Revista Opinión

Se acabó la Semana Santa

Publicado el 01 abril 2013 por Manuhermon @manuhermon
Se acabó la Semana Santa Por fin, terminó el latazo de las teles públicas, ahora en manos del PP, invadiendo la casa de todos los españoles con tanta procesión y películas sobre temas bíblicos. Ya sé que han sido miles de individuos los movilizados en procesiones en toda España ocupando la calle y amplios espacios públicos que son de todos, lo cual explica bastante lo que pasa en este país en los procesos políticos, porque esa losa existe, no se puede pasar de largo obviándola, y es trasversal, las personas cofrades, penitentes, religiosas, mironas… son electores y militantes de todo el espectro político, –de todo- no solo azules.
Ahora bien, podemos interpretar esta realidad procesional utilizando los mismos argumentos que los voceros azules usan cuando se trata de huelgas generales, o marea blanca, o verde… las personas que estaban fuera de esas procesiones, en sus casas, o de vacaciones playeras o urbanas, y se movían por las calles o por el campo o montaña, eran muchas más. Los que no asistimos a las procesiones éramos mayoría, apartados, tapados, empujados a las esquinas de las pantallas para que no se nos viera. No se trata de un consuelo, sino de constatar la realidad. Lo cual no empequeñece la masiva asistencia a actos semanasanteros, ni tanto llanto ante las imágenes de madera policromada o ante las lluvias que impedían salir a los capuchones y mantillas, no empequeñece la realidad de tanto penitente arrepentido. Es lo bueno que tienen muchas religiones, aquellos que hacen el mal a sus semejantes y extienden el infierno, aquí entre los suyos, como luego se arrepienten, tienen todo resuelto. Mañana volverán a defraudar, a corromper, a traficar, a cometer bajezas morales… A los un poco mayores, estas fechas nos recuerdan el franquismo, todo inundado de beatería y emociones religiosas. Con palo y desprecio a los que no hicieran como ellos. ¡Qué peligro! Las personas que creen estar en posesión de la Verdad, amparados por su Dios, se creen superiores y desprecian al resto, son capaces de cometer tremendas atrocidades, como prueba la historia.  A veces estos individuos no están muy lejos, es cuestión de grados, pero es cargante la aparente superioridad moral con la que se mueven, es ofensiva para los no creyentes que respetamos sus ilusiones, pero queremos reciprocidad con nuestros principios éticos y valores, al fin y al cabo, ampliamente respetuosos con el resto de seres humanos. Y nos muestra los peligros de la religión y la fe en la relación social.

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