Revista Cine

Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCCXI y CCCXII

Publicado el 02 noviembre 2015 por Diezmartinez
Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCCXI y CCCXIIMás bien, los dos fines de semana pasados, porque Morelia 2015 se atravesó en el camino. Así pues, la revisión de la última quincena, como sigue:
Violencia (Colombia-México, 2015, de Jorge Forero. En el mismo título, Violencia, está contenida la amenaza del cliché: otra película violenta colombiana. Por fortuna, la amenaza queda solo en eso.Ambientada en la Colombia contemporánea, estamos ante un tríptico cinematográfico sobre distintas manifestaciones de la violencia en Colombia debida al narco, a la guerrilla o a las fuerzas armadas que, por lo menos por lo visto en la película, son prácticamente lo mismo. En la primera historia, vemos a un hombre encadenado (Rodrigo Velez), secuestrado por las FARC -o cualquier otro grupo guerrillero-, sobreviviendo en el espesor de la selva colombiana. Los encuadres cerrados de David Gallego acentúan el encierro del pobre tipo que come, duerme y camina siempre con una cadena en el cuello. En un solo momento, cuando le es permitido bañarse en un río cercano, tiene un bello instante de libertad que se parece mucho al de la muerte. Sin diálogos de ninguna especie, este primer segmento muestra la violencia física y psicológica en contra de un hombre al que solo le han dejado la inútil libertad del llanto.El segundo y tercer segmentos presentan la violencia del título de manera más directa. En la segunda historia, un jovencito (David Aldana) sin oficio ni beneficio -no se ve que vaya a la escuela, no tiene trabajo, aunque sí novia- encuentra una chamba que le ofrece un amigo. A diferencia del segmento anterior, aquí las tomas abiertas del muchacho por la ciudad nos presentan a un joven perdido, literalmente sin rumbo y sin dirección. No mencionaré el sorpresivo desenlace de esta historia: solo diré que, a pesar de que pueda parecer arbitraria, no lo es. Obedece a la lógica de un ambiente en el que la muerte puede ser solo otra forma de comunicar algo. En la historia final, acaso conectada el segmento anterior, vemos a un grupo de ¿militares?, ¿paramilitares? -da lo mismo- entrenando en algún sitio bajo las órdenes de un oficial (Nelson Camayo). Después de atestiguar un alegre convivio de los soldados -con todo e inevitable escena del sacrificio de un chivo-, el oficial a cargo procede a preparar "la prueba" que deben pasar los reclutas. En el centro del patio se encuentra una mujer golpeada y amarrada a un poste: el oficial, con voz marcial, le ordena a uno de soldados: "ábrala". El muchacho (Einer Cortés) titubea; el jefe vuelve a ordenar, como en un murmullo, casi amablemente: "hágalo". Sin caer en la explotación gráfica de la violencia, Forero presenta en este tríptico un estado de cosas que, por desgracia, no nos puede parecer extraño a los que vivimos en México. La violencia no se explica: se experimenta, se sufre, se soporta, se acepta, como perversa forma de vida. En el desenlace, aviesamente, Forero nos deja una imagen casi idílica, con Leonardo Favio como música de fondo ("Ella ya me olvidó") que, de cualquier manera, pareciera el prólogo para otra acción violenta más. Un cuarto segmento que yo terminé en mi cabeza. 
La Vida Después (México, 2013), de David Pablos. Notable opera prima de la que escribí por acá hace rato. 
Puente de Espías (Bridge of Spies, EU, 2015), de Steven Spielberg. Otra pieza más en el interminable muestrario de gran cine que es la obra spielbergiana. Este thriller de espionaje capriano -valga el aparente oximoron- con capcioso guion detallista de los hermanos Coen parece poca cosa hasta que uno empieza a pensarlo: el filme termina convertido en una de las obras mayores del director de Tiburón (1975). En la semana, escribo in extenso de ella.
Samba (Ídem, Francia, 2014), de Eric Toledano y Olivier Nakache. Melodrama eficaz sobre el Samba del título (carismático Omar Sy), un indocumentado africano sobreviviendo en Francia. Los directores de la exitosísima Amigos (2011) atacan de nuevo con una amable película que basa su éxito en su sentido del humor y su pareja protagónica: Sy y la siempre bienvenida Charlotte Gainsbourg. Mi crítica en el Primera del viernes 23 de octubre.

