Empezamos una serie de artículos a cargo de Sandra Herreros, psicóloga especialista en este ámbito, directora de Psique centro de Psicología y colaboradora de Psicología en Positivo Valencia. Sandra, además de una persona optimista, cercana y perseverante, es una excelente profesional con la que vamos a reflexionar sobre este tema tan importante:
Durante muchísimos años, las mujeres hemos sufrido las consecuencias de una sociedad restrictiva y machista, jerárquica en beneficio para el hombre en nuestro país. No es a modo de consuelo, pero cierto es que esta ideología sociocultural abunda por todo el mundo. Centrándonos en la sociedad española, es cierto que hemos ido avanzando, eliminando muchos tipos de discriminación sexista, pero hoy en día todavía seguimos sufriendo algunas de dichas consecuencias, como es la violencia de género.
En el siguiente artículo me gustaría introducir este concepto, el cual iremos profundizando a lo largo de varios artículos con el fin de proporcionar estrategias a nuestras lectoras para la identificación de esta lacra, y proporcionar algunos recursos psicológicos que puedan ser útiles para combatirla.
No hace falta que nos vayamos muy lejos para poner un ejemplo de lo que he denominado sociedad restrictiva, machista y jerárquica en beneficio para el hombre. Hasta 1975, el Código civil español equiparaba la mujer casada a los niños, a los locos o dementes y a los sordomudos que no supieran leer ni escribir, por lo que se la prohibía contratar (art. 1263). Como muchas veces ha contado María Telo, que tanto luchó por eliminar de nuestro Código tan ofensivas discriminaciones, la mujer tenía la obligación legalmente impuesta de obedecer al marido. El artículo 57 del Código civil dice textualmente: «El marido debe proteger a la mujer, y ésta obedecer al marido.» El Preámbulo de la ley 24 de abril de 1958 lo explica de esta manera: “existe una potestad de dirección, que la naturaleza, la Religión y la Historia atribuyen al marido, dentro de un régimen en el que se recoge fielmente la tradición católica que ha inspirado siempre y debe inspirar en lo sucesivo las relaciones entre los cónyuges”. Afortunadamente, hoy en día esto nos parece un disparate a la mayoría (tomado de José Antonio Marina y María de la Válgoma. La lucha por la dignidad (capítulo 7, “La lucha por la igualdad de la mujer”, p. 130 a 132). Anagrama. Barcelona, 2000).
Aunque estos antecedentes carezcan a simple vista de importancia, están en la base del concepto actual de violencia de género: la asunción de los roles de género y los estereotipos de género, es decir, lo que se supone que es un comportamiento socialmente apropiado para un hombre y/ o una mujer, y las ideas simplificadas que asumimos caracterizan a cada uno de ellos. Estas ideas son las que nos llevan a entender que cada persona, dependiendo de su género (femenino o masculino) tiene “prohibidos” ciertos comportamientos. Es un buen ejemplo el artículo del Código civil anteriormente mencionado, donde se asumía el rol de la mujer como sumisa a las decisiones del hombre. Por supuesto, estas ideas van cambiando con la sociedad y la cultura, la educación generación tras generación y diversos factores asociados. ¿Qué es lo que estamos queriendo decir? QUE LA VIOLENCIA SEXISTA SE TRANSMITE. Cada uno de nosotros podemos aportar nuestro granito de arena, a través de la educación a nuestros hijos:
- Practica con ellos juegos no sexistas: la idea de que las niñas deben llevar el color de rosa y jugar a las muñecas, ya nos está indicando una prohibición o asunción de un estereotipo. ¿Por qué no jugar a ser bomberas? ¿Por qué no jugar con coches? Empecemos por ahí.
- Eduquemos en emociones de forma igualitaria: los hombres también lloran.
- Si tienes en casa una hija y un hijo, no les trates de forma diferente sólo por el mero hecho de serlo: reparte las tareas de forma igualitaria y marca las mismas reglas de convivencia.
En próximos artículos seguiremos hablando de la educación en igualdad y de temas como la dependencia emocional, ¡hasta pronto!