Pelotas y Letras
La verdad es que, a estas alturas de la vida, no me dejo contaminar por la basura ajena. Hay gente que, evidentemente, carga con el lastre de la antipatía contra nuestra ciudad. La Barranquilla que florece y se desarrolla, la ciudad moderna y pujante, la ciudad alegre y optimista es siempre mancillada por quienes cargan esos rezagos de odios heredados. Son los mismos que vienen y se disfrazan de caribeños. Después arremeten contra la ciudad por A o por B. Ahora tenemos que descubrir por su maledicencia que la gramilla del Estadio Roberto Meléndez es la culpable del remate angustioso que tuvimos en el clasificatorio cuando lo real es que Colombia terminó jugando terriblemente mal como lo señalamos todos los periodistas en todos los programas de radio y televisión y en todos los diarios del país.
Este clasificatorio sirvió para entender, de parte de los barranquilleros y caribeños, que existe otra vez la campaña soterrada e hipócrita para llevarse la selección. Es que cuando ganaba la selección nadie hablaba de la gramilla. Cuando no podíamos ganar era por culpa de ella. El que quiera seguir creyendo en eso, incluyendo al propio Pekerman, es problema de ellos. Lo único cierto es que sufrimos por falta de fútbol no sufrimos por la gramilla.
Y debe ser una pandemia en Suramérica porque todas las selecciones sufrieron en casa para sumar a excepción de Brasil que no perdió y de Uruguay que cayó una vez en el Centenario. De resto, todos perdieron muchos puntos en casa señalando lo único cierto: falta de fútbol, falta de un buen trabajo de equipo. Nadie ha hablado de la gramilla. Y, si así fuera, las malas y buenas gramillas son para los dos equipos en contienda. Porque es como pretender decir que para los visitantes que sacaron puntos la gramilla era óptima y para nosotros no. No seamos tan básicos, ni tan elementales.
A Barranquilla le han inventado de todo para llevarse la selección. Que el calor, que la falta de público, que la gramilla olvidando que aquí, así les duela, hemos clasificado cinco veces a los mundiales. Siempre he dicho que si se la quieren llevar que lo hagan pero que se responsabilicen por los resultados. Como le pasó a Jorge Luís Pinto que hasta hizo comprar unas cámaras hiperbáricas cuya última existencia fue reportada en el Centro de Alto Rendimiento en Paipa porque no funcionaron y porque la Federación las donó antes que se dañaran por falta de uso. En esa oportunidad tuve que salir al paso del médico Beto Ochoa que, para justificar el cambio de sede, invocó estudios viejos y revaluados para rematar con que Barranquilla no clasificó nunca a la selección. Lo cierto es que toda la verborrea pseudocientífica que invocaron él y Pinto nos llevó a una dolorosa eliminación porque el equipo no jugaba a nada y ellos tuvieron que irse de la selección en plena competencia. Es la basura de los demás a la que me refiero. No es contra ninguna ciudad. Todas tienen derecho. Pero no pueden desdeñar con términos ofensivos lo hecho por nuestra ciudad para cambiar de sede.
El tema de ser la casa de la selección pasa por el apoyo del alcalde, por la presencia y el amor del público, por ser una ciudad de puertas abiertas, porque contagia a los visitantes con su alegría, porque a los visitantes se les trata como propios. Porque Colombia se siente en casa. No es solo un eslogan.
Los últimos siete partidos de Colombia fueron terribles a excepción del triunfo sobre Ecuador en Quito. Los comentarios están escritos y grabados. Es solo volverlos a leer para recordar que el problema nuestro fue de falta de generación de fútbol y pocos goles. De esos últimos siete juegos tres fueron en casa y cuatro por fuera. Debió ser una coincidencia que los estadios de San Juan, San Cristóbal y Lima tuvieran mala gramilla a excepción de Quito donde Colombia ganó.
Ay hombe, no sean tan elementales. Maduren...
Les envío un [email protected] 17, 2017
Tomado de Diario Deportes