El periodismo del siglo XXI está prostituido. Si en el pasado el deber de un buen periodista era informar sobre lo que ocurría de la manera más fiel, hoy sus servicios se encuentran subordinados a los juicios de valor del medio al que representan y a una visión subjetiva del mundo que no hace más que distorsionar la realidad. Aunque la imparcialidad periodística jamás ha existido, antes existía un cierto decoro a la hora de mostrar los sentimientos respecto a un caso determinado.
Sirva como ejemplo el espectáculo de desvergüenza e hipocresía al que nos someten todos los días Manolo Lama y Manu Carroña en la no breve sección de deportes del noticiario de Cuatro. Saben perfectamente que el fútbol levanta pasiones desatadas capaces de llevar a la gente al odio sectario y a sus consecuencias más terribles.
Manipulan la información con herramientas más propias de programas como Sálvame o La Noria para provocar la ira de una u otra afición y buscar el enfrentamiento radical. Poca gente se percata de que estas dos marionetas están representando un papel delante de las cámaras cuyo único objetivo es avivar polémicas para que la gente esté pendiente de su programa. Lo más curioso llega cuando, como consecuencia de esta propaganda subversiva, se produce un episodio de violencia en el mundo del fútbol, entonces es cuando hablan de vergüenza para el deporte, se lamentan y cambian totalmente su discurso de crispación por el de dramatismo periodístico.
El otro día sin ir más lejos, uno de estos dos energúmenos se dirigió a una ciudad alemana para cubrir un encuentro del Atlético de Madrid si mal no recuerdo. Allí se encontró con un mendigo por la calle y lo ridiculizó molestándolo y pidiendo a los solidarios aficionados atléticos que echasen dinero en su canasto. Más tarde, después del escándalo que se montó, el periodista deportivo pidió disculpas. Sin embargo, estoy seguro que si el lamentable protagonista hubiese sido un periodista perteneciente a otra cadena, o un personaje famoso, lo habrían demonizado de por vida.
Quiero decir con esto que no es de extrañar que después de haber entronizado a la selección española por la victoria en la Eurocopa de 2008, de convertirla en favorita indiscutible para este Mundial, perdieran el primer partido y los titulares amanecieran dictaminando que a España le habían bajado los humos, cuando fueron ellos los que crearon esa imagen.
La conclusión a la que se llega es que los periodistas barren para su puerta y de sus “informaciones” nunca van a salir perjudicados ni ellos ni los suyos.