En un verdadero show mediático, como parte de la ofensiva imperial contra Venezuela, una delegación de funcionarios de Estados Unidos, incluidos el senador Marco Rubio, el representante Mario Díaz-Balart, y el embajador estadounidense en la OEA Carlos Trujillo, visitó este domingo la fronteriza ciudad colombiana de Cúcuta, en medio de la continua tensión con el Gobierno de Venezuela en torno a los planes para entregar una supuesta “ayuda humanitaria” a ese país la próxima semana.
De pie cerca de un puente peatonal en la frontera entre los dos países, Rubio dijo que Estados Unidos y el mundo no abandonarían a los venezolanos. “Una cosa es ver el sufrimiento humano, otra es verlo de cerca y en persona, y conocer a la gente y escuchar sus historias”, dijo.
“Lo que está sucediendo en Venezuela es una crisis hecha por el hombre de proporciones épicas. Un régimen criminal que está dispuesto a morir de hambre y matar a su propia gente antes de que renuncie al poder”, agregó.
Adicionalmente, Rubio dijo no querer una intervención militar en Venezuela y expresó que “la única intervención militar es la de Maduro, que ha acabado con la institucionalidad en su país, han permitido que el Gobierno de Cuba llegue a maltratar a su gente y sus instituciones”.
“La solución es muy fácil, la solución es una elección libre y democrática y eso es lo que esperamos”, concluyó.
En medio de su recorrido, Rubio realizó una videollamada al golpista Juan Guaidó, en la que reiteró el respaldo de Estados Unidos a su Gobierno y le dijo que “no deben perder nunca la esperanza”.
Guaidó afirmó en su cuenta de Twitter que “el mundo tiene puestos sus ojos sobre la lucha que estamos librando en Venezuela” y agradeció a Rubio por “acompañar todo este noble esfuerzo para lograr la ayuda humanitaria”.
“Los venezolanos estaremos listos para hacer historia este 23 de febrero”, sentenció Guaidó.
Guaidó dijo que anunciará el lunes los detalles de cómo piensa ingresar la ayuda para su país desde Colombia, Brasil y Curazao, a pesar de la oposición del gobierno bolivariano, que califica el plan como un “espectáculo orquestado por Estados Unidos”.