Curar es hacer feliz.UCDM
Ser feliz. La Felicidad es un acontecimiento espontáneo que libera la conciencia de sus ataduras, de las limitaciones autoimpuestas. Puede ser un anhelo oculto en cada acción que realizamos o una intención semiconsciente por realizar nuestra propia identidad, el Amor. Sin embargo, cuando delimitamos la voluntad de ser feliz dentro de unos parámetros, cuando nos definimos dentro una ideología exclusiva, limitamos nuestra mente a una percepción excluyente. La clave está en saber que, no importa la filosofía que hayamos escogido, ésta en realidad nos ha elegido a nosotros atraída por nuestras inercias vitales, nuestra percepción de nosotros mismos y la proyección sobre el mundo en el que creemos vivir.
El camino a la Conciencia no puede convertirse en un tipo de creencia con la cual defenderse. Nuestro camino espiritual o la herramienta que usamos para transformar el mundo que percibimos, muchas veces es una espada de doble filo, un arma para confrontar a los demás por la forma en que viven, por las cosas que desean. Generalmente, nuestra forma de pensar es una identificación que se define por oposición. Nos afiliamos a un sistema de pensamiento que se opone a otro modo de pensar. Aunque al viajar realmente por un camino consciente, observamos la experiencia del viaje transformando nuestra mente y dejando intacto el paisaje. Lo eterno permanece inmutable y lo temporal se acerca infinitamente a la perfección de Dios. Nada real nunca puede ser amenazado. Esta es la percepción que se extiende hasta difuminar todos los bordes fronterizos con los demás caminos de servicio y liberación. La forma que hemos elegido para ayudar ya no es un combate o una competición por cambiar a los demás, es un intento de ser nosotros mismos el cambio que queremos ver en el mundo. La sadhana es ardua al lidiar con nuestras propias resistencias por aceptar todo tal cual es. Todo es ahora de este modo porque todo se esta transformando.
Si tenemos la voluntad de cambiar el mundo es porque hay un reconocimiento de que lo que hemos hecho de él no nos gusta. Aunque nuestras buenas intenciones no siempre son loables. La guerra contra nosotros mismos por cambiarlo incesantemente, se remonta justo al momento después de perder la cordura. Nadie recuerda cuando esto sucedió pero si podemos reconocer cuando nosotros la perdimos. No hemos tenido todavía éxito intentando cambiar los efectos de nuestros errores. ¿Quién dice que si seguimos haciendo lo mismo vamos a obtener un resultado diferente? No es tanto la creencia en la perfección lo que nos impulsa a modificar el escenario de nuestra vida en la Tierra, sino más bien la huida de la culpabilidad por lo que hemos construido sobre este mundo fértil y maleable. Sobre todo, por lo que hemos hecho de nuestras relaciones humanas, las condiciones castigadoras que nos imponemos los unos a los otros para ser justos. Por querer vivir más cómodamente, cada vez es más difícil ser feliz con nuestros sistemas de pensamiento racional que lógicamente luchan por tener la razón sobre todos los demás. Por sobrevivir.
Todos basculamos entre tener la razón o ser felices cuando nuestras razones nos hacen infelices. Seamos ecologistas, macrobióticos, budistas o llevemos a nuestros niños a una escuela Waldorf, realmente, de verdad, eso no nos hace felices. No somos felices por creer lo que creemos, luchando por imponernos las razones de vivir como vivimos. Además de ser muchas veces un suplicio inconsciente. Hacemos sufrir a menudo a los demás por pretender que asuman nuestras convicciones como las más elevadas y verosímiles del mundo. Pero nuestra religión no convive con Dios, nuestras creencias no son siempre amorosas. ¿Quién está equivocado entonces? ¿El mundo debe ser ecológico, reciclable y no desechable? ¿Las ballenas son la prioridad para que la Tierra nos perdone nuestras fechorías? ¿Convertir a los demás en creyentes o agnósticos es la salvación o es mucho mejor ser escéptico?
No tenemos la menor idea, seamos honestos. No tengo la más mínima idea. No sé en lo que tienes que creer para que yo crea en ti. No sé por cual experiencia debe pasar este mundo para alcanzar la liberación del miedo, para lograr la conciencia de unidad. Pero sí sé qué experiencia de ti quiero tener yo, y sé que debo hacerlo de una forma radicalmente distinta si quiero un resultado diferente al que he tenido hasta ahora: voy a confiar en ti incondicionalmente, a pesar de lo que digas que crees. Si tú quieres ser vegano te voy a querer igual, aunque sinceramente es bastante difícil cuando te pones fanático. Qué le vamos hacer, tú quieres ser feliz así. Yo sé que no importa cómo lo hagas, porque cuando yo hago algo (que aún lo hago) para ser feliz tengo la posibilidad de fracasar, pero cuando hago algo porque soy feliz es imposible que no lo sea. Es más, todo lo que hago felizmente comparte su felicidad con todo lo que los demás hacen. ¡Qué redundancia tan bella!
He decidido aceptar el modo en que cada uno de nosotros elija la forma de liberar el mundo, para que al menos dejemos de discutir y enemistarnos y matarnos por tener la razón. Es mi modo de agradecer todo lo que haces, por toda la voluntad que muestras por trascender la existencia en esta dimensión. Ya no quiero confrontarte, no tengo el más mínimo interés en que cambies de camino, ni de maestro, que dejes de comer carne, ni que dejes de hacer nada de lo que haces, de vivir como vives. Estoy dispuesto a que el mundo viva la experiencia que sea necesaria para que comprendamos que el Amor por nuestra creación es lo único que nos va a reunir. Porque el amor es esa aceptación que cambia todo lo que toca, y por ahora, mi única esperanza de transformación personal y de salvación para la humanidad. De comunión.
El mundo no va bien, para qué engañarnos. Aún así creo que inevitablemente, estás haciendo lo que tienes que hacer para comprometerte con tu felicidad, con la paz de este extraño lugar. Esta es la percepción milagrosa que deshace todos mis resentimientos porque tu mundo y el mío no puedan encontrarse, mi frustración por no poder comunicarnos muchas veces. Por eso si tú me dices que en el mundo lo más inportante es dar de comer a los niños pobres de África, estaré completamente de acuerdo contigo, porque soy consciente que deseas salvar tu mundo. O si a mí me da por ser ecologista porque es la forma en que quiero curar(nos), me lo permitiré plenamente, lo haré sin creer que va a ser mi salvación. Finalmente, si somos tan idiotas de exterminar las ballenas por nuestro obtuso egoísmo, lo voy a sentir profundamente, pero no creeré que ya no tengamos salvación, porque nada de lo que hagamos en este mundo, a este planeta, nos va a condenar para siempre. Nada de nada. Ni siquiera si morimos todos en el intento de ser felices a nuestra manera.