenes de libros, música y cine, encontré, por un precio módico, el Scarface de Howard Hawks. No lo dudé un instante y lo añadí a mi cesta de la compra, junto con Sucedió una noche y La caída de los dioses.
El problema de los cinéfilos jóvenes reside en que interpretamos la historia del cine al revés. Es decir, para mí, respecto a Scarface, fue antes el huevo que la gallina, fue antes Tony Montana que Tony Camonte, fue antes Brian De Palma que Haward Hawks. Y, como comprenderás, lector, es una visión totalmente errónea. Por eso, tras visionar Scarface: el terror del Hampa, la original, he conseguido entender su versión, Scarface: el precio del poder.
Hawks realiza una película ciertamente innovadora para la época, en la que además tiene que saltarse el código de censura Hays. Los planos secuencia (como el de apertura) y los constantes movimientos de cámara para acompañar al protagonista (el excepcional Paul Muni), en constante transito, son una innovación en la filmografía del autor y en todo el cine negro. Scarface es una película de acción como las de hoy en día, pero rodada en 1932. Hay tiroteos, persecuciones de coches, peleas, carreras… Pero también hay simbolismos por doquier (la mítica escena de los bolos que se caen para no tener que mostrar al mafioso muriendo, las sombras, las escaleras) y referencias dramáticas shakesperianas, especialmente de Macbeth, como la relación de Tony Camonte con su hermana, que roza lo incestuoso de los Borgia. Otro símbolo capital es el famoso cartel de la agencia de viajes que reza: "The world is yours", y que pasará a la historia del cine; aunque más bien gracias al Scarface de De Palma. El mundo es tuyo, un cartel que se enciende y se apaga, y se apaga...
De Palma pertenece a una generación de directores que en un momento histórico determinado, principios de los ochenta, se dedica a reinterpretar textos clásicos de Hollywood que ellos ambientan en la actualidad, en su presente. Tony Montana no es italiano, es cubano. Y no crece en el mundo del Hampa gracias a sus disparos, que también, si no al tráfico de cocaína. También aparece la relación de su hermana con su mejor amigo (el mítico Many Rivera), y una reacción similar por parte del protagonista. Definitivamente, El precio del poder es una gran relectura del auténtico Scarface, es una de las mejores películas de Brian de Palma. Pero no podemos otorgarle el valor y la transcendencia que tuvo la cinta original, El terror del Hampa, para el desarrollo posterior de la historia del cine.
Gracias a la mercadotecnia, la figura de Tony Montana (Al Pacino) se ha convertido en un icono cinéfilo. Pero, para hacerle justicia a su padre cinematográfico, habría que vender también los muñecos de Tony Camonte (Paul Muni). Aunque, bueno, pensándolo bien, primero habría que enseñarle al público quién era Paul Muni, ese tío que impuso una forma propia de actuar, antes de que llegaran los chicos del Actor’s Studio.