Revista Religión
• A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. – Juan 1:18.
¿Por qué Dios no da señales claras de su existencia? ¿Por qué parece como si se escondiese? Estas preguntas que tal vez se haga ya aparecen esbozadas en la Biblia: “¿Por qué estás lejos, oh Dios, y te escondes en el tiempo de la tribulación?” (Salmo 10:1). “¿Por qué escondes tu rostro?” (Job 13:24). El asiduo lector de la Biblia, sin dudar de la existencia de Dios, a veces lamenta no poder verlo o tocarlo. Aspira a conocerlo más de cerca. Dios da signos de su presencia, pero no se impone a nadie. Espera que le demos una respuesta… desea que vayamos a él. ¡Eso es la fe!
La Biblia afirma que Dios, “a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1 Timoteo 6:16), es invisible para sus criaturas. Por nosotros mismos no podemos descubrir quién es Dios. Él se ha dado a conocer desde el principio por medio de toda la creación (Salmo 19:1-6) y de su Palabra (v. 7-11). Después se reveló completamente por medio de su Hijo Jesucristo (Hebreos 1:1-3). Sólo Jesús puede hablarnos de Dios, pues sólo él lo ha visto. El Dios invisible se reveló en la humanidad visible de Cristo. “El que me ve, ve al que me envió” (Juan 12:45).
Dios ¿Podría acercarse aún más a nosotros? Sí, y lo hizo. Por amor a nosotros dio a su Hijo unigénito, quien murió en una cruz para expiar nuestros pecados. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18).
Fuentes: Amen, amen.net