Revista Cine
Mai Morire (México, 2012), de Enrique Rivero. Chayo (Margarita Saldaña) regresa a Xochimilco a cuidar de su abuela
casi centenaria (Amalia Salas), pues "es lo que me toca", le dice ella a la abuelita de pocas palabras. Poco a poco -estamos
en una slow-movie exquisitamente fotografiada por Gerardo Barroso y
Arnau Valls Colomer, trabajo que les mereció un premio en Roma 2012- nos
vamos dando cuenta de la situación: Chayo trabajaba de cocinera en la
ciudad, tiene un marido (Juan Patricio Chirinos Jiménez) que no duerme
con ella y un par de hijos pequeños que van a la escuela primaria.
Con la misma placidez con la que avanzan las canoas que surcan los
canales de Xochimilco transcurre el tiempo en el filme de Rivero, recién exibido en el pasado FICUNAM. Las imágenes se suceden sin prisa: una
toma extendida que acompaña el regreso de Chayo con la abuela
melancólica se corona con un delicado paneo que nos muestra las bellezas
naturales del lugar, la anciana sale en su silla de ruedas a ver el
amanecer, la mujer le enseña a su hija algunos secretos del mole de
acuerdo a lo que ha aprendido de la abuela, la familia asiste a la
iglesia del lugar en donde Chayo parece extrañamente distante de la
ceremonia religiosa...
La rutina se rompe cuando Chayo se da cuenta que
su abuela está a dos semanas de cumplir cien años y decide hacer una
fiesta. La anciana no podría estar menos interesada: se niega a comer,
pide "que le ayuden a abrir la puerta" y hasta recita -acaso el único
momento artificial de todo el filme- algún fragmento ("Que muero porque
no muero") de "Vivo sin Vivir en Mí", ese prodigioso poema religioso de
Santa Teresa de Ávila.
La cinta presume varios segmentos oníricos que resultan, en el contexto del filme, tan
pertinentes como misteriosos. Nos sugieren los miedos y las esperanzas
de esta mujer que se siente útil al cuidar a su abuela, que se siente
responsable de su vida y, también, de su muerte.
Terapia de Riesgo (Side Effects, EU, 2013), de Steven Soderbergh. Si, en efecto, esta es la última película del prolífico y versátil Soderbergh, el director de Tráfico (2000) se ha despedido con una eficaz cinta de género que, típico de él, cambia de piel en la medida que la película avanza. Esperemos que Soderbergh falte a su palabra y vuelva a dirigir para la pantalla grande. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado.