CARLOS MNEZ. Gª
Hace cuatro años, en este mismo sitio, fue publicado mi artículo titulado la Conversión de Scrooge. He regresado a ese escrito, lo revisé y lo he ampliado para la presente ocasión. Además le cambié el título. Vayan las siguientes líneas como un presente para los lectores y lectoras. Desde México va un caluroso abrazo. Sigo asombrado por el milagro de la encarnación. Nochebuena de 2010 (antes de compartir la mesa y el corazón con los míos).
Ebenezer Scrooge estaba más solo que una ostra en el fondo del mar, eso para empezar. Nadie tenía misericordia de él, porque él, a su vez, era cruelmente inmisericorde con cualquiera que se cruzara en su camino. Su amargura era proverbial entre quienes le conocían, y su tacañería había desilusionado a innumerables personas que se le acercaron con la intención de obtener algún donativo para darle un poco de alegría a huérfanos, ancianos, enfermos, viudas y pobres.
De los personajes de la literatura mundial, el creado por Charles Dickens, el ya mencionado Ebenezer Scrooge, es uno de los más memorables y arquetípicos de lo que puede sucederle a una persona cuando las circunstancias de la vida le ponen ante una encrucijada definitoria.
Puede leer aquí el artículo completo de este escritor y periodista, de fe protestante, titulado Scrooge: de las tinieblas a la luz