(Foto: Sergio Pérez/REUTERS)
AL FINAL OCURRIÓ lo inevitable. Estaba escrito y nadie pudo hacer nada por cambiar los designios del destino. Tan severa y catastrófica ha sido la derrota del PSOE como rotunda la victoria del PP pese a no haber conseguido muchos más votos que hace cuatro años. Aún así, los de Rajoy obtienen el mayor éxito electoral de su historia a costa del hundimiento total de los socialistas. La paradoja es el escaso entusiasmo que provoca esta nueva mayoría absoluta, incluso entre los votantes de la derecha. Está el patio para pocas alegrías. La angustia social también votaba en estos comicios, excepcionales sin duda, debido al negro e incierto panorama económico.
La crisis se ha llevado por delante al PSOE, obligado ahora a refundarse como partido si quiere sobrevivir. La culpa, evidentemente, no es sólo del candidato Rubalcaba, sino de la envenenada herencia que, muy a su pesar, ha recibido del presidente del Gobierno. “Teníamos todo el viento en contra”, admite a modo de disculpa Zapatero. Un gobierno, conviene recordarlo, que es el sexto de Europa desalojado del poder ante la virulencia de la crisis. En Reino Unido, Irlanda, Portugal, Grecia e Italia ya probaron también la misma medicina. Rubalcaba era un buen candidato y ningún otro habría evitado la debacle socialista.
La parte buena de este tsunami, por decir algo, es que el PP ya no podrá seguir amparado en el "depende" o en el "ya veremos" con el que ha arrasado en estas elecciones. En cuestión de semanas sabremos también si, como han dicho en campaña, serán capaces de plantarle cara a Bruselas, al BCE, al FMI, o la mismísima Angela Merkel, negándose a acatar sus órdenes. Dicen que ahora Rajoy hará un gobierno "estilo nórdico": sencillo, eficaz y sin adornos. No sé. De momento se cura en salud diciendo aquello de que “no habrá milagros, no los hemos prometido”.
Enhorabuena al PP. Ojalá que acierte y que el precio que, inevitablemente habremos de pagar, pueda ser asumido por los españoles sin mayores traumas. No será fácil. “Nadie tiene que sentir inquietud”, trató de tranquilizarnos el futuro presidente del Gobierno. Mis dudas tengo. Quizá sí, o quizá no, “depende”, que diría Rajoy.