Revista Cine
Navajazo (México-Francia, 2014), de Ricardo Silva: Vi esta película en el FICUNAM 2014 en donde un veterano colega me comentó, proféticamente, que la cinta ganaría muchos premios porque es el tipo de cine que les encanta a los programadores y jurados de los festivales extranjeros. Y así fue, de hecho: la película ha ganados hartos premios por aquí y por allá (y no solamente en el extranjero, habría que decir). En fin: cada quien su cine. Hay para todos. Por acá está lo que escribí de Navajazo a inicios del año y por acá cierta filípica que aparece en Güeros (Ruizpalacios, 2014) y que parece haber sido escrita para el debut fílmico del sociólogo metido a cineasta Silva.
Éxodo: Dioses y Reyes (Exodus: Gods and Kings, EU-GB-España, 2014), de Ridley Scott. Me salté Noé (Aronofsky, 2014), así que no puedo hacer la comparación debida con esta adaptación bíblica dirigida por Scott. En todo caso, la forma en la que decidió realizar Scott esta épica bíblica me pareció arriesgada y creo que paga buenos dividendos. Más sobre Éxodo... en la semana.
Relatos Salvajes (Argentina-España, 2014), de Damián Szifrón. La cinta que Argentina envió a competir por el Oscar 2015 en Idioma Extranjero es una entretenida cinta de episodios cuyo denominados común es la revancha, la corrupción, la violencia. Inevitablemente dispareja. Mi crítica, en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado.
La Guerra de Manuela Jankovic (México, 2014), de Diana Cardozo. Esta película la vi en Rio 2014, en donde estuvo en la sección de Foco México, fuera de la competencia oficial. De todas formas, tuve que verla porque la cinta era elegible para el premio FIPRESCI y yo era parte de ese jurado. El hecho de que el filme fuera mostrado ahí, fuera de competencia y prácticamente en ningún otro festival más, muestra lo fallido de este incoherente melodrama femenino dirigido por Cardozo.Karina Gidi hace lo que puede encarnando a una mujer de origen serbio, que vive con su anciana madre refugiada en algún lugar del centro de la ciudad de México. El año es 1991, la guerra civil en Yugoslavia ha iniciado y la santa señora enloquece porque cree que la conflagración étnica en Europa del este llegará hasta la Lagunilla. En su paranoia, arrastra a su hija, que se muestra incapaz y desconcertada. Casi tanto como la propia directora que, cuando todo falla, recurre al simbolazo limpio, con todo y aparición (dizque) poética de un caballo blanco... y no de José Alfredo. De lo peor que vi en el año.