La crisis ha arrastrado consigo un fenómeno generalizado: la competencia por precio. Los clientes de todos los segmentos quieren obtener el mejor precio posible, y han aumentado enormemente su sensibilidad al precio.
Lógicamente esa sensibilidad es máxima en los segmentos de menor valor añadido, en los productos y servicios más básicos o populares; y mayor en los de mayor valor. Pero todos ellos la experimentan. Prácticamente en todos los sectores.
Hoy en día hay que ser a la vez el mejor en algo y el más barato en ese algo. Y cada vez está más solicitado el puesto del más barato de todos los competidores. Los chinos se han dado cuenta de eso, y están tratando de aprovecharse, como comentaba hace poco, en tiendas, peluquerías, restaurantes, etc.