Sergey Loznitsa ha recorrido desde 1997 toda Rusia, de San Petersburgo hasta los Urales, realizando documentales y recogiendo anécdotas e historias que le contaban los paisanos, los obreros o la gente sencilla que iba encontrando por los pueblos de este inmenso país. Esta experiencia le ha servido para preparar el guión de esta inesperada película, que fue presentada con éxito en el Festival de Cannes 2010. El film se rodó en el norte de Ucrania, junto a la frontera rusa, para conseguir así la financiación necesaria para poder producirlo.


El film comienza fuerte, muy fuerte. El cuerpo de un adolescente (no sabemos nada de él, pero visto lo que sigue, podemos imaginar que se trata de uno más de estos pobres Lazarillos de Tormes rusos que intentan ganarse la vida como pueden) es lanzado brutalmente a un hoyo. Silencio. Transcurren unos segundos y el cuerpo sigue sin moverse. Unos ruidos que no se pueden identificar y empieza a caer sobre él una capa de hormigón que lo va recubriendo. En ese preciso instante me pregunté si no me había equivocado de sala y no eraMy Joy (Mi alegría) lo que estaba viendo.

La historia de la película es el road movie más extraño y llamativo que he visto en mi vida. Un joven camionero tiene que llevar un cargamento de harina a la capital pero, para su desgracia, se pierde en las carreteras rusas y en el camino irá tropezándose con toda una serie de personajes trágicos. La película tiene una fuerza impresionante, la fotografía es sublime y los actores tan creíbles como reales (en su mayoría aldeanos de los lugares del rodaje; el excelente personaje del mudo no tenía un lugar fijo para vivir y el equipo del film pasó innumerables horas en su búsqueda).

Al principio su director quería rodar una película sentimental. No es broma. Según el propio Sergey Loznitsa comenta “yo quería hacer una película de amor, pero como ocurre frecuentemente con los rusos, sea cual sea el proyecto, siempre acabamos con una Kalachnikov”.
