Revista Cine
Sing Street: Este es tu momento (Sing Street, Irlanda-GB-EU, 2016), de John Carney. El octavo largometraje de Carney -apenas segundo que se estrena comercialmente en México- es, de nuevo, otro filme musical, como su anterior cinta Empezar otra vez (2013) y como la película con la que se dio a conocer hace casi una década, la encantadora Once (2007). Al igual que estos dos filmes, Sing Street está centrada en el poder transformador de la música: su protagonista es un adolescente en el Dublín de 1985 que, nomás por apantallar a una jovencita, le dice que la quiere como protagonista de su próximo vídeo musical. El asunto es que el chamaco en cuestión no tiene cámara, grupo musical ni canción que cantar. Mi crítica en el Primera Fila del viernes pasado de Reforma. (***)
7:19. La hora del temblor (México, 2016), de Jorge Michel Grau. El tercer largometraje de Grau (opera prima gore Somos lo que hay/2010, segundo largometraje gringo Blue Sky/2015 no visto por mí) inicia con un plano secuencia de siete minutos de duración, en el que vemos llegar, muy temprano, a todos los burócratas de cierto edificio gubernamental, incluyendo a uno de los jefes, un tal Lic. Pellicer (Demián Bichir). El día es el 19 de septiembre de 1985, el lugar es la Ciudad de México y la hora en la que termina el mencionado plano secuencia son las 7:19 de la mañana. La cámara de Juan Pablo Ramírez Ibáñez, que se había estado moviendo todo el tiempo, se ha quedado fija en la pequeña televisión portátil del velador, Don Martín (Héctor Bonilla) y en la pantalla está una sonriente Lourdes Guerrero tratando de tranquilizar a sus compañeros y, de pasada, a todo el país: "Está temblando un poquitito...". En este momento, la pantalla se va a negros y, por supuesto, nosotros sabemos que no tembló "un poquitito".Durante el resto del filme, a través de una pantalla que se va ensanchando lentamente -después del temblor, inicia en formato académico 4:3 hasta que termina en el widescreen del plano secuencia inicial- veremos a dos sobrevivientes entre los escombros -Pellicer y Don Martín- y escucharemos a otros más, que se encontraban en algún otro piso del enorme edificio derrumbado. La cámara de Ramírez Ibáñez no volverá a salir, encerrada con estos hombres que representan la pirámide social mexicana de antes y de ahora: el modesto trabajador a punto de jubilarse y el encumbrado burócrata corrupto. Más allá del planteamiento argumental tan elemental, 7:19 se sostiene sobre todo por su puesta en imágenes -la ya mencionada cámara de Ramírez, la eficaz edición de Miguel Schverdfinger, el espléndido diseño de producción de Alejandro García- y por el impecable diseño sonoro de Christian Giraud, que logra convertir cada ruido -cada crujido, cada eco, cada grito, cada llanto, cada resuello- en el ominoso preámbulo de la muerte. (**)