Ojalá, Pilar, que hubiera materia suficiente para esa tertulia que sugieres en tu comentario al artículo anterior, pero mi experiencia me va diciendo que cada vez es más difícil hablar de los temas importantes: o crispan o aburren. Y tampoco la manera de estar en el mundo que hoy impera ayuda a reflexionar adecuadamente sobre las cosas. El posmodernismo, que es la filosofía que, sepámoslo o no, hoy está en el sustrato de la manera de mirar vigente, dice que se han acabado los “grandes relatos”, que sólo podemos aspirar a ver la realidad, la realidad histórica en este caso, como conjunto disperso de fragmentos. Cuando la historia se hace con fragmentos, queda reducida a encadenamiento aleatorio de anécdotas. He aquí una miscelánea de fragmentos “anecdóticos” (más o menos dramáticos, pero a lo que voy: independientes unos de otros, sin consecuencias que los liguen entre sí): 1) El pensamiento mítico nos lleva a “recordar” que hubo una edad dorada en la que el hombre fue feliz, y de entonces para acá no hemos hecho sino decaer; 2) Rousseau, uno de los máximos referentes intelectuales de la Revolución Francesa, deja en el orfanato, nada más nacer, a sus cinco hijos; 3) las utopías revolucionarias del siglo XIX aspiran a restablecer los modos de relación social propios de la horda salvaje anterior a la civilización; 4) Marx y Engels sostienen que la ley y el estado son superestructuras jurídico-políticas que no tienen otra función que la de servir al enriquecimiento económico de la clase dominante; 5) eminentes figuras del PSOE anterior a la Guerra Civil como Pablo Iglesias y Largo Caballero, marxistas, abogan por la revolución violenta para romper el marco explotador de la “democracia burguesa”, es decir, de la democracia; 6) la “memoria histórica” que hoy impulsa el gobierno socialista presupone que la Guerra Civil fue causada exclusivamente por sectores fascistas del ejército; 7) los gobiernos socialistas actuales pactan con un grupo terrorista (al margen, por tanto, de los cauces legales e institucionales de la democracia) el modo en que la sociedad española debe organizarse políticamente. Etc.
Como, según los modos de pensar vigentes, la realidad histórica, está hecha de fragmentos, es decir, como nada tiene sentido y no hay que buscar las consecuencias que encadenen unos acontecimientos con otros, el pensamiento se encuentra con un tope insalvable a la hora de entender lo que pasa, y las inferencias que se hacen, desvinculadas de esa cadena causal y teleológica hoy desdeñada bajo la denominación de “grandes relatos”, lleva a conclusiones absurdas; por ejemplo, la de que el PSOE (o el PCE) es y ha sido un partido progresista.
Yo, en el artículo anterior, ligando unos “fragmentos” históricos con otros (por ejemplo, los anteriormente enumerados), defendiendo que las cosas están vinculadas unas a otras, que hay una intención latente, un sentido que eleva a la historia por encima del azar, y que, en suma, y con unos u otros matices, son posibles esos “grandes relatos”, creo encontrar una línea argumental que conduce a otras conclusiones (que conduce, simplemente, habría que decir, a conclusiones). Y de perdidos, al río, así que he sugerido un relato capaz de conducir desde el pensamiento prehistórico hasta el 11-M.