MARIADELA LINARES
La oposición creyó desde el 99 que si se unía podría derrotar a Chávez. Desde entonces no han hecho otra cosa que repetir el mismo error. Dirigir todas sus baterías hacia un solo hombre, sin fundamento ideológico que los identifique, y sumando entre ellos a gente venida de corrientes contrarias, les ha impedido a sus partidos consolidar un liderazgo propio, con un discurso coherente, y no esa mezcla de desaciertos que son hoy. El 7 de octubre cosecharon los resultados de esa equivocación. Concentraron alrededor de su candidato no 6 millones de simpatizantes por él, sino otros tantos ciudadanos enceguecidos de odio hacia Chávez. Bueno, ahora, el Comandante no está y, en lugar de salir favorecidos como era su aspiración más ferviente, la muerte del líder revolucionario lo que ha logrado es arrinconarlos. Nunca entendieron la grandeza de Chávez. Se limitaron a criticar que hablaba con groserías. Ni menos aún comprenden a los chavistas. Su visión reduccionista y ofensiva de que estos son una horda de indeseables, mal vestidos y pedigüeños les está pasando factura. Pretenden que Maduro ni siquiera nombre en su campaña al hombre que sacudió a Venezuela y partió en dos nuestra historia. ¡Qué bolas! Resulta que, después de muerto Chávez, el chavismo creció y salió del closet un montón de artistas, deportistas y algunos dirigentes de oposición saltaron la talanquera. Vaya sorpresa para ellos. Eso no estaba entre sus planes. Apostaban a que la desaparición del Presidente provocaría una desbandada y ocurrió lo contrario. Para el 14-A repiten con el mismo candidato, el que hasta hace unos meses se calificaba a sí mismo como un flaquito, dulcito, un chocolatico rico, pues. Ahora, cuando está en televisión, habla con la cara seria, con la mirada extraviada sin que uno sepa a quién está viendo, y en persona se le desorbitan los ojos de pura frenética rabia. Intenta, vanamente, disminuir a su contrario llamándolo por su nombre de pila. ¡Gran vaina! Si algo caracteriza a Maduro es su humildad. Se reconciliaron con Bolívar y tendrán que decirle a su gente que le ponga la octava estrella a sus banderas, porque el discurso se volteó. Catorce años de equivocaciones cuestan caro. Mariadela Linares[email protected]