Revista Cine
Matria (México, 2014), de Fernando Llanos. El mejor largometraje documental en Morelia 2014 es la exploración de un curioso nieto -el propio cineasta debutante Llanos- por la vida de un abuelo al que no conoció. Lo que encuentra Llanos es un abuelito que, a ratos, parece protagonista de alguna olvidada película del "Indio" Fernández (Soy puro mexicano, 1942). Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado. (**)
Ante la naturaleza (Mot naturen, Noruega, 2014), de Ole Giaever y Marte Vold. Martin (el director/guionista/protagonista Ole Giaever) deja a su mujer y pequeño hijo un fin de semana -esposa e hijo en la vida real- para irse a acampar al cercano bosque de Stavassgarden. Lo que sigue no es un viaje a ese idílico lugar en la montaña sino una suerte de odisea hacia el interior de Martin, como si estuviéramos ante la adaptación fílmica de algún relato de la corriente de la conciencia -¿un Mrs. Dalloway en versión patéticamente masculina?La realidad es que Giaver no trata a su personaje -¿a sí mismo?- muy bien que digamos. El treintañero aburrido Martin vive agobiado por pequeñeces y mezquindades, sueña con divorciarse de su esposa, piensa que sería mejor si ella muriese -o si él quedara inválido para siempre: así tendría asegurada la simpatía de todos hasta morir-, recuerda su inexistente relación con su distante papá y, eso sí, faltaba más, piensa cada rato en el sexo, imaginándose felaciones con la empleada de un supermercado o algún coito espontáneo con su propia mujer y, cuando ya no aguanta, de plano se masturba en medio del bosque porque ¿quién está viéndolo?El retrato de este aburrido clasemediero nunca es condescendiente aunque, al final, el grado de patetismo al que llega Martin exige algo de nuestra solidaridad... ¿o de nuestra inconfesada identificación? (** 1/2)
No respires (Don't Breathe, EU, 2016), de Fede Álvarez. El segundo largometraje del uruguayo hollywoodizado Fede Álvarez (opera prima Posesión infernal/2013) es un eficaz thriller en el que una jovencita que quiere huir hacia Los Ángeles, su ojete novio malandrín y el apocado amigo de ambos -más de ella, en realidad-, se meten a la casa de un veterano de guerra ciego (Stephen Lang) pues creen que por ahí tiene guardados varios cientos de miles de dólares.
Por supuesto, se supone que robarle a un ciego debería ser muy fácil, pero ya se imaginará usted que no es así. Además, resulta que el cieguito de marras no esconde nada más dinero, sino algo más. Aunque hacia el final la película termina saliéndose de madre, Álvarez demuestra que tiene la suficiente capacidad para sostener la emoción y el suspenso, por más que exija demasiada suspensión de incredulidad por parte del espectador. Mi crítica in extenso, próximamente aquí. (**1/2)