Una Chica Vuelve a Casa Sola de Noche (A Girl Walks Home Alone at Night, EU, 2014), de Ana Lily Amirpour. Una de las mejores operas primas del año pasado, Una Chica Vuelve a Casa Sola de Noche es una deliciosa extravagancia que, incluso, llega a presentar todas sus deudas y citas cinefílicas -a Jarmusch, al spaguetti western, al cine de vampiros- con tal gracia que pareciera estar inventando su propio mundo cinematográfico.
En una extraña ciudad industrial en la que se habla farsi llamada Bad City, confluyen un joven con apostura jamesdeanesca (Arash Marandi), su depresivo papá junkie (Marshall Manesh), un peligroso dealer (Dominic Rains) y una enigmática muchacha -la chica del título- que no le da miedo salir sola de noche porque resulta que, escondida tras su shador se oculta ¡una vampira!
Filmada en un estilizado blanco y negro, con un ritmo hipnótico, una atractiva banda sonora y una protagonista -Sheila Vand- que parece tan atractiva como letal, el debut fílmico de la inglesa criada en California pero descendiente de iranís Amirpour fue una de las más interesantes cintas de género del año pasado.

Yo, Él y Raquel (Me and Earl and the Dying Girl, EU, 2014), de Alfonso Gómez Rejón. El segundo largometraje del talachero tejano de origen mexicano Gómez Rejón (director de comerciales, realizador televisivo premiado, director de segunda unidad -para Nora Ephron, González Iñárritu, Affleck  y otros más-, además de asistente personal de Scorsese, González Iñárritu, Ephron y Robert de Niro, entre otros), es una encantadora cinta romántica-juvenil que torea con inteligencia y buen humor todos los clichés de la fórmula. Espero escribir in extenso de ella en los próximos días. 

Tierra de Nadie: Sicario (Sicario, EU, 2015), de Denis Villeneuve. El más reciente filme del canadiense Villeneuve está ubicado en la frontera México-EU y centrado en los esfuerzos de un equipo inter-institucional gringo -CIA, FBI, patrulla fronteriza, ejército, boy scouts- para capturar al poderoso jefe del Cártel de Sonora. La protagonista es una valiente pero ingenua agente del FBI, Kate Macer (Emily Blunt), quien accede como voluntaria a ser parte de un grupo formado por el cínico agente de la CIA Matt (Josh Brolin, perfecto) y un misterioso asesor mexicano llamado Alejandro (Benicio del Toro). 
A pesar de la fotografía del gran Roger Deakins -esas tomas aéreas son extraordinarias- y de algunas escenas de acción perfectamente montadas -en especial, la balacera en el cruce Ciudad Juárez-El Paso-, esta cinta terminó por exasperarme. Como bien escribió Anthony Lane en The New Yorker, me es imposible tragarme al personaje babas que interpreta una actriz que siempre ha parecido más inteligente de todos quienes la rodean. En lugar de la Blunt de siempre -determinada, fuerte, sarcástica- pareciera que su Kate Macer es una Anne Hathaway con pistola. 
Ahora bien, más allá de ese problema de casting, no me pude tragar la idea de un agente federal tan ingenuo que se escandaliza por lo que hacen las autoridades gringas en México, como si el caso Camarena nunca hubiera ocurrido o la detención de varios capos de la droga en este país -con la ayuda bien conocida de la inteligencia americana- no fuera una constante. 
Para películas hollywoodenses sobre el narco en México ya lo hizo mejor Soderbergh con Tráfico (2000) -con todo y el discurso moralino y el pésimo acento mexicano de del Toro- y en cuanto a cine nacional hay mejores muestras en los últimos años, desde Miss Bala (Naranjo, 2011) hasta 600 Millas (Ripstein, 2015), pasando por Heli (Escalante, 2013). La Cumbre Escarlata (Crimson Peak, EU-Canadá, 2015), de Guillermo del Toro. ¿La mejor cinta de del Toro? No, pero sí la más acaba, la más elegante, la más femenina de todas. Mi crítica en el Primera Fila del viernes pasado.

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