Revista Viajes
La localidad de Schwerin, situada en el sur del Lago del mismo nombre, es una de esas ciudades ubicadas en un entorno de lo más pintoresco y que no puede faltar en toda ruta por carretera que se precie a lo largo del norte de Alemania. También conocida como la ciudad de los siete lagos es la capital del estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental y su emblema es sin dudarlo su fastuoso palacio. El Palacio de Schwerin se alza imponente entre el lago Schwerin y el pequeño lago del Palacio, y además se conserva intacto ya que en la Segunda Guerra Mundial Schwerin no fue bombardeada y apenas fue dañada en los enfrentamientos por lo que perdura tal como era originalmente.
Uno de sus muchos atractivos es pasear por sus jardines que fueron diseñados inspirándose en los jardines francesas. Se encuentran enfrentados al Lago de Schwerin formando un rincón encantador. y dotándolo de un aire aristocrático tan del gusto de aquella época.
El Palacio de Schwerin parece sacado de un cuento de hadas. Su emplazamiento tan privilegiado, su arquitectura singular con sus torreones, cúpulas y ese contraste entre la piedra clara y los tejados oscuros es como sacado de una caja de "Exin Castillos", aquel juego de construcción de castillos de los años setenta. El Palacio de Schwerin fue durante siglos residencia de los Duques de Mecklemburgo, aunque ahora alberga el parlamento regional.
Al Palacio de Schwerin se le presupone una historia de ocho siglos, aunque lógicamente ha sufrido diversas transformaciones que le cambiaron el aspecto casi por completo hasta llegarnos tal como está en nuestros días. Esta enorme edificación posee en sus interior más de 600 habitaciones con estucos y dorados en techos, marqueterías en suelos y una rica ornamentación y talla en puertas y mobiliario. El enorme comedor, el salón del trono, las colecciones expuestas de fina porcelana, la habitación del torreón redondo destacan entre las cosa más significativas del palacio.
Pero Schwerin es mucho más que su famoso palacio. Un paseo por la ciudad nos reveló un precioso conjunto arquitectónico típico de la Alemania más septentrional, con sus calles empedradas y sus preciosos edificios con fachadas de entramado de madera. Algunas de las más antiguas presentan una inclinación preocupante y no se escapan de los ojos del turista, aunque si han estado ahí viendo impertérritas los siglos pasar por qué no van a continuar varios siglos más. En todo caso los rótulos de las tiendas de artesanía y comercios en hierro forjado, los estrechos callejones, los cuidados arreglos florales en sus fachadas y las encantadoras terrazas de algunos pequeños cafés hace del paseo una delicia.
Las calles comerciales del distrito del centro histórico albergan muchos comercios, algunos de los cuales ofrecen artículos de artesanía propios. De hecho de Schwerin nos trajimos para casa un ratoncito muy original hecho de hojalata que hoy en día adorna una de nuestras macetas con flores.
La Catedral Luterana de Santa María y San Juan es el único edificio medieval que le queda a Schwerin. Construida entre los siglos XII y XV sustituyó a otra románica anterior debido al aumento de fieles para ver la reliquia de la gota de sangre de Jesucristo transportada desde Tierra Santa y que hizo a Schwerin un punto importante de peregrinación de los pueblos germánicos. Su característica torre en ladrillo rojo es visible desde casi cualquier punto de la ciudad.
La Plaza del Mercado, a parte de formar un bonito conjunto de casas, sirve de punto de reunión, de motivo de curioseo y de lugar de paseo matutino mientras se rellena la cesta de la compra en los muchos puestos que abarrotan la plaza. Y siendo fiel al estilo alemán, o mejor aún al de Schwerin, resulta más práctico y rápido realizar la compra en bicicleta, con su cestita para guardar las bolsas de la compra.
Posted in: Alemania , Viaje en coche verano 2011 Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir con Twitter Compartir con Facebook