Revista Opinión

¿Se acuerdan de la falda pantalón?

Publicado el 04 febrero 2013 por Siempreenmedio @Siempreblog

La actualidad de este país da últimamente tanto asco, que he optado por no reventarme el hígado más de lo que debo tenerlo. Ya no sé si lo que hace falta es que caiga un meteorito con GPS donde se detecte cualquier acreditación de politicucho corrupto o que de verdad los mayas retrasen un poco su calendario y nos aseguren, esta vez sí, que el fin del mundo será en febrero.

Mientras tanto, hace unos días, en esas conversaciones entre amigos que van derivando y derivando, me sorprendí hablando de la famosa falda pantalón de los noventa. Sí, aquel engendro que tan poca gracia tenía. Aquella que llevábamos en el instituto y que si te la veían tus amigas por delante te decían: “Ay, qué guapa tu falda”, y con las mismas te dabas la vuelta y añadían “ah, que es un pantalón”, con voz decepcionada.

Recuerdo que en primero de BUP tenía una marrón chocolate que me regaló mi madre. Me la ponía con unas medias blancas de dibujitos (¡horror!), unos zapatos de suela de goma totalmente masculinos (¡más horror!) y un suéter amarillo de punto ocho tallas más. ¡Era la moda! Pero señores, de verdad, ¿cómo pudo haber una moda tan hortera?

¡Brutales esas hombreras! (De las chaquetas mejor ni hablo). Foto: www.cookingideas.com

¡Brutales esas hombreras! (De las chaquetas mejor ni hablo). Foto: http://www.cookingideas.com

Ya no les cuento cuando íbamos a gimnasia con las medias de deporte por encima del pantalón del chándal (en forma de calentadores), las hombreras trabadas con la tira del sujetador (algunas llevaban dos y tres superpuestas, con lo que con tanto brinco a veces te encontrabas alguna perdida en la cancha de baloncesto), el polo abrochado hacia atrás, aquellos pelos cardados y las argollas doradas del tamaño de una pizza. ¡Un primor!

¿Y qué me dicen del pantalón de peto? ¿Aquella pieza de la idiosincrasia teenager que nunca era de tu talla? Ni siquiera a los chicos les quedaba bien. Ellos tampoco se quedaban atrás, con sus pantalones vaqueros desteñidos, que más que lavados a la piedra parecía que los habían metido en la bañera de casa con tinte Iberia, ese que también se puso de moda para que tú mismo te diseñaras tu propia camiseta, haciéndole un nudo por donde querías que quedara blanca.

Vamos, es que lo estoy recordando ahora y no puedo evitar pensar en cómo es posible que ligáramos de aquella guisa. No fue solo la vestimenta, claro, el mundo del complemento era también de espanto. ¿Quién tomando apuntes en clase no se clavó en la mano alguno de los tropecientos chinitos de la suerte descascarillados que te colgaban de la correa del reloj?

¡Grandes, los noventa! Me pillan ahora con este mejor gusto que presumo tener (¡y menos mal!) y me convierto en la reina del mambo.


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