«El siglo XX termina con el despliegue triunfante del capitalismo de libre mercado o neoliberal, que el coro pregona como orden natural. Este nuevo sistema global (social, político y cultural, no solo económico) ha invadido parte importante del globo, sorprende día a día con nuevos prodigios tecnológicos y es capaz de crear la impresión que esas potencialidades desencadenadas cambiarán de manera decisiva el trabajo, la vida cotidiana, que modificarán incluso las condiciones biológicas de la vida, sin siquiera retroceder ante el problema, hasta ahora, irreductible de la muerte.
Todo eso es verdad o, dicho de otro modo, es verosímil, lo que en nuestros tiempos resulta equivalente. Pero algo ha quedado silenciado. Repentinamente se olvidaron las sospechas que en la mayor parte del siglo pasado despertaba el capitalismo por injusto, pero también por irracional. ¿Qué se hicieron las acusaciones de despilfarro y de asignar recursos sin considerar las reales necesidades humanas, las acusaciones de explotación y las imputaciones de generar desigualdades insubsanables en el acceso a oportunidades o el rechazo al uso de la coerción estatal necesaria para mitigar esas imperfecciones? ¿Dónde quedaron las esperanzas en un “mundo nuevo”, las ilusiones y utopías que marcaron a ese siglo, recién terminado?».
La sensación difusa o idea razonada, que se ha intentado instalar en el sentido común de masas o que ya está instalada, es que todas esas creencias "historicistas" sobre la posibilidad de cambiar el mundo y la vida social, sucumbieron junto con el simbólico derrumbe del Muro de Berlín y que esas derrotas constituyen finales irreversibles, porque representaron esfuerzos antinatura, sueños de la razón ensoberbecida.
Socialismo del siglo XXI: La quinta vía (2000)
[Extracto del libro escrito por Tomás Moulian]
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PensadorRobertoAugusto