Imaginese que un político le dice que quiere cenar con usted y con su familia en su casa ¿Se atrevería usted a invitarlo? ¿Le abriría las puertas de su hogar a un político? "Un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda de ladrones". San Agustín de Hipona ---
A juzgar por los escándalos y abusos que los medios de comunicación descubren cada día, los políticos españoles no son fiables. Están tan cargados de irregularidades y delitos que no resulta aconsejable colocarlos en nuestra lista de amigos y menos todavía abrirles las puertas de nuestros hogares. Lo mejor quizás sea evitar que nuestros familiares, amigos e hijos los conozcan o entren en contacto con ellos, por el bien y la salud de todos.
Cientos de ellos están ya imputados y muchos miles esperan su turno para sentarse en el banquillo de los acusados porque ya tienen causas abiertas o delitos investigados por los jueces, en los que pueden resultar implicados. Miles de ellos se han casado dos o tres veces, pagan pensiones de mantenimiento a parejas abandonadas y no son pocos los que tienen problemas de cuernos y amantes ocultos. Los de mas alto nivel han cobrado sobresueldos en dinero negro, nunca declarados al fisco y son mayoría los que engañan en sus declaraciones a Hacienda. Son muchos los que tienen cuentas ocultas en paraísos fiscales y los que utilizan testaferros para ocultar sus abultados patrimonios. Todavía son mas numerosos los que utilizan de manera poco honrada sus tarjetas de crédito, cargadas de dinero público. Casi todos están habituados a mentir y muchos tienen problemas con la bebida. Algunos se drogan y otros muchos han tenido incidentes de tráfico y son un depósito viviente de multas y denuncias. Muchos de ellos tienen a parientes y amigos colocados en cargos públicos, gracias a sus influencias. No son pocos los que han sido denunciados por maltrato o por haber incumplido leyes como las laborales. Los hay que han firmado cheques sin fondo, que han sido acusados de fraude y de utilizar violencia; muchos han arruinado empresas y han destruido multitud de puestos de trabajo. No son pocos los que han gastado en comilonas y vinos caros, pagados con fondos públicos, dinero suficiente para abonar pensiones de subsistencia a miles de desprotegidos. Con esos historiales terribles cualquiera diría que estamos hablando de un grupo mafioso o de una asociación de rufianes, pero en realidad nos referimos a políticos españoles, encuadrados en alguno de los grandes partidos, ya sea el PP, el PSOE, IU o nacionalistas vascos y catalanes. Quien no se lo crea que consulte los medios de prensa diarios o que realice un simple recuento de delitos y causas abiertas en los tribunales.
No son pocos los que se han hecho millonarios a base de cobrar comisiones, sobresueldos clandestinos o por haber vendido información, influencias, contratos, subvenciones e incluso puestos de trabajo pagados por el Estado.
Si fueran decentes y ejemplares, como es su deber, invitar a un político a cenar o abrirles las puertas de nuestra amistad sería un honor porque nada hay mas noble y admirable que el servicio a los demás, pero la realidad es bien distinta y, para desgracia de todos, la política está plagada de rufianes.
Cada día son mas los analistas y expertos que creen que si la Justicia fuera rigurosa, esos partidos que los cobijan serían declarados ilegales por comportarse como agrupaciones de malhechores.
No son personas recomendables como amigos y resulta peligroso incluirlos en el círculo de nuestras amistades. Mas peligroso todavía es abrirles las puertas de nuestros hogares y permitirles que conozcan a nuestras familias.
Muchos de ellos se empeñan en asegurar que están limpios y que no son unos corruptos. Suelen indignarse cuando la sociedad generaliza y les llama corruptos a todos ellos, pero sus argumentos de excusa son débiles y fácilmente desmontables porque la ley es clara al afirmar que quienes conocen delitos en su entorno están obligados a denunciarlos. Pero ellos, por miedo a arruinar sus prometedoras y fáciles carreras políticas, guardan un silencio cobarde que les convierte en cómplices de los cientos de corruptos que les rodean, muchos de los cuales han participado en el vergonzoso saqueo de las cajas de ahorro, en la venta de permisos urbanísticos, en el cobro de comisiones de todo tipo o en operaciones que en lugar de beneficiar a los ciudadanos beneficiaban a grandes empresas e intereses privados.
Su deber, traicionado, era ser ejemplares y servir de espejo para nuestros hijos y las generaciones jóvenes, pero, por su comportamiento lamentable, lo mejor es colocar a nuestras familias lejos de ellos y a buen recaudo porque tienen poco bueno que enseñar y mucho malo para contaminarlos e infectarlos: han construido un país injusto, desigual, plagado de desempleados y de nuevos pobres, cobran impuestos abusivos y han despilfarrado y endeudado el país hasta la locura. Ellos, mientras tanto, se han atiborrado de privilegios y han cobrado en dinero y en especia como si fueran triunfadores, cuando solo han sido destructores de la patria. Por su culpa hay millones de españoles tristes y desesperados, cientos de miles de empresas cerradas y cientos de miles de jóvenes que no encuentran trabajo en España y que hacen cola para encontrar un puesto en el extranjero.
Los políticos españoles, por el inmenso rechazo que han generado en sus ciudadanos y por el desprestigio que han acumulado a golpe de corrupción y de escándalos inmorales, son ya un fenómeno mundial que se estudia en las principales facultades universitarias de política y en las escuelas de liderazgo, para vergüenza y escarnio de la marca España.