Revista Cultura y Ocio

Se abrió la muralla, Pancho Céspedes

Publicado el 29 septiembre 2014 por Rafael Alejandro González Escalona @rafauniversidad
Concierto de Pancho Céspedes en el teatro Karl Marx, 27 de septiembre de 2014. Foto: Iván Soca Pascual.

Concierto de Pancho Céspedes en el teatro Karl Marx, 27 de septiembre de 2014. Foto: Iván Soca Pascual.

Un poco pasadas las nueve de la noche del 27 de septiembre de 2014, Francisco Fabián Céspedes Rodríguez, alias Pancho Céspedes, era un manojo de nervios que no se atrevía a caminar los escasos metros que separaban su camerino del escenario del Teatro Karl Marx. Ya se había apurado un té, y decía que sin otro no podría salir. Y es que el deseo de volver a dar un concierto en Cuba es una cosa, pero estar a punto de romper una racha de 24 años es cosa bien distinta.

Para que esto fuera posible tuvieron que alinearse varias luces. La voluntad de Leo Brouwer -ese genio que nos tocó en suerte por sabiduría divina, según Pancho- de aunar en Cuba las mejores músicas posibles unida a la persistencia infatigable de Juan “Pin” Vilar convirtieron en hecho lo que en las últimas dos décadas había sido un sueño. El contexto, inmejorable, fue la apertura de los conciertos del Festival Leo Brouwer de Música de Cámara que por última vez -¿en serio Isabelle y Leo, nos van a hacer eso?- animará La Habana. Finalmente, cuando Pancho Céspedes venció el temor a lanzarse y dijo “aquí está la vida” encima de un escenario cubano, se abrió la muralla.

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^Pancho Céspedes y Leo Brouwer. Concierto de Pancho Céspedes en el teatro Karl Marx, 27 de septiembre de 2014. Foto: Iván Soca Pascual.

Pancho Céspedes pudiera decir, a la manera de Formell en el Concierto por la Paz, “se hizo”. A pesar de las incomprensiones. A pesar de los recordatorios a media voz en prácticamente todas las instituciones mediáticas acerca de que “no es de nuestro interés”. A pesar de los propios miedos y demonios de Pancho Céspedes. Se hizo.

El resultado fue un espectáculo de lujo, en el que, si bien el público hubiera agradecido un montaje irrisorio, siempre que él cantara, las buenas artes de un equipo magnífico de trabajo, comandados por Juan Pin y Wilfredo Vega, regalaron a los miles de asistentes una de esas noches que con el tiempo harán a más de uno decir con orgullo “Yo estuve en el concierto de Pancho Céspedes; el de 2014 en el Festival Leo Brouwer.”

El oficio exquisito de Julio Baró (piano y coros), Yadiel Redonet (bajo), Rubén Oyavildes (batería), Gonzalo Grasetti (guitarra) y Jorge Pinelo (saxo y teclados) junto a la excepcional y sensual voz de Céspedes hicieron un recorrido por lo mejor de su repertorio, un repertorio que fue aplaudido y coreado por centenares de personas cuyas vidas no pocas veces se han sostenido en sus canciones. Porque Pancho tiene la virtud de los músicos verdaderamente populares de, sin renunciar a lo mejor del arte ni caer en las cómodas trampas del mercado, cantar las cosas de la vida a la manera de la gente, con sus palabras sencillas y sus sentimientos hondos.

A golpe de encanto y emoción, Céspedes convirtió un teatro de 5000 capacidades en un club en el que, entre canciones y charlas, armó un diálogo íntimo donde cada nota de su voz – esa voz que le sale de algo más recóndito y verdadero que el diafragma- acariciaba o estremecía el oído y más de los seducidos espectadores, que se descubrieron cómplices frente a misterios poderosos y místicos.

Ver a Pancho Céspedes en la sala de conciertos más importante de Cuba es la confirmación de que no hay imposibles; la reconciliación con un pedazo esencial de nosotros mismos. Sus canciones quedarán resonando en 1ra y 10 aún cuando el mar decida recuperar su espacio y tragarse el teatro Karl Marx. Estarán ahí, mezcladas con las olas, regalando vida, como evidencia absoluta de que el amor engendra la maravilla.

Posdata: Para desgracia suya el autor de este texto no pudo estar hasta el final del concierto. No pudo ver, por ejemplo, a Pablo Milanés y Pancho Céspedes en el mismo escenario, pero se los imagina espléndidos, como esas formas irrepetiblemente hermosas que toma el agua cuando dos ondas se entrecruzan.

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De izquierda a derecha: Julio Baró (piano y coros), Yadiel Redonet (bajo), Rubén Oyavildes (batería), Pancho Céspedes (voz), Jorge Pinelo (saxo y teclados) y Gonzalo Grasetti (guitarra). Concierto de Pancho Céspedes en el teatro Karl Marx, 27 de septiembre de 2014. Foto: Iván Soca Pascual.


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