Este era un artista, era el Pedro Guerra de sus inicios. El chiquito de un pueblo llamado Güimar en Tenerife. Un chico feo, con las paletas rotas. Un cantautor que emprendió el vuelo hacia la capital de España. Un chaval que componía temas desde letras profundas, meditadas y sangrantes pero que llegaban con una sencillez insultante. Un poeta de la guitarra que se endiosó, que se aburguesó, que trató de cambiar hasta su físico. Un físico entre John Lennon y Bob Marley que le abría puertas. Un poeta que bajaba “Debajo del puente” a buscar inspiración, pero que ahora vive en lo “alto del puente” y desde allí mira con esa mirada común y repetitiva que miramos el resto de los mortales.
El poeta voló. Pedro Guerra se perdió en sus discursos políticos, en su alineación. Ya no puedes ir a sus conciertos a escuchar su música. Ahora solo escuchas sus mítines. ¡Que pena! Con lo feito y poeta que eras. Antes me contabas sobre El Marido de la peluquera, entonces si me Contaminabas... también cuando me hablabas de raíces y de raza... (Cathaysa). Ahora repites y versionas. ¿Me hago viejo?