Revista Educación

Se cambiaron las tornas

Por Siempreenmedio @Siempreblog

3 julio 2013 por pablobarber

Escribir sobre las cárceles latinoamericanas es absolutamente contraproducente para la sensibilidad humana y para los estereotipos. Lo primero es porque te pasas una semana sin dormir después de soñar con lugares cochambrosos a rebosar de desgraciados hacinados en penitenciarías de más de 60 años, sin condiciones mínimas de higiene ni de humanidad. Que no se trata de tenerlos en un hotel como a los banqueros, pero que en los chiqueros están los cerdos. Y también meten a los presos.

Lo del estereotipo lo digo porque el periódico El Tiempo de Colombia publicó un especial muy interesante sobre cárceles y encarcelados. ¿Y saben qué? ¡Sorpresa! No sólo hay colombianos en sus celdas. Sí, esa raza que para muchos está predispuesta únicamente para matarse entre ellos y traficar con cocaína. Pues miren por dónde en las cárceles de este país también hay españoles.

http://www.eltiempo.com/Multimedia/especiales/estarpresoenbogot/el-drama-de-las-mulas-espanolas_12848994-7

http://www.eltiempo.com/Multimedia/especiales/estarpresoenbogot/el-drama-de-las-mulas-espanolas_12848994-7

Españolas este caso: Teresa y María entre otras, dos catalanas que están pagando condena en la nada deseable y acogedora prisión de Buenaventura, en Bogotá. Y según dice el artículo hay mujeres procedentes de casi todas las partes de España (Canarias incluída) La globalización de la miseria.

Aquí les pongo un fragmento del reportaje: Como la situación está dura en ese país, las mujeres aceptan. Teresa lo hizo, según explica, porque el restaurante que heredó de su mamá se vino a la quiebra y en el hogar de ancianos ganaba un sueldo miserable. “Me cogieron con la droga escondida en una maleta. Me ofrecieron 15.000 euros, pero lo que gané fueron cinco años de prisión.  

La angustia, las incertidumbres,  nos hace tomar actitudes erróneas que muchas veces debemos pagar a precios muy altos. A mí estas mujeres me dan mucha lástima, eligieron un camino, el de ser “mulas” que hasta ahora lo atribuíamos a latinoamericanos sin cerebro, que realizaban ese tráfico prácticamente por diversión.

No digo que no tengan que cumplir su condena, no me meto en políticas carcelarias. Sólo me quedo con una reflexión: antes eran otros los desesperados. Ahora somos nosotros. Se viró la tortilla.


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